El observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, en la 61ª sesión de la Comisión de Desarrollo Social Caccia: "El mercado laboral necesita una nueva ética del bien común"
Reivindica políticas laborales que "promuevan el desarrollo humano integral y el crecimiento económico" para que mujeres y hombres estén al servicio de las sociedades
"El hecho de que 'el trabajo no es para la persona humana, sino que la persona humana es para el trabajo', ha generado la 'cultura del descarte' en el mundo laboral"
Ancianos, jóvenes y mujeres, los más expuestos
Para las personas ancianas existe una discriminación injusta al suponer que "tienen menos capacidad de aprendizaje y producción que otros grupos de edad", en otros casos los pensionistas se ven obligados a seguir trabajando porque "la falta de una protección social adecuada hace inaccesible la jubilación".
Dramática es la situación de los jóvenes de todo el mundo, que experimentan un desempleo creciente, por un lado, y una gran inseguridad laboral y de ingresos, por otro. Por otra parte, las mujeres se ven penalizadas en el trabajo por el embarazo y la maternidad, que siguen siendo a menudo motivos de despido o de no contratación.
Ninguna mujer, advertía Monseñor Caccia, "debería verse obligada a elegir entre la familia y el trabajo". La cultura de la explotación se manifiesta entonces con el trabajo infantil, una evidente "violación de la dignidad humana", hijo de la pobreza, pero también con la búsqueda de "nuevas formas de reducir el coste de la mano de obra", representada por "salarios inadecuados, horarios prolongados y contratos precarios".
La persona en el centro de las políticas laborales
Es necesario repensar, es la indicación del Prelado, el "verdadero fundamento del valor y la dignidad del trabajo", a través de políticas laborales que "promuevan el desarrollo humano integral y el crecimiento económico" y que pongan a la persona y la dignidad humana en el centro de las políticas laborales". Por tanto, sigue siendo fundamental "invertir en políticas de protección social orientadas a la familia". Los mercados laborales, concluyó Monseñor Caccia, necesitan una ética renovada del bien común y del respeto a la dignidad de toda persona humana, mientras que la política debe trabajar para que "todas las mujeres y todos los hombres puedan aprovechar al máximo sus talentos y ponerlos al servicio de toda la sociedad para promover el desarrollo social".