"Jesús, sediento de amor, sacia nuestra sed con amor" El Papa explica que el ‘dame de beber’ de Jesús “es el grito interior de tantos hermanos y hermanas a los que les falta el agua para vivir”

Jesús y la samaritana
Jesús y la samaritana

"La sed de Jesús, de hecho, no es solo física, expresa las sequedades más profundas de nuestra vida: es sobre todo la sed de nuestro amor"

 "El Señor, que pide beber, es Aquel que da de beber"

"Dame de beber es el llamamiento de nuestra sociedad, donde la prisa, la carrera por el consumo y la indiferencia generan aridez y vacío interior"

"Permanezcamos unidos en la solidaridad con nuestros hermanos que sufren a causa de la guerra y, sobre todo, no olvidar al martirizado pueblo ucraniano"

Desde su cátedra de la ventana, el Papa Francisco explica a los fieles el pasaje del Evangelio de la samaritana y, especialmente, la frase “dame de beber”. Que, a su juicio, encierra dos aspectos fundamentales. El primero, la sed de Jesús que “es, sobre todo, la sed de nuestro amor”. Por eso “Jesús, sediento de amor, sacia nuestra sed con amor”. El segundo aspecto del ‘dame de beber’ es una llamada: “El llamamiento de nuestra sociedad, donde la prisa, la carrera por el consumo y la indiferencia generan aridez y vacío interior” y “el grito interior de tantos hermanos y hermanas a los que les falta el agua para vivir”.

Tras el ángelus, el Papa recordó de nuevo a los pueblos que sufren la guerra, sobre todo Ucrania. "Permanezcamos unidos en la solidaridad con nuestros hermanos que sufren a causa de la guerra y, sobre todo, no olvidar al martirizado pueblo ucraniano"

Las palabras del Papa en la oración del Ángelus 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

Este domingo el Evangelio nos presenta uno de los encuentros más hermosos y fascinantes de Jesús, con la mujer samaritana (cf. Jn 4,5-42). Jesús y los discípulos hacen una parada junto a un pozo en Samaria.  Llega una mujer y Jesús le dice: «Dame de beber» (v. 7). Quisiera detenerme precisamente en esta expresión:  Dame de beber. 

La escena nos muestra a Jesús sediento y cansado, que se encuentra en el pozo de la samaritana en la hora más calurosa a mediodía, y como un mendigo pide algo fresco. Es una imagen del abajamiento de Dios:  en Jesús, Dios se hizo uno de nosotros; sediento como nosotros, sufre nuestra misma canícula. Contemplando esta escena, cada uno de nosotros puede decir: el Señor, el Maestro, «aquel que habla y me pide beber. Tiene, por lo tanto, sed como yo. Tiene mi sed. ¡Estas cerca de mí realmente, Señor! Estas vinculado a mi pobreza…  me has tomado desde abajo, desde lo más bajo de mí mismo, donde nadie puede alcanzarme» (P. MAZZOLARI, La Samaritana, Bolonia 2022, 55-56). La sed de Jesús, de hecho, no es solo física, expresa las sequedades más profundas de nuestra vida: es sobre todo la sed de nuestro amor. Y emergerá en el momento culminante de la pasión, en la cruz; allí, antes de morir, Jesús dirá: «Tengo sed» (Jn 19,28).  

Pero el Señor, que pide beber, es Aquel que da de beber: al encontrarse con la samaritana le habla del agua viva del Espíritu Santo y desde la cruz derrama sangre y agua desde su costado atravesado (cf. Jn 19,34).  Jesús, sediento de amor, sacia nuestra sed con amor. Y hace con nosotros como con la samaritana: se acerca a nosotros en lo cotidiano, comparte nuestra sed, nos promete el agua viva que hace brotar en nosotros la vida eterna (cf. Jn 4,14). 

Dame de beber. Hay un segundo aspecto. Estas palabras no son solo la petición de Jesús a la samaritana, sino un llamamiento – a veces silencioso – que cada día se eleva hacia nosotros y nos pide que nos hagamos cargo de la sed de los demás. Dame de beber nos dicen quienes – en la familia, en el lugar de trabajo, en el resto de lugares que frecuentamos – tienen sed de cercanía, de atención, de escucha; nos lo dice quien tiene sed de la Palabra de Dios y necesita encontrar en la Iglesia un oasis donde beber. Dame de beber es el llamamiento de nuestra sociedad, donde la prisa, la carrera por el consumo y la indiferencia generan aridez y vacío interior. Y – no lo olvidemos – dame de beber es el grito interior de tantos hermanos y hermanas a los que les falta el agua para vivir, mientras se sigue contaminando y estropeando nuestra casa común; y también ella, agotada y reseca, “tiene sed”.  

Frente a estos desafíos, el Evangelio hoy nos ofrece a cada uno de nosotros el agua viva que puede hacer que nos convirtamos en fuente de refrigerio para los demás. Y entonces, como la samaritana, que dejó su ánfora en el pozo y fue a llamar a la gente del pueblo (cf. v. 28), tampoco nosotros pensaremos solo en saciar nuestra sed, sino que, con la alegría de haber encontrado al Señor, podremos saciar la sed de los demás; podremos entender su sed y compartir el amor que Él nos dio a nosotros. Hoy, por lo tanto, podemos preguntarnos: ¿Yo tengo sed de Dios, me doy cuenta de que necesito su amor como el agua para beber? Y después: ¿Me preocupo de la sed de los demás? 

Que la Virgen interceda por nosotros y nos sostenga en el camino. 

Saludos después del ángelus

"El próximo viernes se renovará en toda la Iglesia la iniciativa 24 horas para el Seño. UN tiempo dedicado a la oración de adoración y al sacramento de la reconciliación. El viernes por la tarde, iré a una parroquia romana, para la celebración penitencial.

Hace un año, en tal contexto, realizamos el solemne acto de consagración al Corazón Inmaculado de María, invocando el don de la paz. Nuestra súplica sigue vigente. Que no vacile la esperanza. El Señor escucha siempre las súplicas que su pueblo le dirige por intercesión de la madre. Permanezcamos unidos en la solidaridad con nuestros hermanos que sufren a causa de la guerra y, sobre todo, no olvidar al martirizado pueblo ucraniano.

Oración por Ucrania
Oración por Ucrania

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