"La sangre no resuelve nada. Que prevalezca el diálogo" Papa: "También yo me arrodillo en las calles de Myanmar"
"Nosotros no somos solo huéspedes y peregrinos en el camino en esta tierra, somos también huéspedes y peregrinos en el misterio de la Trinidad"
"Es por tanto el Espíritu quien escribe la historia de la Iglesia y del mundo. Nosotros somos páginas abiertas, disponibles a recibir su caligrafía"
"Que nuestra vida sea como la lámpara encendida junto al sagrario, que se consuma en la alabanza a Dios y el servicio a los hermanos, siendo testigos alegres de su presencia en medio del mundo"
"Que nuestra vida sea como la lámpara encendida junto al sagrario, que se consuma en la alabanza a Dios y el servicio a los hermanos, siendo testigos alegres de su presencia en medio del mundo"
Al Papa Francisco le duelen en el alma los conflictos en cualquier parte del mundo. Por eso, tras la audiencia de los miércoles recordó las "dolorosas noticias que llegan de Paraguay", donde un conflicto social provocó daños y víctimas, pero, sobre todo, la martirizada Myanmar. El Papa implora, una vez más, para el país asiático paz y diálogo. "La sangre no resuelve nada. Que prevalezca el diálogo", dice con rotundidad. Y añade: "También yo me arrodillo en las calles de Myanmar". Lo pide de rodillas y "con los brazos abiertos".
Catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy completamos la catequesis sobre la oración como relación con la Santísima Trinidad, en particular con el Espíritu Santo. El primer don de toda existencia cristiana es el Espíritu Santo. No es uno de los muchos dones, sino el Don fundamental. Sin el Espíritu no hay relación con Cristo y con el Padre. Porque el Espíritu abre nuestro corazón a la presencia de Dios y lo atrae a ese “torbellino” de amor que es el corazón mismo de Dios.
Nosotros no somos solo huéspedes y peregrinos en el camino en esta tierra, somos también huéspedes y peregrinos en el misterio de la Trinidad. Somos como Abrahán, que un día, acogiendo en su tienda a tres viajeros, encontró a Dios. Si podemos en verdad invocar a Dios llamándolo “Abbà -Papá”, es porque en nosotros habita el Espíritu Santo; es Él quien nos transforma en lo profundo y nos hace experimentar la alegría conmovedora de ser amados por Dios como verdaderos hijos.
El Catecismo, al respecto, dice: «Cada vez que en la oración nos dirigimos a Jesús, es el Espíritu Santo quien, con su gracia preveniente, nos atrae al camino de la oración. Puesto que Él nos enseña a orar recordándonos a Cristo, ¿cómo no dirigirnos también a él orando? Por eso, la Iglesia nos invita a implorar todos los días al Espíritu Santo, especialmente al comenzar y al terminar cualquier acción importante» (n. 2670). Esta es la obra del Espíritu en nosotros. Él nos “recuerda” a Jesús y lo hace presente en nosotros, para que no se reduzca a un personaje del pasado.
Si Cristo estuviera tan solo lejano en el tiempo, nosotros estaríamos solos y perdidos en el mundo. Pero en el Espíritu todo es vivificado: a los cristianos de todo tiempo y lugar se les abre la posibilidad de encontrar a Cristo. Élno está distante, está con nosotros: todavía educa a sus discípulos transformando su corazón, como hizo con Pedro, con Pablo, con María Magdalena. Es la experiencia que han vivido muchos orantes: hombres y mujeres que el Espíritu Santo ha formado según la “medida” de Cristo, en la misericordia, en el servicio, en la oración...
Es una gracia poder encontrar personas así: nos damos cuenta que en ellos late una vida diferente, su mirada ve “más allá”. No pensemos solo en los monjes, los eremitas; se encuentran también entre la gente común, gente que ha tejido una larga vida de diálogo con Dios, a veces de lucha interior, que purifica la fe. Estos testigos humildes han buscado a Dios en el Evangelio, en la Eucaristía recibida y adorada, en el rostro del hermano en dificultad, y custodian su presenciacomo un fuego secreto.
La primera tarea de los cristianos es precisamente mantener vivo este fuego, que Jesús ha traído a la tierra (cfr Lc12,49), es decir el Amor de Dios, el Espíritu Santo. Sin el fuego del Espíritu las profecías se apagan, la tristeza suplanta la alegría, la costumbre sustituye al amor, el servicio se transforma en esclavitud. Viene a la mente la imagen de la lámpara encendida junto al tabernáculo, donde se conserva la Eucaristía. También cuando la iglesia se vacía y cae la noche, también cuando la iglesia está cerrada, esa lámpara permanece encendida, continúa ardiendo: no la ve nadie, pero arde ante el Señor.
Encontramos también escrito en el Catecismo: «El Espíritu Santo, cuya unción impregna todo nuestro ser, es el Maestro interior de la oración cristiana. Es el artífice de la tradición viva de la oración. Ciertamente hay tantos caminos en la oración como orantes, pero es el mismo Espíritu el que actúa en todos y con todos. En la comunión en el Espíritu Santo la oración cristiana es oración en la Iglesia» (n. 2672).
Es por tanto el Espíritu quien escribe la historia de la Iglesia y del mundo. Nosotros somos páginas abiertas, disponibles a recibir su caligrafía. Y en cada uno de nosotros el Espíritu compone obras originales, porque no habrá nunca un cristiano completamente idéntico a otro. En el campo infinito de la santidad, el único Dios, Trinidad de Amor, hace florecer la variedad de los testigos:todos iguales por dignidad, pero también únicos en la belleza que el Espíritu ha querido que se irradiase en cada uno de aquellos que la misericordia de Dios ha hecho sus hijos.
Anche io mi inginocchio sulle strade del #Myanmar e dico: cessi la violenza; anche io stendo le mie braccia e dico: prevalga il dialogo, il sangue non risolve niente prevalga il dialogo, @Pontifexpic.twitter.com/i1Si95tDpf
— iacopo scaramuzzi 🇪🇺 (@iscaramuzzi) March 17, 2021
Saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
En esta catequesis continuamos reflexionando sobre la oración como relación con la Santísima Trinidad, y en particular con el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el don fundamental de la vida cristiana. Si podemos invocar a Dios llamándolo “Abbá – Papá” es porque el Espíritu Santo habita en nosotros. Sin Él no es posible relacionarnos con Cristo y con el Padre.
Así como Abrahán, que dando hospitalidad a tres viajeros, encontró a Dios, Trinidad de amor, también nosotros estamos llamados a abrirnos a su presencia y a acogerlo en nuestra vida. El Espíritu Santo nos transforma y nos hace experimentar la alegría de sabernos amados y habitados por Dios. Es la experiencia que vivieron los discípulos de Jesús, y que nos relata el Evangelio. Y es también la experiencia que vivieron tantos orantes, hombres y mujeres que el Espíritu Santo formó a la medida del Corazón de Cristo.
Pero no pensemos que los orantes son sólo los monjes o los eremitas. Cuántas personas comunes han encontrado a Dios en el Evangelio, en la Eucaristía y en los hermanos, y cada día dan testimonio humilde de misericordia, de servicio y de oración. Nuestra misión como cristianos es mantener vivo el fuego que Jesús trajo a la tierra, es decir, el amor de Dios. Sin este fuego del Espíritu la tristeza reemplaza a la alegría, el servicio se convierte en esclavitud y la rutina sustituye al amor.
***
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos al Señor que inflame con el fuego del Espíritu Santo nuestros corazones. Que nuestra vida sea como la lámpara encendida junto al sagrario, que se consuma en la alabanza a Dios y el servicio a los hermanos, siendo testigos alegres de su presencia en medio del mundo. Que el Señor los bendiga.
Tras los saludos
"Durante esta semana me han preocupado las noticias que llegan desde Paraguay. Por intercesión de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, pido al Señor Jesús, Príncipe de la Paz, que se pueda encontrar un camino de diálogo sincero para hallar soluciones adecuadas a las actuales dificultades, y así construir juntos la paz tan añorada. Recordemos que la violencia siempre es autodestructiva. Con ella no se gana nada, sino que se pierde mucho, y a veces todo"
Una vez más y con gran tristeza siento la urgencia de evocar la dramática situación de Myanmar, donde tantas personas, especialmente jóvenes, están perdiendo la vida para ofrecer esperanza a su país. Yo también me arrodillo en las calles de Myanmar y digo: ¡parad la violencia! Yo también extiendo mis brazos y digo: ¡que prevalezca el diálogo! El derramamiento de sangre no resuelve nada. Que prevalezca el diálogo.
🔴 El #Papa ante la situación en #Myanmar:
— Eva Fernández (@evaenlaradio) March 17, 2021
“También yo me pongo de rodillas y digo que cese la violencia y que prevalezca el diálogo. La sangre no resuelve nada”#Audienciapic.twitter.com/xzGW1RGCsv
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