Pide a los dirigentes de Sri Lanka que "escuchen las aspiraciones de la gente" y respeten sus derechos El Papa asegura que los ancianos, aunque estén jubilados para el registro, “son una riqueza que hay que valorar”
"Judit vivió más de cien años, una bendición particular. Pero no es raro, hoy, tener muchos años todavía para vivir después de la jubilación"
"La perspectiva de la jubilación coincide para muchos con la de un merecido y deseado descanso de actividades exigentes y cansadas. Pero sucede también que el final del trabajo representa una fuente de preocupación y es esperado con algún temor"
"Para los abuelos, una parte importante de su vocación es sostener a los hijos en la educación de los niños"
"Como ancianos, se pierde un poco la vista, pero la mirada interior se hace más penetrante. Uno se vuelve capaz de ver cosas que antes se le escapaban"
"Para los abuelos, una parte importante de su vocación es sostener a los hijos en la educación de los niños"
"Como ancianos, se pierde un poco la vista, pero la mirada interior se hace más penetrante. Uno se vuelve capaz de ver cosas que antes se le escapaban"
El Papa Francisco continúa, en la audiencia de los miércoles en Plaza de San Pedro, con el ciclo de catequesis sobre la vejez. Hoy, apoyándose en la figura de Judit, aborda el tema de la jubilación, que hoy suele prtesentarse para mucha gente “con muchos años a vivir”. Una jubilación que se presenta, generalmente, como “un merecido descanso” y, al mismo tiempo, acompañada de “algún temor”. Begoglio asegura que, en la jubilación, los ancianos, además de “sostener a los hijos en la edcación de los niños”, son “una riqueza que hay que valorar”, entre otras cosas por que su “mirada interior se hace más penetrante” y se vuelven capaces de “ver cosas que antes se le escapaban”.
Antes de la catequesis, el Papa recorrió, como es habitual, la plaza de San Pedro, repleta de peregrinos, sentado en el papamóvil. Su rodilla le sigue dando quebraderos de cabeza, pero no renuncia al contacto con los fieles y a seguir cumpliendo con sus funciones.
En su saludo en italiano, el Papa recordó la situación conflictiva de Sri Lanka y pidió a sus dirigentes políticos que "escuchen las aspiraciones de la gente" y respeten "los derechos humanos y a las libertades civiles".
Texto íntegro de la catequesis del Papa
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Hoy hablaremos de Judit, una heroína bíblica. La conclusión del libro que lleva su nombre – hemos escuchado un pasaje – sintetiza la última parte de la vida de esta mujer, que defiende a Israel de sus enemigos. Judit es una joven virtuosa y viuda judía que, gracias a su fe, a su belleza y a su astucia, salva la ciudad de Betulia y al pueblo de Judá del asedio de Holofernes, general de Nabucodonosor rey de Asiria, enemigo prepotente y despectivo de Dios.
Después de la gran aventura que la ve como protagonista, Judit vuelve a vivir en su ciudad, Betulia, donde vive una bonita vejez hasta los ciento cinco años. Se podría decir que había llegado para ella el tiempo de la jubilación, como llega para muchas personas: a veces después de una vida de trabajo, a veces después de una existencia aventurera o de gran entrega. El heroísmo no es solamente el de los grandes eventos que caen bajo los focos: a menudo se encuentra en la tenacidad del amor vertido en una familia difícil y a favor de una comunidad amenazada.
Judit vivió más de cien años, una bendición particular. Pero no es raro, hoy, tener muchos años todavía para vivir después de la jubilación. ¿Cómo interpretar, cómo aprovechar este tiempo que tenemos a disposición?
La perspectiva de la jubilación coincide para muchos con la de un merecido y deseado descanso de actividades exigentes y cansadas. Pero sucede también que el final del trabajo representa una fuente de preocupación y es esperado con algún temor: “¿qué haré ahora que mi vida se vaciará de lo que la ha llenado durante tanto tiempo?”. El trabajo cotidiano significa también un conjunto de relaciones, la satisfacción de ganarse la vida, la experiencia de tener un rol, una merecida consideración, una jornada completa que va más allá del simple horario de trabajo.
Por supuesto, hay un compromiso, gozoso y cansado, de cuidar a los nietos; pero sabemos que hoy nacen cada vez menos niños, y los padres suelen estar más distantes, más sujetos a los viajes, con situaciones laborales y domésticas desfavorables. A veces son aún más reacios a confiar espacios educativos a los abuelos, concediéndoles solo aquellos estrictamente relacionados con la necesidad de asistencia. Hoy, los abuelos, son má simportantes, porque tienen pensión. Hay nuevas exigencias, también en el ámbito de las relaciones educativas y parentales, que nos piden remodelar la alianza tradicional entre las generaciones.
Pero, nos preguntamos: ¿nosotros hacemos este esfuerzo por “remodelar”? ¿O simplemente sufrimos la inercia de las condiciones materiales y económicas? La convivencia de las generaciones, de hecho, se alarga. ¿Tratamos, todos juntos, de hacerlas más humanas, más afectuosas, más justas, en las nuevas condiciones de las sociedades modernas? Para los abuelos, una parte importante de su vocación es sostener a los hijos en la educación de los niños. Los pequeños aprenden la fuerza de la ternura y el respeto por la fragilidad: lecciones insustituibles, que con los abuelos son más fáciles de impartir y de recibir. Los abuelos, por su parte, aprenden que la ternura y la fragilidad no son solo signos de la decadencia: para los jóvenes, son pasajes que hacen humano el futuro.
Judit se queda viuda pronto y no tiene hijos, pero, como anciana, es capaz de vivir una época de plenitud y de serenidad, en la conciencia de haber vivido hasta el fondo la misión que el Señor le había encomendado. Para ella es el tiempo de dejar la herencia buena de la sabiduría, de la ternura, de los dones para la familia y la comunidad: una herencia de bien y no solamente de bienes. El bien, no los bienes, es la mejor herencia que podemos dejar.
Precisamente en su vejez, Judit “concedió la libertad a su sierva preferida”. Esto es signo de una mirada atenta y humana en relación con quien ha estado cerca de ella. Como ancianos, se pierde un poco la vista, pero la mirada interior se hace más penetrante. Se ve con el corazón. Uno se vuelve capaz de ver cosas que antes se le escapaban.
Es así: el Señor no encomienda sus talentos solo a los jóvenes y a los fuertes; tiene para todos, a medida de cada uno. La vida de nuestras comunidades debe saber disfrutar de los talentos y de los carismas de tantos ancianos, que para el registro están ya jubilados, pero que son una riqueza que hay que valorar. Esto requiere, por parte de los propios ancianos, una atención creativa y nueva, una disponibilidad generosa. Las habilidades precedentes de la vida activa pierden su parte de constricción y se vuelven recursos de donación: enseñar, aconsejar, construir, curar, escuchar… Preferiblemente a favor de los más desfavorecidos, que no pueden permitirse ningún aprendizaje y que están abandonados a su soledad.
Judit liberó a su sierva y colmó a todos de atenciones. De joven se había ganado la estima de la comunidad con su valentía. De anciana, la mereció por la ternura con la que enriqueció la libertad y los afectos. Judit no es una jubilada que vive melancólicamente su vacío: es una anciana apasionada que llena de dones el tiempo que Dios le dona. Les recomiendo que cojan la Biblia y lean el libro de Judit. Unas diez páginas. Lean su historia: una mujer a la alyura. Así deseo que sean todas nuestras abuelas, que dejen la herencia de la sabiduría sembrada en sus nietos.
Saludo en español
Queridos hermanos y hermanas:
En esta catequesis reflexionamos sobre Judit, una de las heroínas del Antiguo Testamento. Nos dice la Biblia que esta mujer, en su juventud, supo defender a su pueblo de los enemigos que lo asediaban. Después, Judit volvió a su ciudad, Betulia, donde vivió la etapa de su larga ancianidad con plenitud y serenidad, dejando en herencia a los suyos no sólo “bienes”, sino, sobre todo, el testimonio de haber hecho siempre “el bien”.
Podríamos decir que, cuando a Judit le llegó “el tiempo de la jubilación”, supo vivirlo con ternura y generosidad. Tomando en cuenta su ejemplo, pensemos: ¿cómo se vive hoy esa etapa? Los hijos y los nietos, ¿se interesan por los abuelos? Las personas mayores, ¿están dispuestas a compartir con los más jóvenes la riqueza de su sabiduría, a enseñar, aconsejar, curar, escuchar? ¿Nos esforzamos por “remodelar” las relaciones entre las generaciones, a la luz del tiempo que vivimos?
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Los animo a vivir con generosidad el tiempo que Dios nos regala, dedicándolo a su servicio en la entrega a los demás, especialmente a las personas más frágiles y vulnerables. Pidamos esta gracia al Señor por intercesión de María, Madre de la Esperanza. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Saludo en italiano
Dirijo un pensamiento especial al pueblo de Sri Lanka, especialmente a los jóvenes que, en los últimos tiempos, han hecho sentir su grito ante los retos y los problemas sociales y económicos del país. Me uno a las autoridades religiosas para exhortar a todas las partes en conflicto a mantener una actitud pacífica, sin generar violencia. Hago un llamamiento a todos los responsables, para que escuchen las aspiraciones de la gente, mantengan el pleno respeto a los derechos humanos y a las libertades civiles.
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