El Papa deplora la violencia en el Congo y pide "paz duradera" para Ucrania El Papa pide a la Virgen de Aparecida que libere a Brasil "del odio, de la intolerancia y de la violencia"
“También la desolación tiene algo importante que decirnos, y si tenemos prisa en liberarnos de ella, corremos el riesgo de perderla”
“Es importante aprender a leer la tristeza. En nuestro tiempo, está considerada mayoritariamente de forma negativa, como un mal del que huir a toda costa, y sin embargo puede ser una campana de alarma indispensable para la vida”
"Una regla sabia dice no hacer cambios cuando se está desolado"
"Para quien tiene el deseo de realizar el bien, la tristeza es un obstáculo con el que el tentador quiere desanimarnos"
"Una regla sabia dice no hacer cambios cuando se está desolado"
"Para quien tiene el deseo de realizar el bien, la tristeza es un obstáculo con el que el tentador quiere desanimarnos"
Continuando con su ciclo de catequesis sobre el discernimiento, el Papa Francisco aborda una de sus materias: la desolación. A su juicio, “también la desolación tiene algo importante que decirnos, y si tenemos prisa en liberarnos de ella, corremos el riesgo de perderla” y, por eso, “es importante aprender a leer la tristeza”, aunque tenga mala prensa, porque “puede ser una campana de alarma indispensable para la vida”. Eso sí, sin perder de vista nunca que “para quien tiene el deseo de realizar el bien, la tristeza es un obstáculo con el que el tentador quiere desanimarnos” y que, como dice “una regla sabia” de San Ignacio, “no hacer cambios cuando se está desolado”.
En el saludo en portugués, el Papa, en clara referencia a la actualidad política brasileña, pidió a la Virgen de Aparecida que "libere al país del odio, de la intolerancia y de la violencia".
En su saludo en italiano, el Papa recordó y rezó por la paz en el Congpo y en Ucrania:
“Asistimos horrorizados a los acontecimientos que continúan ensangrentado la República democrática del Congo. Expreso mi firme denuncia por el deplorable asalto, que tuvo lugar hace unos días en Maboya, donde han sido asesinadas personas inermes, entre ellas una religiosa dedicada en la asistencia sanitaria. Recemos por las víctimas y por sus familiares, asi como por aquella comunidad cristiana y por los habitantes de esa región desde hace demasiado tiempo azotados por la violencia”.
“No olvidemos de seguir rezando por la martirizada Ucrania. Que el Señor proteja a su gente y la conduzca por el camino de una paz duradera”
Catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El discernimiento, lo hemos visto en las catequesis precedentes, no es principalmente un procedimiento lógico; este se centra en las acciones, y las acciones tienen una connotación afectiva, que debe ser reconocida, porque Dios habla al corazón. Entramos entonces en la primera modalidad afectiva, objeto de discernimiento: la desolación. ¿De qué se trata?
La desolación ha sido definida así: «Escuridad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y Señor» (S. IGNACIO DE L., Ejercicios espirituales, 317). Creo que todos nosotros de alguna manera hemos experimentado la desolación. Todos tenemos experiencia de la desolación. El problema es cómo poder leerla, porque también esta tiene algo importante que decirnos, y si tenemos prisa en liberarnos de ella, corremos el riesgo de perderla.
Nadie quisiera estar desolado, triste. Todos quisiéramos una vida siempre alegre, feliz y satisfecha. Pero esto, además de no ser posible, tampoco sería bueno para nosotros. De hecho, el cambio de una vida orientada al vicio puede empezar por una situación de tristeza, de remordimiento por lo que se ha hecho. Es muy bonita la etimología de esta palabra, “remordimiento”: literalmente es la conciencia que muerde, que no da paz. Alessandro Manzoni, en Los novios, nos dio una espléndida descripción del remordimiento como ocasión para cambiar de vida.
Se trata del célebre diálogo entre el cardenal Federico Borromeo y el Innominado, el cual, después de una noche terrible, se presenta destrozado donde el cardenal, que se dirige a él con palabras sorprendentes: «“Traéis una dichosa nueva que darme: ¿por qué me hacéis esperar tanto?” “¿Dichosa nueva yo? ¿Yo, que tengo en el corazón un infierno? ¿Qué nueva dichosa, decidme, pues parece que lo sabéis […]?”. “Es claro: la de que Dios os ha tocado el corazón”, respondió con sencilla mansedumbre el cardenal» (cap. XXIII). El hombre de Dios sabe notar en profundidad lo que se mueve en el corazón.
Es importante aprender a leer la tristeza. Todos sabemos lo que es la tristeza. ¿Sabemos leerla? En nuestro tiempo, está considerada mayoritariamente de forma negativa, como un mal del que huir a toda costa, y sin embargo puede ser una campana de alarma indispensable para la vida, invitándonos a explorar paisajes más ricos y fértiles que la fugacidad y la evasión no consienten. Santo Tomás define la tristeza un dolor del alma: como los nervios para el cuerpo, despierta la atención ante un posible peligro, o un bien desatendido (cfr Summa Th. I-II, q. 36, a. 1). Po eso es indispensable para nuestra salud, nos protege para que no nos hagamos mal a nosotros mismos y a los otros. Sería mucho más grave y peligroso no tener este sentimiento.
Para quien tiene el deseo de realizar el bien, la tristeza es un obstáculo con el que el tentador quiere desanimarnos. En tal caso, se debe actuar de forma exactamente contraria a lo sugerido, decididos a continuar lo que nos habíamos propuesto hacer (cfr Ejercicios espirituales, 318). Pensemos en el estudio, en la oración, en un compromiso asumido: si los dejáramos apenas sentimos aburrimiento o tristeza, no concluiríamos nunca nada. Esta también es una experiencia común a la vida espiritual: el camino hacia el bien, recuerda el Evangelio, es estrecho y cuesta arriba, requiere un combate, un vencerse a sí mismo. Empiezo a rezar, o me dedico a una buena obra y, extrañamente, precisamente entonces me vienen a la mente cosas para hacer con urgencia.
Es importante, para quien quiere servir al Señor, no dejarse guiar por la desolación. Lamentablemente, algunos deciden abandonar la vida de oración, o la elección emprendida, el matrimonio o la vida religiosa, empujados por la desolación, sin pararse antes a leer este estado de ánimo, y sobre todo sin la ayuda de una guía. Una regla sabia dice no hacer cambios cuando se está desolado. Será el tiempo sucesivo, más que el humor del momento, el que muestra la bondad o no de nuestras elecciones.
Es interesante notar, en el Evangelio, que Jesús rechaza las tentaciones con una actitud de firme determinación (cfr Mt 3,14-15; 4,1-11; 16,21-23). Las situaciones de prueba le llegan desde varias partes, pero siempre, encontrando en Él esta firmeza, decidida a cumplir la voluntad del Padre, disminuyen y cesan de obstaculizar el camino. En la vida espiritual la prueba es un momento importante, la Biblia lo recuerda explícitamente: «Si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba» (Sir 2,1). Es como cuando un profesor examina al estudiante: si ve que conoce los puntos esenciales de la materia, no insiste: ha superado la prueba.
Si sabemos atravesar soledad y desolación con apertura y conciencia, podemos salir reforzados bajo el aspecto humano y espiritual. Ninguna prueba está fuera de nuestro alcance; San Pablo recuerda que nadie es tentado más allá de sus posibilidades, porque el Señor no nos abandona nunca y, con Él cerca, podemos vencer toda tentación (cfr 1 Cor 10,13). Y si no la vencemos hoy, alcémonos, y la venceremos mañana, pero no permanecer vencidos por un momento dee tristeza y desolación.
Saludo en español
Queridos hermanos y hermanas:
En este ciclo de catequesis dedicado al discernimiento, hoy reflexionamos sobre la desolación. Todo lo que hacemos tiene una connotación afectiva, y es necesario reconocer —o sea, discernir— lo que “se mueve” en nuestro interior, porque Dios habla al corazón. Cuando los movimientos interiores se caracterizan por la turbación, la tristeza y las tentaciones; cuando sentimos que perdemos la esperanza y nos alejamos de Dios, estamos experimentando la desolación.
Nadie quisiera tener que pasar por esos momentos de oscuridad, pero a todos nos llegan. Y si sabemos “leerlos”, rezarlos y confrontarlos con un guía espiritual, pueden ayudarnos a madurar y a afrontar la vida de otra manera, más “arraigados y firmes en la fe”. También es importante, cuando llega la prueba, “no hacer mudanza”, es decir, permanecer fuertemente unidos al Señor y no desviarnos del camino que nos conduce hacia Él. Así, con la gracia de Dios, podremos fortalecernos y seguir viviendo con mayor paz y libertad.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. El próximo martes celebramos la Solemnidad de Todos los Santos. Pidamos que, siguiendo su ejemplo de entrega a la voluntad de Dios, no nos desanimemos en los momentos de desolación, y sepamos confiar siempre en Él y en su amor infinito que no nos abandona. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
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