Francisco, preocupado, confía Ucrania a la Virgen y a la conciencia de los políticos La pregunta del Papa a los creyentes: "¿Me dejo 'desencajar por dentro' por la paradoja de las Bienaventuranzas, o me mantengo dentro del perímetro de mis propias ideas?"
"Las noticias que llegan de Ucrania son muy preocupantes. Confío a la Virgen y a la conciencia de los responsables políticos todos los esfuerzos por la paz. Recemos en silencio"
"Las Bienaventuranzas, de hecho, definen la identidad del discípulo de Jesús"
"El discípulo de Jesús no encuentra su alegría en el dinero u otros bienes materiales"
"Quien está demasiado apegado a sus propias ideas y a las propias seguridades, casi nunca sigue realmente a Jesús"
"El discípulo, en otras palabras, acepta la paradoja de las Bienaventuranzas: estas declaran que es dichoso, es decir, feliz, quien es pobre, quien carece de tantas cosas y lo reconoce"
"El discípulo de Jesús no encuentra su alegría en el dinero u otros bienes materiales"
"Quien está demasiado apegado a sus propias ideas y a las propias seguridades, casi nunca sigue realmente a Jesús"
"El discípulo, en otras palabras, acepta la paradoja de las Bienaventuranzas: estas declaran que es dichoso, es decir, feliz, quien es pobre, quien carece de tantas cosas y lo reconoce"
"El discípulo, en otras palabras, acepta la paradoja de las Bienaventuranzas: estas declaran que es dichoso, es decir, feliz, quien es pobre, quien carece de tantas cosas y lo reconoce"
En su catequesis, desde la cátedra de la ventana, el Papa Francisco aborda el tema de la “paradoja de las bienaventuranzas”, que “definen la identidad del discípulo”. Y es que, en contra de lo que sostiene el mundo, “el discípulo de Jesús no encuentra su alegría en el dinero u otros bienes materiales”, porque sólo “es dichoso, es decir, feliz, quien es pobre, quien carece de tantas cosas y lo reconoce”. Por eso, Francisco invita a las creyentes a hacerse esta pregunta: “¿Me dejo 'desencajar por dentro' por la paradoja de las Bienaventuranzas, o me mantengo dentro del perímetro de mis propias ideas?”
Las palabras del Papa en la oración del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el centro del Evangelio de la Liturgia de hoy están las Bienaventuranzas (cf. Lc 6,20-23). Es interesante observar que Jesús, a pesar de estar rodeado de una gran multitud, las proclama volviéndose "hacia sus discípulos" (v. 20). Las Bienaventuranzas, de hecho, definen la identidad del discípulo de Jesús. Pueden sonar extrañas, casi incomprensibles para quien no es discípulo, pero si nos preguntamos cómo es un discípulo de Jesús, la respuesta es precisamente las Bienaventuranzas.
Veamos la primera, que es la base de todas las demás: "Dichosos vosotros, los pobres, porque vuestro es el reino de Dios" (v. 20). Dichosos vosotros, los pobres. Dos cosas dice Jesús de los suyos: que son dichosos y pobres; que son dichosos porque son pobres.
¿En qué sentido? En el sentido de que el discípulo de Jesús no encuentra su alegría en el dinero u otros bienes materiales, sino en los dones que recibe cada día de Dios: la vida, la creación, los hermanos y las hermanas, etc. Incluso los bienes que posee los comparte con gusto, porque vive en la lógica de Dios que es la gratuidad. Esta pobreza es también una actitud ante el sentido de la vida: el discípulo de Jesús no cree que lo posee, que ya lo sabe todo, sino que sabe que debe aprender cada día. Por ello, es una persona humilde y abierta, sin prejuicios ni rigidez.
Hay un bello ejemplo en el Evangelio del domingo pasado: Simón Pedro, pescador experto, acepta la invitación de Jesús de echar las redes a una hora inusual; y luego, lleno de asombro por la prodigiosa pesca, deja la barca y todas sus posesiones para seguir al Señor. Pedro demuestra ser dócil dejando todo, y así se convierte en discípulo. Sin embargo, quien está demasiado apegado a sus propias ideas y a las propias seguridades, casi nunca sigue realmente a Jesús. Tal vez lo escucha, pero no lo sigue. Y así cae en la tristeza. Se entristece porque las cuentas no cuadran, porque la realidad se escapa de sus esquemas mentales y se encuentra insatisfecho. El discípulo, en cambio, sabe cuestionarse, sabe buscar a Dios humildemente cada día, y eso le permite adentrarse en la realidad, acogiendo su riqueza y complejidad.
El discípulo, en otras palabras, acepta la paradoja de las Bienaventuranzas: estas declaran que es dichoso, es decir, feliz, quien es pobre, quien carece de tantas cosas y lo reconoce. Humanamente, se nos induce a pensar de otra manera: feliz es quien es rico, quien está lleno de bienes, el que recibe aplausos y es envidiado por muchos.
Jesús, por el contrario, declara que el éxito mundano es un fracaso, ya que se basa en un egoísmo que infla y luego deja un vacío en el corazón. Ante la paradoja de las Bienaventuranzas, el discípulo se deja meter en crisis, consciente de que no es Dios quien debe entrar en nuestras lógicas, sino nosotros en las suyas.
Esto requiere de un camino, a veces fatigoso, pero siempre acompañado de alegría. Porque, recordemos, la primera palabra de Jesús es: dichosos. Esto es el sinónimo de ser discípulos de Jesús. El Señor, al liberarnos de la esclavitud del egocentrismo, desencaja nuestras cerrazones, disuelve nuestra dureza y nos abre la verdadera felicidad, que a menudo se encuentra donde nosotros no pensamos.
Entonces podemos preguntarnos: ¿yo tengo la disponibilidad del discípulo? ¿O me comporto con la rigidez de quien se siente cómodo, bien y siente que ya ha llegado? ¿Me dejo "desencajar por dentro" por la paradoja de las Bienaventuranzas, o me mantengo dentro del perímetro de mis propias ideas? Y luego, más allá de las penurias y dificultades, ¿siento la alegría de seguir a Jesús? Este es el rasgo más destacado del discípulo: la alegría del corazón.
Que la Virgen, la primera discípula del Señor, nos ayude a vivir como discípulos abiertos y alegres.
Saludos tras el ángelus
"Las noticias que llegan de Ucrania son muy preocupantes. Confío a la Virgen y a la conciencia de los responsables políticos todos los esfuerzos por la paz. Recemos en silencio".
Etiquetas