“Por favor, cuiden a los ancianos y no los abandonen, porque son la presencia de la historia y de la familia” Papa: “Si hay que mandar a los ancianos a una residencia, vayan a verlos y lleven a sus hijos a verlos”
"Este amor especial que se abre el camino en la forma del honor – ternura y respeto al mismo tiempo – destinada a la edad anciana está sellado por el mandamiento de Dios"
"Nosotros hoy hemos descubierto el término “dignidad”, para indicar el valor del respeto y del cuidado de la vida de todos. Dignidad, aquí, equivale sustancialmente al honor"
"Los chicos que queman la manta de un 'vagabundo', porque lo ven como un desecho humano, son la punta del iceberg, es decir del desprecio por una vida que, lejos de las atracciones y de las pulsiones de la juventud, aparece ya como una vida de descarte"
"Esa forma especial de amor que es el honor, me parece todavía frágil e inmadura"
"Los chicos que queman la manta de un 'vagabundo', porque lo ven como un desecho humano, son la punta del iceberg, es decir del desprecio por una vida que, lejos de las atracciones y de las pulsiones de la juventud, aparece ya como una vida de descarte"
"Esa forma especial de amor que es el honor, me parece todavía frágil e inmadura"
En la plaza, todavía decorada con las flores de Pascua, se escenifica la Iglesia de la primavera. El Papa Francisco doliente, pero reconfortado por el 'santo pueblo de Dios' reanuda sus catequesis de los miércoles a cielo abierto, y continúa con el tema de la vejez, glosando el 'honrarás a tu padre y a tu madre'. Para Bergoglio, lo que merecen los ancianos es dignidad o, dicho en forma clásica, honor, que es ternura y respeto al mismo tiempo.
Por eso, invita a seguir luchando contra la cultura del descarte y seguir promoviendo “esa forma especial de amor que es el honor”, que le “parece todavía frágil e inmadura”. Porque “este desprecio, que deshonra al anciano, en realidad nos deshonra a todos nosotros”. De ahí que el Papa inste, una y otra vez, a honrar a los ancianos: “Por favor, cuidar a los ancianos, porque son la presencia de la historia y de la familia. Por favor, no los abandonen”. Y añade que, “si hay que mandarles a una residencia, vayan a verlos y lleven a sus hijos a verlos”.
Primera audiencia de los miércoles tras la pandemia celebrada en la plaza de San Pedro. Y el Papa, a pesar del dolor de su rodilla, recupera la tradición de recorrer la plaza para saludar a su gente, la que le da fuerzas para seguir remando. Las dificultades del Papa para caminar son evidentes, de tal forma que el papamóvil asciende hasta el sagrado, para dejar a Francisco al lado del estrado de la audiencia.
Texto completo de la catequesis papal
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, con la ayuda de la Palabra de Dios, abrimos un pasaje a través de la fragilidad de la edad anciana, marcada de forma especial por las experiencias del desconcierto y del desánimo, de la pérdida y del abandono, de la desilusión y la duda. Naturalmente, las experiencias de nuestra fragilidad, frente a las situaciones dramáticas – a veces trágicas – de la vida, pueden suceder en todo tiempo de la existencia. Sin embargo, en la edad anciana estas pueden suscitar menos impresión e inducir en los otros una especie de hábito, incluso de molestia. ¡Cuántas veces hemos dicho o pensado: estos viejos cuánto molestan. Las heridas más graves de la infancia y de la juventud provocan, justamente, un sentido de injusticia y de rebelión, una fuerza de reacción y de lucha. Sin embargo, las heridas, también graves, de la edad anciana están acompañadas, inevitablemente, por la sensación de que, sea como sea, la vida no se contradice, porque ya ha sido vivida. Y, así, los viejos son alejados.
En la común experiencia humana, el amor – como se dice – es descendiente: no vuelve sobre la vida que está detrás de las espaldas con la misma fuerza con la que se derrama sobre la vida que está todavía delante. La gratuidad del amor aparece también en esto: los padres lo saben desde siempre, los ancianos lo aprenden pronto. A pesar de eso, la revelación abre un camino para una restitución diferente del amor: es el camino de honrar a quien nos ha precedido.
Este amor especial que se abre el camino en la forma del honor – ternura y respeto al mismo tiempo – destinada a la edad anciana está sellado por el mandamiento de Dios. «Honrar al padre y a la madre» es un compromiso solemne, el primero de la “segunda tabla” de los diez mandamientos. No se trata solamente del propio padre y de la propia madre. Se trata de la generación y de las generaciones que preceden, cuya despedida también puede ser lenta y prolongada, creando un tiempo y un espacio de convivencia de larga duración con las otras edades de la vida. En otras palabras, se trata de la vejez de la vida.
Honor es una buena palabra para enmarcar este ámbito de restitución del amor que concierne a la edad anciana. Nosotros hoy hemos descubierto el término “dignidad”, para indicar el valor del respeto y del cuidado de la vida de todos. Dignidad, aquí, equivale sustancialmente al honor.
Pensemos bien en esta bonita declinación del amor que es el honor. El cuidado mismo del enfermo, el apoyo a quien no es autosuficiente, la garantía del sustento, les puede faltar el honor. El honor falla cuando el exceso de confianza, en vez de declinarse como delicadeza y afecto, ternura y respeto, se convierte en rudeza y prevaricación. Cuando la debilidad es reprochada, e incluso castigada, como si fuera una culpa. Cuando el desconcierto y la confusión se convierten en una apertura para la burla y la agresividad.
Puede suceder incluso entre las paredes domésticas, en las residencias, como también en las oficinas o en los espacios abiertos de la ciudad. Animar en los jóvenes, también indirectamente, una actitud de suficiencia – e incluso de desprecio – en relación con la edad anciana, de sus debilidades y de su precariedad, produce cosas horribles. Abre el camino a excesos inimaginables. Los chicos que queman la manta de un “vagabundo”, porque lo ven como un desecho humano, son la punta del iceberg, es decir del desprecio por una vida que, lejos de las atracciones y de las pulsiones de la juventud, aparece ya como una vida de descarte. Despreciar a los viejos es descartarles.
Este desprecio, que deshonra al anciano, en realidad nos deshonra a todos nosotros. El pasaje del Libro del Eclesiástico, es justamente duro en relación con este deshonor, que clama venganza a los ojos de Dios. Existe un pasaje, en la historia de Noé, muy expresivo en relación con esto. El viejo Noé, héroe del diluvio y todavía gran trabajador, yace descompuesto después de haber bebido algún vaso de más. Los hijos, por no hacerle despertar en la vergüenza, lo cubren con delicadeza, con la mirada baja, con gran respeto. Este texto es muy bonito y dice todo del honor debido al anciano. Cubrir las debilidades del anciano.
No obstante todas las providencias materiales que las sociedades más ricas y organizadas ponen a disposición de la vejez – de las cuales podemos ciertamente estar orgullosos -, la lucha por la restitución de esa forma especial de amor que es el honor, me parece todavía frágil e inmadura. Debemos hacer de todo para sostenerla y animarla, ofreciendo mejor apoyo social y cultural a aquellos que son sensibles a esta decisiva forma de “civilización del amor”.
Quiero aconsejar a los padres: acercar los niños a los ancianos, incluso cuando están enfermos. No alejar a los ancianos. Y si hay que mandarles a una residencia, vayan a verlos y lleven a sus hijos a verlos. En Buenos Aires, iba a menudo a visitar las residencias. Una vez, le pregunté a un señora si le iban a visitar sus hijos. Me dijo que sí y me mintió para cubrir a sus hijos. La enfermera me dijo, después, que hacía seis meses que no la iban a ver. Por favor, cuidar a los ancianos, porque son la presencia de la historia y de la familia. Por favor, no los abandonen. No es una cuestión de cosméticos y de cirugía plástica. Más bien es una cuestión de honor, que debe transformar la educación de los jóvenes respecto a la vida y a sus fases. El amor por lo humano que nos es común, incluido el honor por la vida vivida, no es una cuestión para los ancianos. Más bien, es una ambición que iluminará a la juventud que hereda sus mejores cualidades. La sabiduría del Espíritu de Dios nos conceda abrir el horizonte de esta auténtica revolución cultural con la energía necesaria.
Saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
Retomamos nuestras catequesis sobre la ancianidad, y hoy, con ayuda de la Palabra de Dios, reflexionamos sobre lo que significa “honra a tu padre y a tu madre”. Este mandamiento no se refiere solamente a los padres biológicos, sino al respeto y el cuidado que se debe procurar a las generaciones que nos preceden, es decir, a todas las personas mayores. Además, consideremos que no se trata sólo de “honrar” a los ancianos cubriendo sus necesidades materiales sino, sobre todo, de “honrarlos” —de “dignificarlos”— con el amor, la cercanía y la escucha.
Muchas veces, lamentablemente, los ancianos son objeto de burlas, incomprensiones y desprecios. Incluso, llegan a ser víctimas de la violencia. Por eso, es importante que transmitamos a las jóvenes generaciones que el amor a la vida hay que manifestarlo siempre, en todas sus etapas, desde la concepción hasta su fin natural, e incluye de modo especial honrar la vida vivida por nuestros mayores con ternura y respeto.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. En estos días de Pascua, pidamos a Cristo resucitado que nos conceda delicadeza y paciencia para tratar con las personas que nos rodean, especialmente con quienes están atravesando la etapa de la ancianidad. ¡Felices Pascuas de Resurrección! Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Saludo en polaco
Saludo cordialmente a todos los polacos. El domingo celebraremos la fiesta de la Divina Misericordia. Cristo nos enseña que el hombre no sólo experimenta la misericordia de Dios, sino que también está llamado a mostrarla al prójimo. Le agradezco especialmente su misericordia hacia tantos refugiados de Ucrania, que han encontrado puertas abiertas y corazones generosos en Polonia. Que Dios les recompense por su bondad. Recemos también con confianza a Cristo Misericordioso por los ancianos, los enfermos y los afligidos. Que Cristo resucitado reavive en nosotros la esperanza y el espíritu de fe. Te bendigo de corazón.
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