Roma conoció, y tapó, durante medio siglo, los abusos de Marcial Maciel
Durante medio siglo, el Vaticano supo de los desmanes de Marcial Maciel, sin que hiciera nada al respecto. Roma conocía las adicciones del fundador de la Legión de Cristo a la morfina, su doble vida y sus relaciones con seminaristas, y de hecho, en 1956, Pío XII lo apartó de la dirección del movimiento que había fundado en 1941
Pero la muerte de Pacelli, en 1958, y otras intrigas, permitieron a Maciel regresar a la dirección de la Legión, llegando a ser nombrado 'apóstol de la juventud' por Juan Pablo II. No fue hasta 2006 cuando Benedicto XVI conminó a Maciel a una vida de silencio y oración
Durante medio siglo, el Vaticano supo de los desmanes de Marcial Maciel, sin que hiciera nada al respecto. Roma conocía las adicciones del fundador de la Legión de Cristo a la morfina, su doble vida y sus relaciones con seminaristas, y de hecho, en 1956, Pío XII lo apartó de la dirección del movimiento que había fundado en 1941. Pero la muerte de Pacelli, en 1958, y otras intrigas, permitieron a Maciel regresar a la dirección de la Legión, llegando a ser nombrado 'apóstol de la juventud' por Juan Pablo II. No fue hasta 2006 cuando Benedicto XVI conminó a Maciel a una vida de silencio y oración.
Pero, ¿se pudieron haber evitado muchos de los abusos? La respuesta, tras examinar los archivos del Papa Pío XII, parece clara. Según revela Massimo Franco en el suplemento cultural La Lettura del Corriere della Sera, ya se conocía cómo los funcionarios vaticanos tenían dudas de la moralidad de Maciel, su consumo de drogas, sus imprudencias financieras y los abusos sexuales de sus jóvenes seminaristas.
"Sin embargo, la Santa Sede tardó más de medio siglo en sancionar a Maciel, y aún más en reconocer que era un fraude religioso y un estafador que abusó de sus seminaristas, tuvo tres hijos y creó una orden religiosa secreta y sectaria para ocultar su doble vida", relata Ap, que apunta a " detalles nuevos", incluida documentación inédita de la Secretaría de Estado.
Documentación inédita
¿Qué nos cuentan los archivos? Que Pío XII decidió tomar medidas enérgicas contra Maciel en 1956, y que tenía previsto apartarlo del ministerio sacerdotal. Pero su muerte permitió a los partidarios del religioso mexicano seguir campando a sus anchas. ¿Quién ayudó a Maciel a evadir las sanciones? Tal y como se lee en el suplemento cultural La Lettura del Corriere della Sera, el borrador de un memorándum fechado el 1 de octubre de 1956, y redactado por el número 3 de la oficina vaticana para las órdenes religiosas, señala que el Vaticano suspendía a Maciel como superior de la Legión, y le conminaba a desintoxicarse de su adicción a la morfina. Junto a ello, la nota original le prohibía tener contacto con jóvenes seminaristas, so pena de ser suspendido del mnisterio sacerdotal.
El autor de la nota, el reverendo Giovanni Battista Scapinelli, escribió que si Maciel acudía a la congregación "le ordenaré que se trate, q ue abandone cualquier contacto con sus alumnos hasta que la congregación diga lo contrario. Y si no se presenta, en dos días, se deberá dar una orden preventiva a Maciel: O vas a tratarte o permanecerás suspendido a divinis". Sin embargo, un borrador posterior -publicado por las víctimas de Maciel en 2012- muestra cómo Scapinelli se limitó a ordenar al sacerdote que recibiera tratamiento médico, pero ya no había rastro de la orden de apartarse de los jóvenes.
Pizzardo, ¿protector de Maciel?
"Todas las versiones del memorándum del 1 de octubre de 1956 -escribe Ap- dejan claro que Maciel tenía un gran protector en el Vaticano, el cardenal Giuseppe Pizzardo, número 2 de la poderosa Congregación para la Doctrina de la Fe". Otros documentos señalan que la Congregación para los Religiosos "no pudo proceder más contra F. Maciel debido a las recomendaciones e intervenciones de personalidades de alto rango".
Tras la muerte de Pío XII, dos años después, los partidarios de Maciel lograron reinstalarse como superior de la Legión, a comienzos de 1959. El resto de la historia ya es sabida. Maciel murió en 2008, dos años después de la sanción de Benedicto XVI, que se produjo medio siglo después de que el Vaticano pudiera parar los pies, definitivamente, al que es considerado el mayor depredador sexual de la Iglesia católica en el último siglo.