Desde la llegada del argentino a Doctrina de la Fe, los críticos con el Papa tienen respuesta Viganó, Burke, Strickland… ‘Tucho’ afila los colmillos de Francisco
Desde que ‘Tucho’ Fernández llegó al Vaticano, se ha dicho basta y, con pocas semanas de diferencia, a finales de 2023, el Papa dejó sin diócesis a Joseph Strickland, obispo de Tyler, en Texas, y sin los 400 metros de apartamento y sin el sueldo mensual de unos 5.000 euros al cardenal Leo Burke
Hasta la llegada de Fernández al edificio de Doctrina de la Fe, Francisco apenas respondió a las aceradas e irrespetuosas críticas de un puñado de cardenales o curiales de todo pelo. Bergoglio prefería que el tiempo (la edad, que conlleva la renuncia a los cargos, en este caso, como fue tanto con Müller o el cardenal Sarah) fuese encargándose de acallar los desplantes
De lo que se trata es de que, quienes hasta ahora han campado a sus anchas en la descalificación grosera del Papa, tengan claro que esa actitud que tan poco tiene que ver con la comunión ya no cae en saco roto
De lo que se trata es de que, quienes hasta ahora han campado a sus anchas en la descalificación grosera del Papa, tengan claro que esa actitud que tan poco tiene que ver con la comunión ya no cae en saco roto
Acaba de hacer ahora un año, desde la habitación en la que estaba ingresado en el Policlínico Gemelli, el papa Francisco telefoneó a Víctor Manuel ‘Tucho’ Fernández, un compatriota argentino de 60 años, exrector de la Universidad Católica Argentina, para pedirle que -esta vez sí- aceptase su nombramiento como prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
Era la segunda vez que el Papa se lo pedía y el entonces también arzobispo de La Plata supo que esa vez no podía negarse. Enfermo, debilitado, rodeado de críticos, contrarios y quintacolumnistas que ponían palos en las ruedas de sus reformas sin renunciar a ningún método, Fernández entendió que ahora le tocaba a él inmolarse por quien en su país natal le había protegido cuando aquel joven profesor estaba bajo la lupa del Vaticano, de la todopoderosa congregación que ahora le ofrecía presidir para ayudar precisamente a afianzar el magisterio del pontífice argentino.
Un año después de aquel nombramiento -que, efectivamente, fue muy criticado, empezando nada menos que por uno de sus antecesores en el cargo, el cardenal Gerhard L. Müller, que arremetió contra ‘Tucho’, desvelando que en Doctrina de la Fe había habido un expediente sobre él-, el también ahora cardenal Fernández acaba de añadir una pieza más en el catálogo de los críticos ‘represaliados’ con la total aquiescencia del Papa, una lista de excelencias reverendísimas y monseñores que hasta ahora se habían ido de rositas sin tener el coraje, eso sí, de abandonar ni sus inmensos apartamentos vaticanos ni sus correspondientes emolumentos como exmiembros de la Curia.
Hasta la llegada de Fernández al edificio de Doctrina de la Fe, cuyas paredes guardan los ecos y lamentos de tantos teólogos interrogados, cuestionados y silenciados, algo que, tal y como le pidió el Papa, ahora ha pasado a un segundo lugar, Francisco apenas respondió a las aceradas e irrespetuosas críticas de un puñado de cardenales o curiales de todo pelo. Bergoglio prefería que el tiempo (la edad, que conlleva la renuncia a los cargos, en este caso, como fue tanto con Müller o el cardenal Sarah) fuese encargándose de acallar los desplantes. No siempre sucedió, sin embargo.
Muerte de Benedicto XVI: punto de inflexión
Pero fue sobre todo tras la muerte del Papa emérito, Benedicto XVI, el 31 de diciembre de 2022, cuando los contrarios perdieron incluso las pocas formas que habían mantenido y arreciaron con saña los ataques. Sintomática fue la puñalada en forma de memorias de il Bello Giorgio, con Ratzinger todavía de cuerpo presente. Bergoglio aguantó incluso esa arremetida de George Gänswein. Unas semanas después, y tras varios encuentros en donde trató de no romper la baraja, invitó al exsecretario de Benedicto y exjefe de la Casa Pontificia a que hiciera sus maletas.
Al medio año de la muerte del Papa emérito, ya de alguna manera sin el escudo protector que, a pesar de todo, ejercía sobre Bergoglio, enfurecidos los críticos por los temas que estaban saliendo en la elaboración del Sínodo de la Sinodalidad, Francisco hizo aquella llamada desde el hospital. Vente. Hay que fijar lo hecho hasta ahora. Y despejar el terreno de juego. Toca inmolación.
El arzobispo Carlo Maria Viganò, exnuncio en Estados Unidos, promotor de una campaña en la que acusó a Francisco de haber encubierto los abusos sexuales del cardenal McCarrick (a quien el propio Papa había retirado su condición de cardenal y ordenado su reclusión) es, hasta ahora, el último de la lista de Fernández tras conocerse que se le ha abierto una investigación de Doctrina de la Fe por haber negado la legitimidad de este Papa y del Concilio Vaticano II, lo que le puede acabar en su excomunión.
Un seminario antiBergoglio
Es cierto que no parece importarle mucho a Viganó, quien hace tiempo se siente ajeno a la Iglesia católica, por lo que, a imagen y semejanza de su “venerable arzobispo Lefebvre", hace ya un año anunció la creación en Viterbo de un centro “para clérigos y religiosos que fueron objeto de las purgas bergoglianas”, según señaló desde su página web.
Junto con eso, pretende crear un seminario en el que, tras "una necesaria selección de candidatos”, busca “dar a todos la oportunidad de asimilar el enfoque tradicional de una comunidad eclesiástica inspirada en los dictados de la reforma querida por San Carlo Borromeo en aplicación de los decretos del Concilio de Trento". Con lo que parece claro que no le preocupa mucho el expediente que le ha abierto Fernández, a quien seguro que tampoco eso le roba la quietud.
De lo que se trata es de que, quienes hasta ahora han campado a sus anchas en la descalificación grosera del Papa, tengan claro que esa actitud que tan poco tiene que ver con la comunión ya no cae en saco roto. Y, por ejemplo, desde que ‘Tucho’ Fernández llegó al Vaticano, se ha dicho basta y, con pocas semanas de diferencia, a finales de 2023, el Papa dejó sin diócesis a Joseph Strickland, obispo de Tyler, en Texas, y sin los 400 metros de apartamento y sin el sueldo mensual de unos 5.000 euros al cardenal Leo Burke, uno de los más acérrimos enemigos de su pontificado y las reformas emprendidas, y que, ya sin cargos oficiales, seguía apoltronado en el Vaticano.
Era la respuesta a las sostenidas campañas en las que ambos -pero no solo- participaban, alentando la resistencia a quienes “socaban el depósito de la Fe”, algo de lo que un Strickland muy activo en las redes sociales acusó al Papa. El Vaticano nunca reconoció que su destitución se debía a su posición extremadamente frontal a las decisiones del Francisco. Bastó con expedir una visita apostólica que revisara la forma de gobierno y dotes de liderazgo del obispo para decidir, finalmente, que había que pedir su renuncia, algo a lo que se negó Strickland, por lo que fue directamente relevado.
Otra muesca en las paredes del imponente edificio de Doctrina de la Fe, que ha dejado de perseguir teólogos para meter en cintura a curiales. Pro no sólo eso. Fernández ha llegado para 'fijar' el magisterio de Francisco, como se vio con la nota sobre las bendiciones a parejas homosexuales o tras 'afeitar' el documento 'Dignitas infinita', que incidía en la pastoral del 'no a todo' de otros pontificados.