"Hay una fraternidad de la sangre que nos precede", glosa el Pontífice Francisco y el patriarca Daniel llaman a "reavivar la memoria de la comunión" frente a "la cultura del odio"
El Papa y el patriarca ortodoxo reivindican el "unidad, unidad" que el pueblo gritó a Juan Pablo II y Teoctsit hace veinte años
Bergoglio advierte de una "globalización uniformadora" que "ha contribuido a desarraigar los valores de los pueblos, debilitando la ética y la vida en común"
Daniel: "Estamos llamados hoy a defender y promover la fe en Cristo y en los valores cristianos en una Europa muy secularizada"
Daniel: "Estamos llamados hoy a defender y promover la fe en Cristo y en los valores cristianos en una Europa muy secularizada"
La "memoria de las raíces". La misma que hace 20 años pidieron "unidad, unidad", durante el encuentro entre Juan Pablo II y Teoctist, resonó esta tarde en Palacio del Patriarcado, donde su Beatitud Daniel recibió al Papa Francisco. "Tenemos que reavivar la memoria de la comunión", glosó el Papa, "frente a la cultura del odio". Aunque no es fácil, y mucho menos en Rumanía. Y, sin embargo, ambos pontífices de blanco lo intentaron.
En sus palabras, Bergoglio agradeció "de corazón" la acogida del patriarca ortodoxo, los metropolitas y los obispos del Santo Sínodo rumano y recordó los "lazos de fe que nos unen" a católicos y ortodoxos. "Hay una fraternidad de la sangre que nos precede, y que, como una silenciosa corriente vivificante nunca ha dejado de irrigar y sostener nuestro caminar a lo largo de los siglos".
Persecución y renacimiento
"Muchos hijos e hijas de este país, de diferentes Iglesias y comunidades cristianas, han sufrido el viernes de la persecución, han atravesado el sábado del silencio, han vivido el domingo del renacimiento", recordó Francisco, recordando a tantos mártires de ambas iglesias. "Su ejemplo está hoy ante nosotros y ante las nuevas generaciones que no han conocido aquellas dramáticas condiciones. Aquello por lo que han sufrido, hasta el punto de ofrecer sus vidas, es una herencia demasiado valiosa para que sea olvidada o mancillada".
Una "herencia común", que hoy, hay que reivindicar. Como hace 20 años. "Cómo no recordar el grito espontáneo “Unitate, unitate”, que se elevó aquí en Bucarest en aquellos días. Fue un anuncio de esperanza que surgió del Pueblo de Dios, una profecía que inauguró un tiempo nuevo: el tiempo de caminar juntos en el redescubrimiento y el despertar de la fraternidad que ya nos une", proclamó, ante el asentimiento de Daniel.
Una memoria "no de los males sufridos e infligidos, de juicios y prejuicios", que "nos encierran en un círculo vicioso y conducen a actitudes estériles", sino "la memoria de las raíces", la de los primeros cristianos, los primeros mártires.
Raíces sanas y sólidas
"Gracias a Dios, nuestras raíces son sanas y sólidas y, aunque su crecimiento ha sido afectado por las tortuosidades y las dificultades del tiempo, estamos llamados, como el salmista, a recordar con gratitud todo lo que el Señor ha realizado en nosotros", pidió Francisco. "Caminar juntos hacia un nuevo Pentecostés", redescubriendo "la memoria de comunión que tenemos que reavivar" para proseguir el camino.
Y hacerlo juntos. "Necesitamos escuchar juntos al Señor, especialmente en estos últimos años en que los caminos del mundo nos han conducido a rápidos cambios sociales y culturales", explicó Francisco, que observó los beneficios del "desarrollo tecnológico y el bienestar económico", pero que también ha generado "excluidos, mientras que una globalización uniformadora ha contribuido a desarraigar los valores de los pueblos, debilitando la ética y la vida en común, contaminada en tiempos recientes por una sensación generalizada de miedo y que, a menudo fomentada a propósito, lleva a actitudes de aislamiento y odio".
"Tenemos necesidad de ayudarnos para no rendirnos a las seducciones de una “cultura del odio” e individualista que, tal vez no sea tan ideológica como en los tiempos de la persecución ateísta, es sin embargo más persuasiva e igual de materialista", advirtió el Papa.
"Dar" a Dios antes de "decir Dios"
Emprender juntos el camino que nos "llama a la caridad, a servir juntos; a “dar a Dios” antes de “decir Dios”; a no ser pasivos en el bien, sino prontos para alzarse y caminar, activos y colaboradores", como ya hacen las numerosas comunidades ortodoxas rumanas en Europa occidental. "A través de esta relación mutua, muchos rumanos católicos y ortodoxos han descubierto que no son extraños, sino hermanos y amigos".
Después de muchos siglos de pelea, "nuestro camino se ha reanudado a partir de la certeza de tener al hermano a nuestro lado, para compartir la fe fundada en la resurrección del mismo Señor", caminando "de Pascua a Pentecostés". "Que nos renueve el Espíritu Santo, que desdeña la uniformidad y ama plasmar la unidad en la más bella y armoniosa diversidad. Que su fuego consuma nuestras desconfianzas; su viento expulse las reticencias que nos impiden testimoniar juntos la nueva vida que nos ofrece".
"Que él, artífice de fraternidad, nos dé la gracia de caminar juntos; que él, creador de la novedad, nos haga valientes para experimentar nuevas formas de compartir y de misión. Que él, fortaleza de los mártires, nos ayude a que su sacrificio no sea infecundo".
Unidad frente a la secularización
Antes, Daniel había proclamado en su breve discurso "la alegría de la libertad religiosa cristiana", como hicieron sus predecesores, que "nos llaman hoy a defender y promover la fe en Cristo y en los valores cristianos en una Europa muy secularizada, a transmitir a las jóvenes generaciones la fe en el amor misericordioso de Cristo por el mundo y la fe en la vida eterna para la persona humana".
"Hoy, la predicación del Evangelio de Cristo significa unir la Liturgia con la filantropía, la oración con la acción social para ayudar a los pobres, los enfermos y los marginados", así como a "promover la justicia, la reconciliación y la solidaridad en la sociedad".