La pluralidad de los participantes, algunos con posturas opuestas y encontradas, no es casual De progres a ultras: la Iglesia poliédrica de Francisco se sienta en la mesa redonda del Sínodo
Antes de su apertura oficial, este Sínodo de la Sinodalidad ya ha hecho historia por haber abierto las puertas de la asamblea a la participación de los laicos y dar el voto a las mujeres, que pasan de atender las mesas a sentarse también en ellas. Aunque todavía se les escape a algunos, esta asamblea ya no es sólo de los obispos, sino que a ella ha sido invitado todo el Pueblo de Dios
Si se hubiese atenido al protocolo, a la rutina, esta XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre el tema 'Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión', no sólo nunca hubiese invitado a participar en sus sesiones a 54 mujeres, laicas y religiosas, sino que ni tan siquiera se le hubiese pasado por la cabeza otorgarles la palabra y el voto
No ha sido por casualidad, porque forma parte de la Iglesia poliédrica de la que Jorge Mario Bergoglio viene hablando -cada vez con más claridad y rotundidad- desde el inicio de su ministerio petrino, sin miedo a que algunos de los convidados a esta fiesta le pueda dejar de piedra o se valga precisamente de su mera convocatoria para tirárselas o montarle algún que otro aquelarre de protesta
No ha sido por casualidad, porque forma parte de la Iglesia poliédrica de la que Jorge Mario Bergoglio viene hablando -cada vez con más claridad y rotundidad- desde el inicio de su ministerio petrino, sin miedo a que algunos de los convidados a esta fiesta le pueda dejar de piedra o se valga precisamente de su mera convocatoria para tirárselas o montarle algún que otro aquelarre de protesta
Está más que dicho: antes de su apertura oficial, este Sínodo de la Sinodalidad ya ha hecho historia por haber abierto las puertas de la asamblea a la participación de los laicos y dar el voto a las mujeres, que pasan de atender las mesas a sentarse también en ellas. Aunque todavía se les escape a algunos, esta asamblea ya no es sólo de los obispos, sino que a ella ha sido invitado todo el Pueblo de Dios, donde, como ha señalado el relator general, el cardenal Jean-Claude Hollerich, se sientan desde progresistas a conservadores, a los que, eso sí, se les pide estar "atentos a la escucha" y poner a Cristo en el centro.
Obviamente, esto no ha sucedido por casualidad. Si se hubiese atenido al protocolo, a la rutina, esta XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre el tema 'Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión', no sólo nunca hubiese invitado a participar en sus sesiones a 54 mujeres, laicas y religiosas, sino que ni tan siquiera se le hubiese pasado por la cabeza otorgarles la palabra y el voto. Para los amantes de los hitos históricos, estos dos no pueden escapárseles.
Y no ha sido por casualidad, porque forma parte de la Iglesia poliédrica de la que Jorge Mario Bergoglio viene hablando -cada vez con más claridad y rotundidad- desde el inicio de su ministerio petrino, sin miedo a que algunos de los convidados a esta fiesta le pueda dejar de piedra o se valga precisamente de su mera convocatoria para tirárselas o montarle algún que otro aquelarre de protesta. Ya de que se consulte a miembros de otras religiones en las que ya se sabe que no hay posibilidad de salvación o que se siente al lado de alejados o directamente no creyentes, les resulta del todo herético.
Por eso no extraña que en la misma mesa redonda -este detalle tampoco es casual: se busca favorecer la escucha, el compartir y el discernimiento conjunto, en lugar de mesas en donde de inicio se encuentren ya 'enfrentados'- se puedan encontrar un negacionista de este Sínodo, como es el cardenal alemán Gerhard Müller, con su compatriota Geroge Bätzing, presidente del Episcopado germano y él mismo iniciador del llamado Camino Sinodal alemán, cuyos textos de trabajo dejan en mantillas buena parte del los postulados del instrumentum laboris, o que este se tome un café en un receso con el cardenal Parolin, quien le envió una contundente carta pidiéndole que esa intentona alemana de marcar el paso a la asamblea sinodal volviera a meter los pies dentro del tiesto si no quería toparse con sorpresas desagradables...
Quizás en ese perímetro poliédrico pueda echarle una mano a Bätzing el cardenal arzobispo de Manaos, en Brasil, Ulrich Steiner, y no sólo por haber nacido en Alemania, sino porque, desde la sensibilidad que suele emanar del toparse con la dura realidad, conoce bien lo que es no poder atender pastoral y sacramentalmente como se debiera a muchas comunidades amazónicas, por lo que fue uno de los que abogó, en el anterior Sínodo de la Amazonía, por la ordenación de viri probati, algo que las presiones hicieron descarrilar finalmente, pero que volverá a estar entre las deliberaciones de los padres y madres sinodales ahora convocados. Quizás entonces no era el momento y haber aprobado aquello podría haber puesto más nerviosos de lo que ya lo están a los que temen ahora que el cielo se caiga con este Sínodo.
Sin haber podido ver la composición de todas las mesas, tampoco sería extraño que el jesuita James Martin compartiese 'poliedro' con algún purpurado u obispo africano, donde la atención pastoral a las personas LGTBI+ no sólo es un problema que no se plantean, sino que, en algunos casos, los obispos miran para otro lado cuando los gobiernos nacionales persiguen con sana a los miembros de ese colectivo...
Unos obispos africanos que, sin duda, compartirán preocupaciones y análisis con ese otro verso suelto que se sienta a la mesa redonda de Francisco por designación específica del Papa (no podrá votar, pero tiene una lengua indómita), el italiano Luca Casarini, un ex radical de izquierda y miembro de la Mediterranea Saving Humans, una ONG que rescata a migrantes a la deriva sin que le amedrente que la justicia de los países ribereños le acuse de tráfico de personas precisamente por ir a salvarlas y llevarlas a un puerto que las quiera acoger.
Ignoro también a estas horas si el obispo más votado por sus pares en la Conferencia Episcopal Española para participar en este Sínodo, el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, podrá escuchar en la misma mesa redondo-poliédrica a su compatriota, Cristina Inogés. Desde luego, al conjunto de los obispos españoles no se les había pasado por la cabeza proponer a la Secretaría del Sínodo a esta teóloga laica para participar en la asamblea, y eso que ya lo hizo en su día con una meditación introductoria ante el mismísimo Francisco.
Los pastores españoles miraron para otro lado, pero no así el Papa, quien quiso rescatar su criterio del olvido para convertirla en una de las 5 mujeres designadas personalmente por el Pontífice para participar -y votar- en un acontecimiento eclesial que parece destinado a ensanchar la tienda de la Iglesia poliédrica de Bergoglio.
Quién sabe, quizás en ese escuchar, el arzobispo Argüello pueda llegar a discernir las razones por las que en algunas diócesis españolas ya se ha desmontado la incipiente estructura sinodal preparatoria de la asamblea y las razones por las que no hay atisbo de que sus pastores vayan a poner en marcha las iniciativas aprobadas en algunos de aquellos encuentros diocesanos...
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