Testimonio del capellán del hospital militar Gómez Ulla de Madrid Eugenio Zornoza: “Entramos sin libro y celebramos la Palabra de memoria, junto al enfermo”
“Celebramos la eucaristía diariamente en la capilla, pero a puerta cerrada”, dice Zornoza, de 53 años. Explica que su compañero, el también capellán castrense Julián Esteban y él permanecen en el hospital las 24 horas, a veces turnándose y a veces juntos
Aunque el resto del acompañamiento espiritual se ha visto “retraído” por los protocolos para hacer frente al virus, la unción de enfermos y la confesión se han multiplicado en la emergencia del coronavirus
Después de 7 años siendo capellán en el hospital militar Gómez Ulla, en Madrid, el padre Eugenio Zornoza no imaginaba lo que iba a cambiar su labor espiritual el contexto de la crisis del coronavirus. “Antes nos movíamos con más libertad, llevábamos la comunión…”, cuenta en conversación con RD. Ahora, las medidas de prevención del contagio les impiden tocar a los pacientes para transmitirles ánimo y consuelo.
“Celebramos la eucaristía diariamente en la capilla, pero a puerta cerrada”, dice Zornoza, de 53 años. Explica que su compañero, el también capellán castrense Julián Esteban y él permanecen en el hospital las 24 horas, a veces turnándose y a veces los dos juntos. “Estamos a disposición para ir a atender a los enfermos y administrar los sacramentos de la unción y penitencia”, apunta. Aunque el resto del acompañamiento espiritual se ha visto “retraído” por los protocolos para hacer frente al virus, la unción de enfermos y la confesión se han multiplicado en este mes, llegando a superar las más de 15 unciones diarias.
Todo ha resultado demasiado rápido. El estallido de la epidemia, el aprendizaje de las medidas de protección, los cursos recibidos… Tanto, que el padre Eugenio Zornoza admite que no le ha dado tiempo a sentir miedo, aunque “en peligro claro que estamos”.
Sacerdotes “con traje de buzo”
De origen extremeño, Zornoza explica los pasos de seguridad que debe desplegar a la hora de acceder al enfermo: “Entramos con traje de buzo, gafas estancas, pantalla, mascarillas apropiadas y doble guante, ayudados por el personal de la planta”. Además de esta preparación, los sacerdotes portan un bastoncillo de algodón “impregnado en el Santo Óleo, de un solo uso”, para dar la unción de enfermos.
“Entramos sin libro y celebramos la Palabra de memoria, junto al paciente, pidiéndole que nos acompañe en el caso de que esté consciente y pueda hablar”. Tantos los enfermos como sus familiares les contactan “a través del personal de la planta o la centralita” y les piden la bendición.
Mediadores familiares
Impresionado por cómo los enfermos encuentran palabras de “gratitud” en medio de la soledad, el padre Eugenio apunta que, dentro de la versatilidad a la que la emergencia les ha empujado, los capellanes del hospital también están haciendo de mediadores entre los enfermos y sus familiares. “Nos piden que les digamos que están bien, que no se preocupen”. La mutualidad de los cuidados se realiza de esta manera incluso bajo estricto aislamiento, y "lo que salva" es esa doble misión de poder tranquilizarlos a todos, “y la palabra”, confiesa Zornoza. “Descansan cuando les dices que eres el sacerdote y celebran la presencia de Cristo pese a encontrarse en aislamiento y alejados de sus seres queridos”.
La mutualidad de los cuidados se realiza de esta manera incluso bajo estricto aislamiento, y "lo que salva" es esa doble misión de poder tranquilizarlos a todos, "y la palabra", confiesa Zornoza
La presión en el hospital “va por días y por momentos”, dice. Cuando la cosa está un poco más tranquila, los capellanes aprovechan para ir a saludar a los sanitarios “por las plantas que son ‘zona limpia’”, relata Zornoza. “Agradecen que preguntemos por ellos y nos piden que recemos”, asegura.
Ordenado en 1992, el padre Eugenio trata de acordarse de todos los que deben recibir su atención: los pacientes “con otras enfermedades”, los familiares en duelo y la feligresía a la que echa de menos, aunque siguen “llamando y se preocupan por la situación”.
Convencido de que las personas no son “solo biología”, sino que necesitan un vínculo profundo, espiritual, con el sentido de sus vidas, Eugenio Zornoza guarda la esperanza siempre, y disfruta cuando los pacientes se recuperan. “Me dicen: ‘¿Ve padre? Me dio la unción y al final me voy a casa, con la ayuda de Dios'”.