Audiencia a las Hermanas de San Félix de Cantalicio y a las Hijas de Nuestra Señora de la Merced Francisco: "Las estructuras no son la sustancia, lo es Dios y el amor al prójimo"

Francisco, a su llegada a la audiencia
Francisco, a su llegada a la audiencia Vatican News

Las estructuras no son la sustancia, son sólo un medio. La sustancia es el amor a Dios y al prójimo, ejercido con generosidad y libertad: así lo dijo Francisco a las Hermanas de San Félix de Cantalicio y a las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, participantes en sus respectivos capítulos generales, al recibirlas en audiencia la mañana del jueves en el Vaticano

(Vatican News).- El Santo Padre recibió en audiencia este jueves 6 de junio por la mañana en la Sala del Consistorio del Vaticano a las Hermanas de San Félix de Cantalicio y a las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, participantes en sus respectivos capítulos generales.

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Un total de 110 religiosas, a las que Francisco ha dado la bienvenida, saludando en particular a las Madres Generales y agradeciéndoles que hayan venido al encuentro del Sucesor de Pedro para reafirmar su compromiso al servicio de Dios y de la Iglesia. «El servicio -señaló- es ciertamente un elemento que une vuestras fundaciones, que tuvieron lugar, aunque en circunstancias diferentes, en el mismo período histórico: el siglo XIX».

Hermanas de San Félix de Cantalicio

A continuación, Francisco se refirió brevemente a la vida y obra de las respectivas congregaciones religiosas, a sus orígenes, haciendo hincapié en su apostolado en favor de los más necesitados.

En aquella época, Sofia Camilla Truszkowska, más tarde Sor Ángela María, fundó en Varsovia, en una Polonia devastada por la guerra, las Hermanas de San Félix de Cantalicio, al servicio de los niños, de las personas discapacitadas y de los jóvenes en situación de riesgo. De este comienzo destaca el episodio en el que, ante la escalada del conflicto armado, ella y sus hermanas decidieron atender a todos los heridos, independientemente del bando al que pertenecieran. Por ello, fueron acusadas de traición y la obra fue suprimida por las autoridades civiles. Fue la Providencia quien, tiempo después, la hizo renacer, quizá también gracias a su valeroso sacrificio, y la extendió más allá del océano, hasta América, de nuevo bajo el impulso del servicio, esta vez para ayudar a los inmigrantes polacos. Y desde entonces, en muchas otras partes del mundo.

Un momento de la audiencia a las dos congregaciones religiosas
Un momento de la audiencia a las dos congregaciones religiosas Vatican Media

El Papa subrayó que se trata de un signo importante para ellos, especialmente en un momento en el que celebran el Capítulo: «¡Un signo que las invita a no tener miedo de perder la seguridad de las estructuras y de las instituciones para permanecer fieles a la caridad! Y será bueno que lo tengan presente en sus reuniones, para recordarles que las estructuras no son la sustancia: son sólo un medio. La sustancia es el amor a Dios y al prójimo, ejercido con generosidad y libertad».

Hijas de Nuestra Señora de la Merced

A continuación, el Pontífice señaló que, al mismo tiempo, en Italia, en Savona, otra joven, Benita Rossello, más tarde Sor María Josefa, comenzó, bajo la guía de su obispo, otra obra, también al servicio de los pobres, de los niños y de los jóvenes.

Eran las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia. Benedetta fue también una joven decidida que, a pesar de ser indigente, renunció a la perspectiva de una rica herencia para seguir la llamada a la consagración, eligiendo el lema «¡Corazón para Dios, manos a la obra!». Se embarcó en la nueva aventura del amor con medios pobres pero poderosos: «un crucifijo, una estatuilla de Nuestra Señora Mater Misericordiae y cinco liras de capital», siempre dispuesta a ser la primera en prestar cualquier tipo de servicio.

Recuerdo del Papa de su infancia en Buenos Aires

En este punto, Francisco quiso compartir con las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia un recuerdo personal vinculado a su infancia.

En efecto, fue en uno de sus colegios de Buenos Aires, en el barrio de Flores, donde recibí los sacramentos de la iniciación cristiana hace muchos años. ¿Cómo olvidar a la querida Hermana Dolores, de quien tanto aprendí y a quien seguí visitando durante tanto tiempo? Por ello, doy gracias al Señor y a todas ustedes, porque mi actual servicio a la Iglesia es también fruto del bien que recibí de su familia religiosa desde muy joven.

El Papa concluyó animándolas a renovar su adhesión a la voluntad de Dios, en la fidelidad a los votos que han profesado y en la docilidad a la acción del Espíritu, exhortándoles a abandonarse a Él y a darlo todo siempre con generosidad.

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