El cardenal Cobo presidió el traslado de los restos del padre Fernando de Huidobro a su nuevo mausoleo "Hoy necesitamos hombres y mujeres que destruyan trincheras y, por encima de ideologías y partidos, construyan caminos de reconciliación"
El provincial de los jesuitas exaltó la figura del padre Huidobro como hombre de reconciliación “que dio la vida en un momento crítico de la historia de nuestro país, una vida que no hacía acepción de personas, construyendo puertas y dando testimonio”
Para el arzobispo de Madrid la generosa entrega a su rebaño “le fue acercando cada vez más al Buen Pastor que no huye del peligro y da la vida por sus ovejas”
La figura del padre Huidobro es actualmente, en el ambiente enrarecido por los avatares de la recién aprobada ley de la Memoria Democrática, un gran símbolo de reconciliación entre españoles, con un corazón grande y cristiano donde cabían todos los españoles, víctimas de una guerra absurda y cruel, que parece nos resistimos a olvidar
En unos escritos de 1936 dirigidos al general Franco y a otros mandos como los generales Yagüe o Varela denunciaba como "asesinatos, no actos de justicia" las ejecuciones a sangre fría de los prisioneros
La figura del padre Huidobro es actualmente, en el ambiente enrarecido por los avatares de la recién aprobada ley de la Memoria Democrática, un gran símbolo de reconciliación entre españoles, con un corazón grande y cristiano donde cabían todos los españoles, víctimas de una guerra absurda y cruel, que parece nos resistimos a olvidar
En unos escritos de 1936 dirigidos al general Franco y a otros mandos como los generales Yagüe o Varela denunciaba como "asesinatos, no actos de justicia" las ejecuciones a sangre fría de los prisioneros
Con motivo del solemne traslado de los restos del padre Fernando de Huidobro, SJ, celebrado en la tarde de ayer, 19 de julio, desde el pórtico izquierdo de la iglesia parroquial del Sagrado Corazón y San Francisco de Borja al nuevo mausoleo construido en el claustro, el cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, que presidió el acto, afirmó que actualmente “en nuestros ambientes necesitamos profetas de reconciliación, hombres y mujeres que destruyan trincheras y construyan caminos por encima de ideologías, etiquetas, partidos y pertenencias”.
Al rito exequial asistieron además el provincial de España de la Compañía de Jesús, Enric Puiggròs, el arzobispo castrense Juan Antonio Aznárez, el obispo auxiliar de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino, y, como representantes de las Fuerzas Armadas, José Agustín Carreras Postigo, general jefe de la brigada de la Legión y el teniente general Antonio Jesús Cabrerizo Calatrava, general jefe del mando de personal del ejército de tierra.
Abrió la liturgia el provincial de los jesuitas, que exaltó la figura del padre Huidobro como hombre de reconciliación “que dio la vida en un momento crítico de la historia de nuestro país, una vida que no hacía acepción de personas, construyendo puertas y dando testimonio”. Subrayó Puiggròs repetidamente su misión reconciliadora necesaria para obtener la paz en nuestro mundo actual.
En su homilía el cardenal Cobo puso de relieve el papel de los santos, que “al vivir el Evangelio llegan a ser plenamente humanos”,“llegan a amar concretamente hasta a los que no piensan como ellos, a los que no comparten su misma mirada al mundo, sus mismas ideas el mismo partido político”. De la biografía del jesuita recordó cómo, cuando estudiaba para prepararse para ser profesor de Filosofía, “pidió a sus superiores regresar a España no para tomar armas, sino para escuchar confesiones en la guerra, consolar y servir a los heridos; “incluso tiene la ingenuidad y osadía de insinuar que quizás sería más útil en la zona republicana. Su misión era su bandera y el servicio como sacerdote, su fuente y su preocupación”. Para el arzobispo de Madrid la generosa entrega a su rebaño “le fue acercando cada vez más al Buen Pastor que no huye del peligro y da la vida por sus ovejas”.
Recordó Cobo que en el retiro espiritual anterior a su profesión escribió: “Deseo hallar la muerte como testimonio de amor a Cristo”. Cobo añadió que sus valores son también necesarios en estos tiempos de “aparente paz”, y que, “al trasladarlo a un lugar más visible, ayudará a proponer mejor su vida y ejemplo”.
A continuación, se procedió al traslado de los restos al claustro, conducido a hombros de un retén de legionarios zapadores. Acto seguido fue firmada y lacrada el acta que da fe del hecho, depositada junto a la caja de los restos en el nuevo mausoleo, situado cerca de donde descansa el también jesuita, apóstol de Madrid, san José María Rubio. El sepulcro consiste en una moderna estructura de madera y alabastro, original del arquitecto Antonio Ruiz Barbarín, en la cual y desde terminada luz y reflejo, puede observarse, como una aparición, una fotografía difuminada del joven Fernando de Huidobro. El acto terminó con un toque de corneta y el canto del himno de la Legión.
El proceso diocesano de beatificación fue clausurado el 18 de octubre de 2022, encontrándose en la actualidad muy avanzado ya en su nueva fase romana.
"Si muero, moriré por amor"
Nacido en Santander en 1903 en el seno de una familia acomodada -su padre era ingeniero que fue destinado a Melilla, Málaga y Madrid-, Fernando gozaba de gran simpatía de carácter y brillantes cualidades intelectuales. Después de fallecer su padre y cursar el bachillerato, sintió vocación a la Compañía. Su madre y sus hermanos le aconsejaron que esperara un año, en el que hizo en Areneros un curso de preparación a Derecho, que aprobó en la Universidad Central con matrícula de Honor.
Tras su noviciado y juniorado en Granada, fue destinado a Oña donde sufrió en octubre de 1939 la supresión de la Compañía y subsiguiente expulsión a Bélgica, donde estudió en Marneffe y luego en Valkenburg (Holanda) ciudad en la que fue ordenado sacerdote.
Destinado como futuro profesor de filosofía, en el curso 1935-1936 estudió en las universidades de Berlín y de Friburgo (Alemania), donde fue discípulo aventajado de Martin Heidegger y Nikolai Hartman.
Residiendo en la casa del filosofado español de Les Avins (Bélgica), donde estaba destinado como profesor, comenzó la guerra civil en Españay se ofreció al padre General para ir a atender a sus compatriotas, especialmente donde estuvieran los más necesitados y fuera más difícil, prefiriendo en principio la zona leal al gobierno constituido (lo cual se demostró imposible para un sacerdote).
Así escribe al superior general P. Włodzimierz Ledóchowski:
“Por lo que, a mi toca, preferiría ser enviado allí donde los comunistas todavía dominan, -a Madrid, por ejemplo, o a Santander, mi región- y trabajar porque las almas se conviertan; si no abiertamente como sacerdote, al menos en la Cruz Roja, con obras de caridad, y aun ofreciendo mi sangre por los heridos. Si este ofrecimiento se juzga temerario en exceso, por lo menos envíenme a otras regiones liberadas a las que fácilmente se pueda entrar por Navarra, y en las que siempre encuentran los sacerdotes más abundantes. Salud no me falta, y sobrellevo los trabajos corporales más duros que me fatigan menos aún que los del estudio”.
En unos escritos de 1936 dirigidos al general Franco y a otros mandos como los generales Yagüe o Varela denunciaba como "asesinatos, no actos de justicia" las ejecuciones a sangre fría de los prisioneros. "No se incurre –afirmaba también– en la responsabilidad necesaria para merecer la pena de muerte por el mero hecho de estar afiliado a la CNT o a la UGT; ni aún por tomar un fusil para defender ideales, equivocados, pero sinceramente tenidos por lo mejor para la sociedad".
La figura del padre Huidobro es actualmente, en el ambiente enrarecido por los avatares de la recién aprobada ley de la Memoria Democrática, un gran símbolo de reconciliación entre españoles, con un corazón grande y cristiano donde cabían todos los españoles, víctimas de una guerra absurda y cruel, que parece nos resistimos a olvidar.
Personalmente, con la publicación de mi libroLas trincheras de Dios (Ed. Mensajero), cuyo protagonista es Fernando de Huidobro, he podido observar que todavía existen acérrimos partidarios de uno de los dos bandos, sin abrirse a las razones, virtudes y errores, de otros, como si después de tantos años no hubiera matices, sino una simplista y absurda división de buenos y malos. Afortunadamente siempre ha habido una tercera vía, otros que, como Huidobro, lo único que odiaban era la guerra.
Tras la exhumación, previa al traslado de los restos, se ha procedido a una investigación forense de los mismos nombrado por la diócesis, en conformidad con lo que marca la normativa de los procesos de canonización, que quizás haya podido arrojar luz sobre la polémica suscitada por algunos historiadores de si murió a causa de la explosión de un obús o asesinado por un compañero, asunto este último desmentido ya en el proceso por el testimonio de un enfermero herido en la misma explosión.
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