Las religiosas invierten pequeñas cantidades para incidir en las políticas de grandes empresas Las monjas que sí tienen éxito en los negocios: el caso de las benedictinas de Mount St. Scholastica

Convento de St. Scholastica
Convento de St. Scholastica

Las hermanas benedictinas de Mount St. Scholastica, que están logrando que empresas como  Google, Target y Citigroup tengan que plantearse reinversiones en distintos temas, desde la Inteligencia Artificial al respeto a los pueblos indígenas, pasando por el control de pesticidas

No estamos hablando de monjas sin estudios, ni mucho menos. De hecho, su comujnidad ha fundado docenas de escuelas, y muchas de las religiosas tienen doctorados: entre ellas, hay doctoras, abogadas canonistas y hasta una violinista. Y conocen el mercado

Porque no todo es Belorado, ni todas son como las de Belorado... Un grupo de 80 monjas que viven en un convento en las afueras de Kansas City se han convertido en uno de los grupos más activos en el mercado financiero norteamericano. Apostando, admás, por invesrsiones éticas. 

Se trata de las hermanas benedictinas de Mount St. Scholastica, que están logrando que empresas como  Google, Target y Citigroup tengan que plantearse reinversiones en distintos temas, desde la Inteligencia Artificial al respeto a los pueblos indígenas, pasando por el control de pesticidas.

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"Algunas de estas compañías realmente nos odian", dijo la hermana Barbara McCracken, quien lidera el equipo de las monjas para responsabilidad corporativa. "Debido a que somos pequeñas, para ellos somos como una mosca que las irrita".

No estamos hablando de monjas sin estudios, ni mucho menos. De hecho, su comujnidad ha fundado docenas de escuelas, y muchas de las religiosas tienen doctorados: entre ellas, hay doctoras, abogadas canonistas y hasta una violinista. Y conocen el mercado. 

Las benedictinas también invierten pequeñas cantidades, que les permiten convertirse en accionistas minoritarios de todo tipo de empresas: las que se vinculan a sus ideales religiosos, pero también a las que no. En ellas, se dedican a 'empujar' a las compañías a cambiar políticas perjudiciales a los derechos humanos, como sucedió con Chevron, Amazon o Netflix (a quien reclam,ó cumplir los estándares de diversidad y contra la discriminación). También han invertido en farmacéuticas, presionándolas después para cambiar sus políticas de patentes para evitar el aumento de precios de los medicamentos. 

Aunque las primeras inversiones se remontan a los años 70, en 2004, las hermanas de Mount St. Scholastica se unieron a la Benedictine Coalition for Responsible Investment, una asociación de grupos liderada por la hermana Susan Mika, y que trabaja estrechamente con el Interfaith Center for Corporate Responsibility, que actúa como coordinador de las resoluciones de los accionistas, coordinando con grupos religiosos - incluyendo docenas de órdenes católicas - para aprovechar sus inversiones y hacer pronunciamientos sobre temas de justicia social.

"Las monjas han desempeñado un rol crucial en el ICCR desde hace años", dijo Tim Smith, asesor político del centro. La labor puede ser desalentadora ya que las causas sociales apenas si avanzan de año en año, pero Smith dice que las monjas "tienen la resistencia de un maratoniano".

Las resoluciones rara vez son aprobadas, y aun cuando lo son, usualmente no son de cumplimiento obligatorio. Aun así, sirven de herramienta educativa y de medio para despertar conciencia dentro de una corporación. A lo largo de los años, las monjas han visto como el apoyo a sus resoluciones ha ido de menos de 10% a 30% y a veces incluso a una mayoría.

"No nos damos por vencidas", dijo Mika. "Seguimos perseverando y llamando atención a estos problemas".

Las monjas de Mount St. Scholastica desde hace tiempo han tenido un enfoque ecológico: Una de sus exalumnas es Wangari Maathai, la activista keniana y ganadora del Premio Nobel de la Paz ya fallecida.

Una de sus principales inquietudes estos días es el cambio climático, tema mencionado con frecuencia en sus resoluciones. Las monjas tratan de hacer su parte, usando sus 21 hectáreas (53 acres) de tierras para reciclar desechos, instalar paneles solares, sembrar huertos comunitarios y criar 18 colmenas que el año pasado produjeron 362 kilos (800 libras) de miel.

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