"¿Y ahora qué, Pedrito, qué hacemos con Rubiales?" No soy gurú: A propósito del caso Rubiales
"Para conocer a los gurús, lo mejor es escuchar sus predicaciones, más efectivas que los de la Orden de Predicadores, en tertulias radiofónicas"
"El despiste, tan inherente a la sabiduría, exige apariencias, cuantas más estrafalarias mucho mejor; el 'gurú' ha de tener modales de místico y gustarle mucho la paz como Gandhi"
"Dicen que el fútbol se ha convertido en “Santa Mafia”: No, no, de Santa, nada; de lo peor de lo peor, a lo siciliano"
“No es lo mismo un ciudadano privado, ser un cualquiera, que un directivo de una federación deportiva, que es asociación de utilidad pública según los Estatutos”
"Dicen que el fútbol se ha convertido en “Santa Mafia”: No, no, de Santa, nada; de lo peor de lo peor, a lo siciliano"
“No es lo mismo un ciudadano privado, ser un cualquiera, que un directivo de una federación deportiva, que es asociación de utilidad pública según los Estatutos”
I.- Teoría del gurú:
No sé BIEN en qué consiste lo de ser gurú. Es, al parecer –mera apariencia- asunto de Oriente, y de eso sé poco, pues ya bastante tengo con saber de lo de aquí, lo “nuestro” y “mío”, lo de Occidente. Pero ¡cuidado! que me dicen que por aquí hay también mucho gurú. Se dice que, para conocerlos, lo mejor es escuchar sus predicaciones, más efectivas que los de la Orden de Predicadores, en tertulias radiofónicas, cobrando sueldos como becarios, que eso son. Además, también se dice que los que por aquí más saben de los de la India, de la Península del Indostán, la de los “gurús fetén”, son los jesuitas clérigos.
Ni me veo jesuita clérigo ni jesuita laico, pues estos últimos, si así se les pudiera denominar, predican justamente lo que no hacen, y así dicen que todo lo hacen gratis y por caridad. Lo más jesuítico que tengo –lo confieso- fue un lejano pariente navarro, santo y con castillo, llamado Francisco Javier, que supo mucho de Oriente, de los indios asiáticos, y del gran gurú cojo, llamado Ignacio.
Pienso que un “gurú fetén” debe ser un señor parecido a Rabindranath Tagore, tal como está fotografiado en el libro “Obra escogida”, estando escrito “Obra escojida” (con jota), publicado en 1965 por Aguilar (8ª Edición). Mirando la foto constato que el pelo es fundamental para ser “gurú”: mucho pelo por detrás y mucho pelo por delante. Un barbilampiño no puede ser, de ninguna manera, “gurú”, pues los gurús han de ser barbones, de barba alborotada y revuelta.
Llevar coleta no es constitutivo, aunque si muy recomendable, de un color grisáceo o canoso, pues un gurú ha de tender a lo achacoso y viejo. Y jamás ha de llevar corbata, que es elegancia de occidentales; únicamente portará camisetas con botones redondos y blancos en lo más alto, en la base del cuello, como espantando moscas, y ensuciado por caspas de color de la nieve pura.
El despiste, tan inherente a la sabiduría, exige apariencias, cuantas más estrafalarias mucho mejor; el “gurú” ha de tener modales de místico y gustarle mucho la paz como Gandhi; los estanques con cabezones, luego ranas; las florecillas a lo San Francisco y los pajaritos, aunque sean “Pájaros perdidos”, como fue el caso de los de Tagore. Éste, por dulzura y melodías, cantó: “El pájaro quisiera ser nube. Y las nube, pájaro”, y además: “La flor niña, abriendo su capullo, exclama: ¡Mundo de mi corazón, no te marchites nunca!”. ¡Qué bonito y qué ecológico!
Y es que la sabiduría es esencial, los gurús orientales y ahora los occidentales son sabios, teniendo opinión sobre todo y sus partes, humanas y divinas; han de tener las llaves y claves de todo, incluso de los cónclaves, con recetas y fórmulas como los boticarios, jugando entre albarelos de pacotilla y opinando sentados, “sentando cátedra”. El que la maestría de algunos gurús de Occidente no haya sobrepasado la “maestría industrial” no importa; lo importante es la apariencia, y la apariencia ha de ser de ingenieros, nada de peritos.
II.- Los gurús y Rubiales:
Y estalló lo de Rubiales y los “gurús” se pusieron de alerta y explicaron las claves del gran mejunje o merengado, tocando a rebato en los campanarios de España: gurús de lo del género binario, de lo masculino y femenino, también de lo cuaternario, de los mulos y las mulas, burriatos, hijos de burra, y yeguatas, hijas de yegua, forma genérica de lo híbrido y estéril; gurús de lo deportivo, haciendo cantos de lo deportivo, manera blanca por la que los más sinvergüenzas, de aquí o llegados de las Américas, se hacen más ricos a costa de estúpidas aficiones o peñas de descerebrados. Dicen que el fútbol se ha convertido en “Santa Mafia”: No, no, de Santa, nada; de lo peor de lo peor, a lo siciliano.
También gurús de la política y de lo políticamente correcto, que es una manera de permanecer en el Poder los que no tienen otra manera de estar, pues ni fueron capaces de opositar a la Seguridad Social ni emplearse en Correos. Y gurús de lo científico, pues pontifican sobre asuntos complicados: que si Rubiales, próximo al PSOE, es el contemporáneo Homo sacer del primitivo Derecho Romano o el chivo o cordero expiatorio del viejo judaísmo. Majaderías.
Es evidente: no soy gurú, ni por la forma ni por el fondo según los rasgos típicos que me explicaron, pues reitero que soy occidental. Por eso, en La Voz de Asturias, el 16 de octubre de 2022, escribí:
“No puede dejarse pasar por alto los escándalos en la Real Federación Española de Fútbol” y añadí, en referencia a Rubiales: “No es lo mismo un ciudadano privado, ser un cualquiera, que un directivo de una federación deportiva, que es asociación de utilidad pública según los Estatutos”.
III.- Pedro Sánchez y lo de Rubiales:
Aquel comentario, como en él se dijo, fue a resultas de la escandalosa noticia publicada el 30 de septiembre de 2022 en El Mundo. Y ¿qué hizo entonces el Presidente de Gobierno? Nada de nada. ¿Y ahora qué, Pedrito, qué hacemos con Rubiales?
Es como si lo de ahora, de Rubiales, lo hubiesen contado al romántico Becquer, sevillano y toledano, que en una de sus Leyendas escribió: ¡Azuzad la jauría, dadme el venablo, tocad el “alalí” en vuestras trompas, que vamos a dar caza a este imbécil, aunque se suba a los retablos de sus altares”. Y añadió el poeta:”¡Al jabalí! ¡Al jabalí! Por las breñas! ¡Hacia el monte!”
¿Iremos –pregunto- a Valderas, que tanto conoces por afinidad de esposo, a comer en el Restaurante El Rebeco, cerca del “cuartelillo” de la Guardia Civil y en la curva hacia Valdefuentes, el bacalao con espinas en salsa roja, como de pimentón?
¿Iremos –también pregunto- por el contrario, a comer conejo de enormes orejas y de rabo menudo a El Gatito, ahora que los gatos ya no tienen la gripe aviar?
Etiquetas