Aniversario de la muerte del cardenal Lustiger (y IV) Ángel Aznárez: "Un Papa que renuncia y que fallece muchos años después pone en riesgo el prestigio de su pontificado"
"Un Papa que renuncia y que fallece años después, muchos años, pone en riesgo el prestigio de su pontificado o aspectos importantes de él, además de a la Iglesia misma, que representó"
"En el Pontificado de Benedicto XVI se cometieron errores graves de comunicación, no tanto imputables al Papa mismo, como a su Secretaría de Estado"
"Los efectos de la renuncia, para el renunciante, no se agotan en un instante –no son sólo instantáneos-, sino que despliegan efectos desde el momento inicial hasta un final, que suele ser el de la muerte del renunciante"
"Los efectos de la renuncia, para el renunciante, no se agotan en un instante –no son sólo instantáneos-, sino que despliegan efectos desde el momento inicial hasta un final, que suele ser el de la muerte del renunciante"
Concluimos la anterior parte (3ª) con dos importantes aportaciones a la Teología de Jean-Luc Marion, muy próximo al cardenal Lustiger, que fueron muy tenidas en cuenta por Benedicto XVI en dos Cartas Encíclicas, la Deus caritas est y la Caritas in veritate. Un Papa Ratzinger al que el premio Ratzinger de Teología, el mismo Jean-Luc Marion, fenomenólogo y teólogo, llamó Doktor Professor, un acreditado Papa teólogo. A San Juan Pablo II se le llamó el “Papa filósofo” por ser el autor de Fides et ratio en la que escribió:” La Iglesia ve en la filosofía el camino para conocer verdades fundamentales relativas a la existencia del hombre”. Flores D´Arcais lo criticó duramente en El País el 2 de abril de 1999.
Dejaremos para otro momento eso tan interesante desde el punto de vista del método fenomenológico, también de Heidegger, Levinas y Ricoeur, que es “la lógica peculiar del don”, de la donación y de la gratuidad, que es también de Marion y de Benedicto XVI. Ahora señalemos la publicación de la tesis de Martín Rocha, titulada Lo justo como don, una ética del don y de lo gratuito, que señala caminos desde la Filosofía jurídica, publicada por Bosch (Mayo 2022), con una interesante bibliografía adjunta.
I.- Lustiger y Benedicto XVI:
Sabemos que Ratzinger fue elegido Papa en el Conclave de 2005, que Lustiger falleció en 2007 y que Ratzinger fue Papa emérito desde principios de 2013. En una entrevista poco antes de fallecer, Lustiger se refirió a la elección Benedicto XVI así:
“Veinticuatro horas asombrosas, explicándose los problemas de la Iglesia, entramos con incertidumbre al Cónclave, y hubo un consenso rápido sobre Ratzinger, personalidad fuerte, inteligencia notable, hombre de corazón y de oración. Sucesión extraordinaria que se verá cómo acaba…”. Y una personalidad “fuerte”, la de Ratzinger, que lo aparentó sin serlo, con pulsiones y variados episodios de renuncia en su vida.
El cardenal judío manifestó en esa entrevista que los episodios de la última enfermedad de San Pablo II revelaron “la verdadera naturaleza de la Iglesia, siendo lo esencial en ella, no la eficacia humana, sino una eficacia no menos humana y real: la eficacia del Amor de Dios en la debilidad y en las heridas de los hombres; una fuerza inmensa de los débiles y del Evangelio, dando de ello el Papa testimonio en su debilidad”. Palabras muy a tener en cuenta del año 2007, dado lo ocurrido en 2013 con la renuncia papal. Uno de los discursos más importantes de Benedicto XVI fue pronunciado el 12 de septiembre de 2008, dirigido al mundo de la cultura, precisamente en el Colegio de los Bernardinos, creación del cardenal Lustiger, en el mismo lugar histórico que edificaron los monjes cistercienses.
II.- El Papa alemán y los judíos:
En el Pontificado de Benedicto XVI se cometieron errores graves de comunicación, no tanto imputables al Papa mismo, como a su Secretaría de Estado, casos del negacionista y lefebvriano arzobispo Williamson, el aborto de Arrecife (Brasil), con disputas entre el cardenal Re y el arzobispo Fisichella, y las declaraciones sobre el preservativo vía Camerún en el avión papal.
Con todos, judíos y musulmanes, hubo problemas, aunque fue innegable el acercamiento final del Papa a los judíos. Acaso por ser alemán, el Papa extremó los cuidados con los de Religión judía: visitó la Sinagoga romana (el 17 de enero de 2010) como su predecesor, visitó las Sinagogas de Colonia (2005), y de Park East en Nueva York (2008), estuvo en el Memorial Yad Vashem de Jerusalem (2009), se encontró con representantes de la comunidad judía de Berlin (2011), y visitó el campo de concentración de Auswitch en 2006.
En la entrevista concedida, con ocasión de la JMJ de Colonia en 2005, Lustiger dijo:
“Esta visita es capital: con Benedicto XVI, papa venido de Alemania, es verdaderamente la Iglesia la que asume esta reconciliación, en el corazón mismo del drama alemán y del drama judío debidos a Alemania y al hitlerismo. Es un acontecimiento de un alcance simbólico enorme”.
III.- Y la renuncia del Papa alemán:
“Rostro de paz” vio Lustiger en la Capilla Sixtina, según dijo, cuando Ratzinger aceptó el Papado; rostro de satisfacción y contento vimos nosotros cuando Ratzinger apareció en el balcón central de la Basílica vaticana, una vez elegido Papa. No hay duda de que quiso serlo, al margen de bobadas dichas por hagiógrafos. En la homilía que Benedicto XVI pronunció el 24 de abril de 2005, en la misa de inicio del ministerio como obispo de Roma, dijo: “Rogad por mi, para que, por miedo, no huya ante los lobos”. Al parecer, se rezó poco visto lo ocurrido. Reitero que hubo precedentes de otras huidas.
Tal renuncia al oficio de Romano Pontífice, posibilidad prevista en la ley canónica (canon 332 del Codex), ha sido ya muy estudiada en cuanto acto jurídico válido que se produce en un momento determinado; hay otros aspectos a tener en cuenta, que se hacen manifiestos en cuanto son fenómenos de mayor duración, otros fenómenos (otra vez Marion) a tener muy en cuenta.
Los efectos de la renuncia, para el renunciante, no se agotan en un instante –no son sólo instantáneos-, sino que despliegan efectos desde el momento inicial hasta un final, que suele ser el de la muerte del renunciante. Y esto último, naturalmente, el renunciante no lo puede controlar. No es, pues, lo mismo renunciar y fallecer más o menos pronto, que renunciar y morir bastante tiempo después. Un Papa que renuncia y que fallece años después, muchos años, pone en riesgo el prestigio de su pontificado o aspectos importantes de él, además de a la Iglesia misma, que representó.
Confieso que admiré textos que me parecieron geniales de Benedicto XVI, sus Cartas Encíclicas, sus libros sobre Jesús de Nazaret y sus discursos, como el de los Benardinos ya indicado o el pronunciado en el Reichstag, en Berlín (2011), sobre los fundamentos del Estado Liberal de Derecho. Y también comparto las reflexiones antes indicadas de monseñor Lustiger sobre los momentos finales del papado de San Juan Pablo II, rechazando que éste renunciara.
Por eso, durante el Pontificado de Benedicto XVI, siempre lo consideré “mi bendito Benedicto”, y así lo denominé en repetidos escritos sobre él. Todo eso concluyó en el instante mismo de la renuncia. Tuve en cuenta, para valorar la renuncia pontificia, continuos pensamientos y mi experiencia en la formalización, en cuanto notario, de muchos actos de renuncia, que no obstante ser de atribuciones patrimoniales, participan de rasgos comunes a todo tipo de renuncias, incluso a la peculiar de Romano Pontífice. Y uno de esos rasgos comunes es su esencial problemática, pues en ella hay aleatoriedad e imprevisibilidad, incluso en personalidades tan solventes como es el caso de Benedicto XVI, muy consciente de que una de las funciones esenciales del Papado es la unidad, difícil habiendo dos papas. Y empleo la palabra “solvente” que no coherente.
Reconozco que todo este III apartado, para ser bien entendido, exigiría matizaciones y acaso más claridad expositiva; también pido a los lectores y lectoras, más que un sencillo “sentido común”.
IV.- De un judío a otro:
Empezamos con el católico Aron Jean-Marie Lustiger, cuya familia emigró a Francia desde Polonia y concluimos con Isaac Bashevis Singer, nacido en Polonía, que por escribir en yiddish, judeo-alemán, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1978. Éste, en su cuento La muerte de Matusalén, escribió: “Debes saber que el mundo de Yaveh no es más que una casa de locos. Crear al hombre fue su error, y ha ordenado a tu nieto, Noé, construir un arca para salvarse a si mismo y a los suyos y a todos los animales del Diluvio”. En otro cuento, El huesped, un judío llega a decir: “Quien tiene el cuchillo, corta el melón. Es exactamente lo que creía Hitler: el poder es la razón”.
Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME