Sobre estas ruinas brillará la gloria del Señor.
| Luis Van de Velde
«También nos llenará de esperanza, hermanos, cuando miremos que nuestras fuerzas humanas ya no pueden; cuando miremos a la patria como un callejón sin salida, cuando digamos: “Aquí la política, la diplomacia no pueden”. Aquí todo es un destrozo, un desastre, y negarlo es ser loco. ¡Es necesaria una salvación trascendente! Sobre estas ruinas brillará la gloria del Señor. Por eso, los cristianos tienen una gran misión en este momento de la patria: mantener viva la esperanza, no esperar una utopía como algo ilusorio que nos adormeciera para no ver la realidad, sino todo lo contrario: mirar esa realidad y reconocer que sí puede dar mucho si apelamos a esa redención trascendente». (7 de enero de 1979).
En la oscuridad de la realidad histórica, monseñor Romero retoma la misión profética tal y como la ha expresado Isaías en Is. 60, 1-62, 12, y su fuerza es capaz de dar esperanza a su pueblo. Habla contracorriente. Repite una y otra vez que esto no es lo último. Invita a mirar hacia el final del túnel. Recordemos algunas frases del Profeta de los capítulos mencionados:
«Levántate y brilla, porque ha llegado tu luz y la gloria de Yahvé amaneció sobre ti. Ya no se hablará de violencia en tu país ni de catástrofes o calamidades; el Señor será tu luz perpetua y se habrán acabado tus días de luto. No habrá sino buenos en tu pueblo. Será el nuevo brote que Yahvé hizo crecer. Me ha enviado para anunciar buenas nuevas a los humildes, para sanar a los corazones heridos, para anunciar la liberación de los desterrados y la vuelta a la luz de los presos. Se reconstruirán las viejas ruinas y se levantarán de nuevo los edificios caídos del pasado. Salto de alegría, pues el Señor me ha vestido con ropas de salvación y me ha abrigado con el manto de la justicia. No callaré hasta que la justicia de Yahvé se haga patente y su salvación resplandezca como una antorcha. Los que cosechen el trigo, lo comerán. Los que hagan la vendimia, se tomarán el vino. A ustedes los llamarán «Pueblo Santo», «Rescatados por el Señor».
Monseñor resume todo ese mensaje profético con esta frase: «Sobre estas ruinas brillará la gloria del Señor». Llama a las y los cristianos a ser profetas de la esperanza. «Por tanto, los cristianos tienen una gran misión en esta hora de la patria: mantener esa esperanza». La pregunta es si los cristianos confiamos en esa esperanza o somos parte de las olas desesperanzadoras que solo expresan lo negativo, lo feo, lo malo, lo incorrecto, lo ilícito. Por supuesto que la denuncia es importante y necesaria, pero ¿por qué, olvidándose de los fracasos del pasado, se juzga la actualidad como el infierno y como «lo peor que está por venir»?
¿Dónde escuchamos hoy voces de esperanza, gritos de esperanza a pesar de todo? En medio de la crisis sanitaria, la crisis económica (para la mayoría de la población) y la crisis política. ¿quién se atreve a ser voz de esperanza? ¿Cómo suena hoy la voz de las autoridades eclesiásticas? ¿Cómo hablan las comunidades eclesiales de base en su propio entorno?
¿No debemos esperar que las iglesias nos den esperanza en nombre del Dios de la vida? Monseñor nos dice: «No debemos esperar una utopía como algo ilusorio, como una forma de adormecernos para no ver la realidad; sino, por el contrario, mirar esa realidad que no puede dar nada, pero sí puede dar mucho si apelamos a esa redención trascendente». Si el Dios de la vida, Madre y Padre nuestro, Libertador y Creador, está de por medio, ¿por qué las iglesias no logramos ser voz de una esperanza real? Se trata de esa única esperanza que motiva y mueve para construir una comunidad diferente, un pueblo donde reine la justicia y se haga justicia al pobre y a las víctimas. Quizás es una de las tareas más importantes en el mundo de hoy: ser signo y voz de la esperanza (contra toda desesperanza). ). Porque «la esperanza hace maravillas, es un ancla en las tormentas, trae felicidad»
¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo podemos hacer que suceda en un nuevo capítulo de Trump en la historia del mundo? ¿Cómo lo hacemos en medio de la tensión cada vez mayor entre Europa y Rusia? ¿Cómo podemos hacerlo ante el genocidio que Israel está cometiendo en Palestina? ¿Cómo podemos hacerlo teniendo en cuenta que tantos migrantes, solicitantes de asilo y refugiados están llamando a nuestra puerta en nuestro estado del bienestar? ¿Cómo podemos hacerlo, cómo podemos abordarlo, para ser una señal de esperanza como Iglesia en todas estas circunstancias?
Cita 3 del capítulo IX (La esperanza) de El Evangelio de Mons. Romero.