El Papa santo, considerado con razón uno de los maestros de la Doctrina Social de la Iglesia San Juan Pablo II, La Doctrina Social de la Iglesia y el capitalismo
Estamos celebrando el 100 aniversario del nacimiento de San Juan Pablo II, que nos ha dejado un significativo legado filosófico y teológico con su magisterio.
La iglesia se ha opuesto claramente a los supuestos filosóficos-antropológicos del comunismo colectivista o colectivismo, de la misma forma ha rechazado y negado éticamente al capitalismo en su mismo espíritu o raíz, como muestra claramente San Juan Pablo II.
Estamos celebrando el 100 aniversario del nacimiento de San Juan Pablo II, que nos ha dejado un significativo legado filosófico y teológico con su magisterio. Una de las realidades imprescindibles de la vida y la fe, como es lo social, fue una de las herencias que nos ha transmitido el Papa santo, considerado con razón uno de los maestros de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Y como señalan los estudiosos de esta DSI, con su misión profética a lo largo de dicha enseñanza social la Iglesia ha criticado, denunciado y deslegitimado moralmente a los sistemas injustos como es el capitalismo, al capitalismo real y existente, a la entraña y esencia del capitalismo que es el liberalismo económico o, actualmente, denominado neoliberalismo.
San Juan Pablo II junto a la DSI, por ejemplo, ya en su primera y esencial encíclica social sobre el trabajo humano, Laborem Exercens (LE)recogiendo su experiencia vital como obrero, siempre ha visto muy bien y mostrado que la raíz perversa del capitalismo es esta ideología del liberalismo economicista(LE 11-13), el actual neoliberalismo y que, por tanto, son inseparables. El liberalismo económico y el capitalismo están intrínsecamente unidos.
Muchas veces se ha malinterpretado o tergiversado (manipulado) esta DSI. Si bien es verdad, como es sabido, que la iglesia se ha opuesto claramente a los supuestos filosóficos-antropológicos del comunismo colectivista o colectivismo, de la misma forma ha rechazado y negado éticamente al capitalismo en su mismo espíritu o raíz, como muestra muy bien San Juan Pablo II (LE 7). Tal como afirma igualmente, como seguiremos viendo en su encíclica de la solidaridad, Sollicitudo rei sociales (SRS), “la doctrina social de la Iglesia asume una actitud crítica tanto ante el capitalismo liberal como ante el colectivismo comunista” (SRS 21).
Y en la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America (EA), el Papa denuncia como “pecado social al neoliberalismo, sistema que haciendo referencia a una concepción economicista del hombre, considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema se ha convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos de obrar en el campo social y político, que causan la marginación de los más débiles. De hecho, los pobres son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras frecuentemente injustas” (EA 56).
Ya en 1931, en el contexto de la grave crisis del 29, en su Encíclica Quadragesimo Anno (QA) Pío XI calificaba el capitalismo como una economía “plagada de vicios gravísimos" (QA 28), que impone "el imperialismo internacional del dinero". Esta enseñanza la recoge y profundiza Pablo VI en su Encíclica Populorum Progressio (PP 26). La crítica y rechazo de la DSI a la injusticia e inmoralidad inherente del capitalismo con sus estructuras, como es la empresa de tipo capitalista, se ejemplifica muy bien en otro muy significativo discurso de Pablo VI. Mostraba el Papa como el capitalismo “ha de tener algún vicio profundo, una radical insuficiencia este sistema, si desde sus comienzos cuenta con semejantes reacciones sociales" (Pablo VI, Discurso a los empresarios, 1964).
Benedicto XVI sigue todo este camino de la DSI y enseña que “tanto el capitalismo como el marxismo prometieron encontrar el camino para la creación de estructuras justas y afirmaron que éstas, una vez establecidas, funcionarían por sí mismas; afirmaron que no sólo no habrían tenido necesidad de una precedente moralidad individual, sino que ellas fomentarían la moralidad común. Y esta promesa ideológica se ha demostrado que es falsa" (Aparecida, 4) En su último Mensaje de la Paz (2103), Benedicto XVI denuncia el descontrol del capitalismo, hoy sobre todo financiero, que causa “alarma con los focos de tensión y contraposición provocados por la creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista” (n. 1). Y clama el mismo Papa por “un nuevo modelo económico, ya que el que ha prevalecido en los últimos decenios postulaba la maximización del provecho y del consumo, en una óptica individualista y egoísta, dirigida a valorar a las personas sólo por su capacidad de responder a las exigencias de la competitividad” (n. 5).
Dicha mala compresión y manipulación de la DSI ha sucedido, por ejemplo, con la última encíclica social que realiza Juan Pablo II, Centesimus Annus (CA, 1991). Se malinterpretó y/o tergiversó un pasaje de la CA (el n. 42), sacándolo del contexto y mensaje global de la encíclica, de toda esta DSI, queriendo hacer pasar al Papa junto a la DSI como que apoyaba y justificaba el capitalismo. Nada más lejos de la realidad. Se intentan mezclar cosas como que la iglesia y el Papa aceptan la economía de libre mercado, que es cierto, confundiendo esta libertad económica con el capitalismo que es algo distinto. Y es que el mismo Papa, en dicho n. 42 de la CA, se resiste a hace eso, el confundir e identificar capitalismo con economía libre. En este celebre n. 42, al final del mismo, Juan Pablo II crítica y se opone igualmente el fundamentalismo de la ideología del capitalismo, su fanatismo del mercado que lo erige en ídolo.
Aunque haya fracasado y caído el comunismo colectivista, que según el Papa no es más que un capitalismo de estado, en dicha encíclica Juan Pablo II no acepta tampoco al capitalismo como vencedor o alternativa (CA 35). El capitalismo es inhumano, pone las cosas sobre las personas y margina a los pobres, como subraya el Papa (CA 34). De ahí que lo moral sea luchar contra el sistema capitalista (CA 35). Juan Pablo II ha ido al fondo del espíritu y antropología liberal-burguesa del capitalismo, que antepone el individualismo y el beneficio a la vida, dignidad y protagonismo del ser humano. Esta libertad burguesa y deformada del individualismo liberal-posesivo, que constituye al capitalismo, choca de frente con la sociabilidad y libertad ética-espiritual del ser humano, con la ética solidaria e integral que realmente libera la persona. Y que conforma una visión antropológica y moral global, espiritual y cristiana católica (CA 33, 35 y 42).
Bajo el ministerio de Juan Pablo II, y con la colaboración del entonces Cardenal Ratzinger, el mismo Catecismo de la Iglesia (CIC) rechaza el capitalismo y su práctica, el capitalismo real, ya que promueve “el individualismo y la primacía absoluta de la ley de mercado sobre el trabajo humano” (CIC 2425). Como se observa, los principios y valores de la DSI, tal como San Juan Pablo II nos transmite, van en contra de la raíz ideológica y sistema del capitalismo. En este sentido, asimismo, la tradición de la iglesia nos enseña que no se puede vivir en la codicia y en la riqueza-ser rico y, al mismo tiempo, practicar la fraternidad solidaria, valor y virtud esencial para el cristiano. La solidaridad real no es solo compartir y distribuir lo superfluo, lo que nos sobra que por definición ese dejar de ser rico, sino incluso lo que necesitamos para vivir. Tal como nos enseña San Juan Pablo II (SRS 31), en la línea de la tradición de la iglesia y sus santos que recoge el Concilio Vaticano II (GS 69) e igualmente el Papa Francisco, que muestra como la autentica fe e iglesia de Jesús se realiza desde la pobreza solidaria con los pobres (EG 198).
Es la iglesia pobre en la opción por los pobres, que se compromete solidariamente en la promoción de la solidaridad y la justicia con los trabajadores, empobrecidos y excluidos para verificar así la fidelidad al Dios revelado en Cristo como ya nos muestra San Juan Pablo II en LE (n. 8.). Y es que, como vemos, el individualismo neo-liberal y capitalista es una falsificación egoísta de la verdadera libertad ética y espiritual, que realmente consiste en amar, servir, buscar el bien común más universal y responsabilizarnos en solidaridad por la justicia con los pobres.
La economía y el mercado, pues, se deben situar en el marco moral del bien común, la solidaridad y la justicia social con los pobres (CIC 2425). El mercado tiene que ser controlado, regulado por el estado y, en especial, por la sociedad civil en la búsqueda de ese bien común y la justicia social, como visibiliza Juan Pablo II (CA 35 y 48) junto a San Pablo VI (PP 33) y Francisco (EG 56). Y que expresa otro principio básico de la DSI, la subsidiariedad, valor esencial para una verdadera democracia. El destino universal de los bienes, la justicia y equidad en la distribución de los recursos, está por encima de la propiedad privada, que es para todos y tiene un carácter social (LE 14); como igualmente nos transmite el Vaticano II (GS 69) y el Papa Francisco citando a San Juan Pablo II (LS 124-129).
De ahí una clave esencial de la cuestión social y de la DSI como es el trabajo, con sus derechos como es un salario digno, justo para las personas y sus familias (LE 19). Es el principio básico del trabajo, la realización y dignidad del trabajador, que tiene la prioridad sobre el capital (beneficio, medios de producción…, LE 13) como asimismo nos enseña Francisco (LS 124-129). Estos medios de producción junto a la misma empresa deben ser socializados, todos los trabajadores deber ser protagonistas y participes de los mismos, de la propiedad y vida de la empresa en una economía de tipo personalista, social y cooperativa (LE 14-15).
En esta dirección, la economía financiera especulativa y usura es inmoral, con sus bolsas, créditos e intereses que imponen la especulación, son abusivos, usureros, nada éticos...; lo cual nos mete en las injustas e inmorales crisis que vivimos permanentemente. Y, por ello, se debe dejar paso a unos créditos morales y justos, a unas empresas y finanzas-banca ética, a una economía real, que sirva al trabajo y desarrollo integral, como comunica San Juan Pablo II (CA 43) y ya manifestaba León XIII (RN 1), al igual que el actual de Compendio de DSI (369-72) y continuaría enseñando Benedicto XVI (CIV 65).
Es necesario, por tanto, no olvidar y recordar que toda esta DSI pertenece constitutivamente a la misión evangelizadora de la iglesia, a la enseñanza de la iglesia sobre el ser humano (antropología cristiana-católica) y a su vida ética (moral teologal). En este sentido, la DSI no es solo una teoría o enseñanza. Es estimulo, motivación y praxis de la caridad, que tiene un carácter sociopolítico, en el compromiso por el bien común y la justicia con los pobres, presencia (sacramento) de Cristo Pobre y Crucificado. Los pobres son los principales protagonistas de la misión y esta vida moral para su promoción liberadora e integral, como nos enseña San Juan Pablo II (CA 57-58) junto a la tradición de la iglesia, el Vaticano II (LG 8, AA 8) y los obispos españoles (IP 9 y 132).
La vida y dignidad del pobre, de la víctima y toda persona se enraíza en el Dios Creador (Padre), Salvador (Hijo) y Vivificador (Espíritu), en el Dios Trinitario. La Trinidad es la fuente y modelo de la solidaridad, del compromiso por el bien común, la paz y la justicia con los pobres. Frente a todo pecado mal, egoísmo y sus estructuras (sociales e históricas) de pecado, como el capitalismo, que podemos vencer (SRS 40). Sí se puede, es posible otro mundo si realmente creemos en la Esperanza. Si, nosotros los cristianos-católicos, tenemos realmente fe en la Pascua y Resurrección de Jesús, en la vida eterna; si seguimos a Jesús y su Reino, acogiendo el don de su salvación liberadora en el amor fraterno, la paz y la justicia que se anticipa ya en la historia y que vencerá definitivamente a toda injusticia, mal y muerte. Como testimonian lo santos y testigos de la fe, tal como nos testifican todos estos queridos Papas, sucesores de Pedro, como San Juan Pablo II hasta llegar al Papa Francisco.