Hacia una coherencia ética y política: a propósito de la retirada de la ley del aborto
A raíz de lo ocurrido con la retirada de la conocida como ley del aborto, por parte del actual gobierno, y todas las reacciones que se están suscitando, presentamos las siguientes reflexiones. Con la finalidad, aunque lejos de todo purismo e integrismo, de ir intentando tener en la vida política, ética y en la fe: cierta coherencia y credibilidad. Y la primera cuestión que aparece es por qué solo ahora se critica y deslegitima, incluso pidiendo que no se vuelta votar, al partido y gobierno actual, y no se ha hecho antes, mucho antes. Ya que además de no respetar ni proteger la vida de los no nacidos, con la realidad del aborto, este mismo partido y gobierno, junto con otros mayoritarios como los de la oposición, de forma permanente, sistemática ha ido incumpliendo los valores, claves o principios éticos y que enseña la moral-doctrina social de la iglesia (DSI). Y que, actualmente, el Papa Francisco está acentuando y profundizando. Tales como la paz y la no violencia, promoviendo las guerras, la venta de armas y demás violencia que atenta con la vida y dignidad de las personas. La DSI descalifica moralmente a toda guerra y violencia armada, que es inhumana e injusta, y promueve el desarme mundial frente a la carrera (industria) de armamentos.
De igual modo, la DSI no considera ético el actual crecimiento economicista y desarrollismo productivista, el consumismo depredador y demás atentados contra la ecología y un desarrollo sostenible, humano e integral. La DSI se opone a toda forma de gobierno y autoridad que no promueva un protagonismo ético-político de toda la sociedad civil, en donde se respeta la subsidiariedad de la comunidad social, que haga posible la participación y co-gestión de todos los ciudadano/as. Ya que, en este sentido, se impide una democracia más real, más verdadera que tiene su eje en la autoridad y soberanía primera del pueblo, de toda la sociedad. Los gobernantes y autoridades deben están al servicio de este pueblo, y no al contrario como ocurre hoy. En esta línea, la DSI rechaza que la política no sirva al bien común y a los derechos humanos, lo que se conoce hoy como el estado social de derecho-s. Esto es, que se asegure y promueva todas las condiciones humanas, sociales para la plenitud y desarrollo integral de las personas, que promocione la justicia social y liberadora con los pobres. Tales como una renta básica, la educación y la cultura, la sanidad y los medicamentos. Un trabajo decente con un salario justo y demás condiciones laborales que sean dignas, humanizadoras. Unos servicios sociales de calidad. Unos equipamientos e infraestructuras básicas como pueden ser el agua, la luz, el transporte, etc.
Estos derechos humanos y sociales son universales, inalienables, y exigibles jurídicamente, tal como están recogidos en el ordenamiento ético-jurídico, por ejemplo en nuestra constitución, lo que se incumple de forma continuada. De tal forma, que una muy buena parte de las personas y familias u otros grupos sociales, como es en especial la infancia o la mujer, se encuentran padeciendo la pobreza y la exclusión social. Ya que se niega un principio básico de la DSI, como es el anteponer la propiedad privada al destino universal de los bienes, que tiene siempre la prioridad sobre dicha propiedad. Tal como lo muestra que cada vez hay mayor desigualdad e injusticia social-global entre los ricos, cada vez más ricos, y los pobres cada vez más numerosos y más pobres, con una pobreza en extensión e intensidad. Un ejemplo claro de esta injusticia es nuestro sistema fiscal que, actualmente, no asegura la equidad ni el bien común. En donde hacienda se convierte en una estructura social injusta. Ya que los que menos contribuyen y tributan son los que más tienen: las fortunas y patrimonios más altos, el capital, las empresas multinacionales y corporaciones financieras-bancarias, que asimismo cometen las estafas tributarias de evasión y utilización de paraísos fiscales, amnistías fiscales; y demás fraudes contra una ética y fiscalidad justa.
Como indicamos, se incumple continuadamente el principio moral y clave ética-social esencial como es que el capital (el beneficio, los medios productivos y empresariales) se imponga por encima del trabajo, de la persona y dignidad del trabajador que es clave en la vida social y política. Un criterio, básico e ineludible, para realizar el destino universal de los bienes y, de esta forma, valorar la justicia social y ética del trabajo: es el salario que recibe el trabajador, que debe ser suficiente y digno, no solo para él, sino para toda su familia. Todo lo anterior no se ha dado en nuestra política laboral y social, con el establecimiento y mantenimiento de un trabajo indecente, el conocido como empleo precario, basura, que constituye una autentica explotación laboral, una esclavitud del trabajador. Tal como lo muestra que un muy buen sector de los pobres y familias pobres estén conformadas por personas con trabajo. Son los conocidos en el mundo como “working poor” (trabajadores pobres) o “precariado”, que malviven cada día a pesar de tener un empleo que, como vemos, es injusto e inmoral. Al igual que todas las muertes que se producen trabajando, con el incumplimiento sistemático de las medidas de seguridad laboral e higiene en el trabajo. Y la poca democracia en la empresa, que impide la socialización, participación y co-gestión o co-propiedad de la empresa y los medios de producción. Tal como, por ejemplo, nos enseñaba todo ello Juan Pablo II en su memorable encíclica (LE), dedicado al trabajo humano.
Otra clave, muy importante, en la política actual es valorar como se ha permitido que la economía y las finanzas-banca sean, sobre todo, financieras-especulativas y usureras; negando así su sentido principal que es ser una economía real, con una banca y finanzas al servicio de la inversión para el empleo y el desarrollo social-sostenible. Tal como se revela con la especulación en bolsa y acciones, fondos de inversión y pensión, en bienes básicos como la vivienda, los alimentos, medicamentos, etc. que provoca la muerte de miles y miles de personas al día por hambrunas, enfermedades curables y demás injusticias de la pobreza. Y toda esta especulación fue lo que, principalmente, causó la crisis injusta e inmoral que todavía vivimos, una excusa o estafa que ha servido para que los ricos sean cada vez más ricos. En esta óptica, ahí tenemos el gran pecado de la usura de la banca con sus créditos con intereses, que son abusivos, injustos, y ahí está como paradigma de ello las hipotecas, lo que impide acceder al crédito para el empleo, para el trabajador o su empresa, para que la familia y demás personas cubran sus necesidades elementales. Estas personas más necesitadas, más pobres son convertidas en negocio y explotadas por dicha usura de la banca. Todo lo cual genera y mantiene el paro, la pobreza y la exclusión social.
Como se observa la ideología y sistema político, económico y social imperante, el liberalismo capitalista, el capitalismo, hoy global, es por naturaleza inhumano, inmoral e injusto. Este liberalismo, el capitalismo es el mayor ataque a las personas, a las familias y, en especial, a la mujer: por toda esta injusticia social que genera, en forma de explotación, pobreza y exclusión que sufre una gran parte de nuestras familias y hogares; por su individualismo, que engendra la dictadura del relativismo, y materialismo economicista-consumista. El tener, el poseer por encima del ser (fraterno, solidario y justo) y la competitividad, lo que genera una sociedad-mundo salvaje y violento. Todo ello produce el caos, el sin sentido y el vacío existencial, un autentico nihilismo y negación de lo humano, social y espiritual. Ahí tenemos, como ejemplo de todo ello, la plaga de suicidios, cada vez mayor, por tanta injusticia, mal y sin sentido. Evidentemente con todo esto, como nos enseña la DSI, tampoco queremos el comunismo colectivista, el colectivismo de tipo leninista-stalinista que fue una mala respuesta a la injusticia primera del capitalismo y que, en realidad, no es más que un capitalismo de estado, negador de la libertad y gestión democrática.
Y que no decir del trato injusto dado a las personas migrantes. Con unas leyes de extranjerías injustas, unos mecanismos perversos como los CIEs, fronteras inicuas con vallas y cuchillas, etc. Lo que discrimina a todos estos hermanos migrantes, que no son ni ilegales ni irregulares, personas con una sagrada dignidad y derechos como el de desplazarse libremente de un sitio a otro, y más si es en busca de proteger la vida y de un futuro más digno. Estos seres humanos migrantes que, en nuestros países enriquecidos, son un negocio, son explotados como mano de obra barata y que, cuando ya no sirven para esta explotación o producción, los expulsamos como el satisfecho que tira lo que le sobra de su comida. Y a los que se les niegan derechos tan básicos como la sanidad, por lo que ya han fallecido personas migrantes. En esta línea, los países de donde vienen estos hermano/as migrantes han sido sistemáticamente saqueados, expoliados en sus recursos y bienes a causa del capitalismo y todas sus estructuras políticas, económicas, comerciales y financieras-bancarias injustas, de pecado, que hemos estado describiendo. Impidiendo así una autentica política de cooperación al desarrollo que vaya a las causas estructurales de la pobreza y, además, se ha recortado de forma fragrante el apoyo a proyectos o acciones de cooperación internacional, que promueven el desarrollo de los más pobres de la tierra.
Como se puede comprender, con toda esta política ejercida, que hemos analizado hasta aquí, se atenta contra la vida y dignidad de las personas y de las familias; incluido el drama del aborto, que sufre en primera persona la mujer como víctima a la que hay que acompañar, y que con una políticas públicas y sociales más justas, distintas a las que tenemos, se afrontaría de una forma mucho más adecuada esta tragedia del aborto. Se observa, pues, por todo lo expuesto hasta aquí, tal como lo enseña la DSI y nos lo muestran organizaciones eclesiales como (por ejemplo) Caritas o la HOAC con sus informes, estudios, etc. que este partido y gobierno actual, de forma similar a los de la oposición y mayoritarios, no ha respetado ni cumplido todos estos principios, valores y claves o criterios básicos de toda ética humana y moral-DSI. De ahí que tengamos que seguir potenciando la formación ética, social e integral y la conciencia-acción moral, social de las personas, de todos los creyentes. Para una actuación y compromiso cada vez más coherente en la vida pública, en la lucha por la paz, la justicia y el desarrollo integral.
Y, de esta forma, no sesgar, mutilar o ideologizar la cuestiones morales, sociales y políticas, la misma fe, con una ideologización y partidismo o confesionalismo político que no es aceptable, y menos aun si colabora con toda esta injusticia y mal. Nos va en ello la vida moral y de fe, para que intentemos cada vez más la coherencia, el testimonio moral y espiritual, de fe y eclesial en el amor que promueve la justicia con lo pobres de la tierra y todas las víctimas de la historia. No estamos pidiendo cosas imposibles o utopías irrealizables sino posibles, el más y mayor bien universal (el magis ignaciano) que es el que hay que buscar, principalmente, en la vida social y política. Ya que como nos enseñan los estudios y la DSI, con todas las posibilidades y capacidades que tenemos, con voluntad moral y política es posible ir erradicando todos estos males e injusticias. Tales como el hambre y la pobreza, la guerra y la destrucción ecológica, el aborto o la eutanasia, etc. Esta es nuestra fe, confianza y esperanza de que la injusticia, mal y el pecado se pueden ir erradicando, de hecho creemos que ya han sido vencidos por la Vida y Pascua de Cristo, lo que culminará en la vida plena, eterna.
De igual modo, la DSI no considera ético el actual crecimiento economicista y desarrollismo productivista, el consumismo depredador y demás atentados contra la ecología y un desarrollo sostenible, humano e integral. La DSI se opone a toda forma de gobierno y autoridad que no promueva un protagonismo ético-político de toda la sociedad civil, en donde se respeta la subsidiariedad de la comunidad social, que haga posible la participación y co-gestión de todos los ciudadano/as. Ya que, en este sentido, se impide una democracia más real, más verdadera que tiene su eje en la autoridad y soberanía primera del pueblo, de toda la sociedad. Los gobernantes y autoridades deben están al servicio de este pueblo, y no al contrario como ocurre hoy. En esta línea, la DSI rechaza que la política no sirva al bien común y a los derechos humanos, lo que se conoce hoy como el estado social de derecho-s. Esto es, que se asegure y promueva todas las condiciones humanas, sociales para la plenitud y desarrollo integral de las personas, que promocione la justicia social y liberadora con los pobres. Tales como una renta básica, la educación y la cultura, la sanidad y los medicamentos. Un trabajo decente con un salario justo y demás condiciones laborales que sean dignas, humanizadoras. Unos servicios sociales de calidad. Unos equipamientos e infraestructuras básicas como pueden ser el agua, la luz, el transporte, etc.
Estos derechos humanos y sociales son universales, inalienables, y exigibles jurídicamente, tal como están recogidos en el ordenamiento ético-jurídico, por ejemplo en nuestra constitución, lo que se incumple de forma continuada. De tal forma, que una muy buena parte de las personas y familias u otros grupos sociales, como es en especial la infancia o la mujer, se encuentran padeciendo la pobreza y la exclusión social. Ya que se niega un principio básico de la DSI, como es el anteponer la propiedad privada al destino universal de los bienes, que tiene siempre la prioridad sobre dicha propiedad. Tal como lo muestra que cada vez hay mayor desigualdad e injusticia social-global entre los ricos, cada vez más ricos, y los pobres cada vez más numerosos y más pobres, con una pobreza en extensión e intensidad. Un ejemplo claro de esta injusticia es nuestro sistema fiscal que, actualmente, no asegura la equidad ni el bien común. En donde hacienda se convierte en una estructura social injusta. Ya que los que menos contribuyen y tributan son los que más tienen: las fortunas y patrimonios más altos, el capital, las empresas multinacionales y corporaciones financieras-bancarias, que asimismo cometen las estafas tributarias de evasión y utilización de paraísos fiscales, amnistías fiscales; y demás fraudes contra una ética y fiscalidad justa.
Como indicamos, se incumple continuadamente el principio moral y clave ética-social esencial como es que el capital (el beneficio, los medios productivos y empresariales) se imponga por encima del trabajo, de la persona y dignidad del trabajador que es clave en la vida social y política. Un criterio, básico e ineludible, para realizar el destino universal de los bienes y, de esta forma, valorar la justicia social y ética del trabajo: es el salario que recibe el trabajador, que debe ser suficiente y digno, no solo para él, sino para toda su familia. Todo lo anterior no se ha dado en nuestra política laboral y social, con el establecimiento y mantenimiento de un trabajo indecente, el conocido como empleo precario, basura, que constituye una autentica explotación laboral, una esclavitud del trabajador. Tal como lo muestra que un muy buen sector de los pobres y familias pobres estén conformadas por personas con trabajo. Son los conocidos en el mundo como “working poor” (trabajadores pobres) o “precariado”, que malviven cada día a pesar de tener un empleo que, como vemos, es injusto e inmoral. Al igual que todas las muertes que se producen trabajando, con el incumplimiento sistemático de las medidas de seguridad laboral e higiene en el trabajo. Y la poca democracia en la empresa, que impide la socialización, participación y co-gestión o co-propiedad de la empresa y los medios de producción. Tal como, por ejemplo, nos enseñaba todo ello Juan Pablo II en su memorable encíclica (LE), dedicado al trabajo humano.
Otra clave, muy importante, en la política actual es valorar como se ha permitido que la economía y las finanzas-banca sean, sobre todo, financieras-especulativas y usureras; negando así su sentido principal que es ser una economía real, con una banca y finanzas al servicio de la inversión para el empleo y el desarrollo social-sostenible. Tal como se revela con la especulación en bolsa y acciones, fondos de inversión y pensión, en bienes básicos como la vivienda, los alimentos, medicamentos, etc. que provoca la muerte de miles y miles de personas al día por hambrunas, enfermedades curables y demás injusticias de la pobreza. Y toda esta especulación fue lo que, principalmente, causó la crisis injusta e inmoral que todavía vivimos, una excusa o estafa que ha servido para que los ricos sean cada vez más ricos. En esta óptica, ahí tenemos el gran pecado de la usura de la banca con sus créditos con intereses, que son abusivos, injustos, y ahí está como paradigma de ello las hipotecas, lo que impide acceder al crédito para el empleo, para el trabajador o su empresa, para que la familia y demás personas cubran sus necesidades elementales. Estas personas más necesitadas, más pobres son convertidas en negocio y explotadas por dicha usura de la banca. Todo lo cual genera y mantiene el paro, la pobreza y la exclusión social.
Como se observa la ideología y sistema político, económico y social imperante, el liberalismo capitalista, el capitalismo, hoy global, es por naturaleza inhumano, inmoral e injusto. Este liberalismo, el capitalismo es el mayor ataque a las personas, a las familias y, en especial, a la mujer: por toda esta injusticia social que genera, en forma de explotación, pobreza y exclusión que sufre una gran parte de nuestras familias y hogares; por su individualismo, que engendra la dictadura del relativismo, y materialismo economicista-consumista. El tener, el poseer por encima del ser (fraterno, solidario y justo) y la competitividad, lo que genera una sociedad-mundo salvaje y violento. Todo ello produce el caos, el sin sentido y el vacío existencial, un autentico nihilismo y negación de lo humano, social y espiritual. Ahí tenemos, como ejemplo de todo ello, la plaga de suicidios, cada vez mayor, por tanta injusticia, mal y sin sentido. Evidentemente con todo esto, como nos enseña la DSI, tampoco queremos el comunismo colectivista, el colectivismo de tipo leninista-stalinista que fue una mala respuesta a la injusticia primera del capitalismo y que, en realidad, no es más que un capitalismo de estado, negador de la libertad y gestión democrática.
Y que no decir del trato injusto dado a las personas migrantes. Con unas leyes de extranjerías injustas, unos mecanismos perversos como los CIEs, fronteras inicuas con vallas y cuchillas, etc. Lo que discrimina a todos estos hermanos migrantes, que no son ni ilegales ni irregulares, personas con una sagrada dignidad y derechos como el de desplazarse libremente de un sitio a otro, y más si es en busca de proteger la vida y de un futuro más digno. Estos seres humanos migrantes que, en nuestros países enriquecidos, son un negocio, son explotados como mano de obra barata y que, cuando ya no sirven para esta explotación o producción, los expulsamos como el satisfecho que tira lo que le sobra de su comida. Y a los que se les niegan derechos tan básicos como la sanidad, por lo que ya han fallecido personas migrantes. En esta línea, los países de donde vienen estos hermano/as migrantes han sido sistemáticamente saqueados, expoliados en sus recursos y bienes a causa del capitalismo y todas sus estructuras políticas, económicas, comerciales y financieras-bancarias injustas, de pecado, que hemos estado describiendo. Impidiendo así una autentica política de cooperación al desarrollo que vaya a las causas estructurales de la pobreza y, además, se ha recortado de forma fragrante el apoyo a proyectos o acciones de cooperación internacional, que promueven el desarrollo de los más pobres de la tierra.
Como se puede comprender, con toda esta política ejercida, que hemos analizado hasta aquí, se atenta contra la vida y dignidad de las personas y de las familias; incluido el drama del aborto, que sufre en primera persona la mujer como víctima a la que hay que acompañar, y que con una políticas públicas y sociales más justas, distintas a las que tenemos, se afrontaría de una forma mucho más adecuada esta tragedia del aborto. Se observa, pues, por todo lo expuesto hasta aquí, tal como lo enseña la DSI y nos lo muestran organizaciones eclesiales como (por ejemplo) Caritas o la HOAC con sus informes, estudios, etc. que este partido y gobierno actual, de forma similar a los de la oposición y mayoritarios, no ha respetado ni cumplido todos estos principios, valores y claves o criterios básicos de toda ética humana y moral-DSI. De ahí que tengamos que seguir potenciando la formación ética, social e integral y la conciencia-acción moral, social de las personas, de todos los creyentes. Para una actuación y compromiso cada vez más coherente en la vida pública, en la lucha por la paz, la justicia y el desarrollo integral.
Y, de esta forma, no sesgar, mutilar o ideologizar la cuestiones morales, sociales y políticas, la misma fe, con una ideologización y partidismo o confesionalismo político que no es aceptable, y menos aun si colabora con toda esta injusticia y mal. Nos va en ello la vida moral y de fe, para que intentemos cada vez más la coherencia, el testimonio moral y espiritual, de fe y eclesial en el amor que promueve la justicia con lo pobres de la tierra y todas las víctimas de la historia. No estamos pidiendo cosas imposibles o utopías irrealizables sino posibles, el más y mayor bien universal (el magis ignaciano) que es el que hay que buscar, principalmente, en la vida social y política. Ya que como nos enseñan los estudios y la DSI, con todas las posibilidades y capacidades que tenemos, con voluntad moral y política es posible ir erradicando todos estos males e injusticias. Tales como el hambre y la pobreza, la guerra y la destrucción ecológica, el aborto o la eutanasia, etc. Esta es nuestra fe, confianza y esperanza de que la injusticia, mal y el pecado se pueden ir erradicando, de hecho creemos que ya han sido vencidos por la Vida y Pascua de Cristo, lo que culminará en la vida plena, eterna.