La eucaristía de Jesús, sacramento del Reino de amor y justicia
Las comidas de Jesús y la cena de despedida están inseparablemente inter-relacionadas y unidas. En la cena, Jesús simboliza, explicita y culmina, como anticipación profética de su muerte en la Cruz, lo que ha sido toda su vida: una existencia que se solidariza y se entrega totalmente, al servicio y en favor de la humanidad, de los empobrecidos y oprimidos (representados también en los discípulos). Para la realización del Reino del Padre que anticipa y trae, que hace presente una humanidad, un mundo y una historia justa y fraterna, en comunión con Dios. La cena tiene así un carácter conflictivo y martirial-profético. Los dirigentes del poder, los poderosos y enriquecidos, tanto judíos como romanos, se han enfrentado y opuesto a Jesús y al Reino que realiza. Ya que Jesús y su Reino critica, transgrede y termina con su sistema y estructuras de privilegios y beneficios a costa de oprimir y excluir a la mayoría de la población, empobrecida y marginada. Pero Jesús no se ha echado para atrás, sino que en amor y fidelidad a Dios Padre, ha donado libremente su vida por seguir realizando su Reino. El resultado ha sido, evidentemente, que estos poderosos y su sistema estructural de poder judío/romano le condenan a morir en cruz. Cuyo acontecimiento, como ya apuntamos, se anticipa y significa simbólica, realmente en la cena. No se puede comprender, pues, el significado de su muerte sin explicar porque matan a Jesús, que es el resultado de su misión y vida por el Reino.
La cena, acción signal del Gólgota, por tanto tiene un carácter eminentemente sacrificial paradójico. Jesús se ha sacrificado, es decir, ha autoentregado su vida para acabar con todo sacrificio que los poderosos, enriquecidos y opresores con sus cómplices realizan a través de sus instituciones perversas e injustas que, para conseguir beneficios y poder, masacran a las personas, a los más débiles, convirtiéndolas en víctimas. Jesús, el Dios crucificado, es así el anti-sacrificio del mal e injusticia, la protesta radical y firme (el símbolo de la lucha) contra el mal e injusticias. Vemos el carácter eminentemente teologal público o político, en conexión con sus comidas, que tiene la cena. En donde Jesús, desde el Reino, se opone a toda relación y estructura opresora, excluyente para convertirlas en justas y fraternas.
- Cristo Resucitado, el Reino de la transustanciación definitiva. Presencia en el memorial pascual/escatológico, “memorial subversivo" de justicia fraterna.
La cena de despedida no se entiende sin el Resucitado y sus comidas. La Resurrección de Jesús no anula la vida y la muerte de Jesús, todo lo contrario. La Resurrección re-afirma, perpetua y eterniza la vida entregada de Jesús. El Resucitado es el Crucificado. Jesús resucita en el Espíritu, a través de esta vida autodonada en fidelidad a la causa y misión de la realización del Reino del Padre, que trae la justicia y el amor desde los empobrecidos. La Muerte de Jesús es, pues, liberadora-salvífica porque el Reino del Padre vence definitivamente a todo mal, injusticia y opresión, a todo sistema explotador. Y hace ya presente la fraternidad y la justicia en el mundo con Jesús Resucitado en el Espíritu. Así, la Eucaristía es memorial anámnetico de la Pascua escatológica de Jesús. En Jesús Resucitado se sigue haciendo real, verdaderamente presente y actual esta entrega por el Reino, se hace presente por y en esta entrega. Por lo que es “memorial peligroso y subversivo” de la muerte y resurrección de Jesús, ya que sigue “pendiente”, es decir, sigue actual. Por eso, como tarea, la causa del Reino sigue adelante, persiste como crítica y subvierte todo status u orden injusto y opresor. Los poderosos y enriquecidos de hoy y de siempre, como los que mataron a Jesús, siguen siendo cuestionados e interpelados a que terminen con sus sistemas perversos, a que se conviertan al amor y a la justicia, a que no masacren a más víctimas de la injusticia y a más mártires de la lucha por la justicia, víctimas y mártires como Jesús.
Desde la Pascua escatológica del Jesús Resucitado, se comprende la transustanciación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Ya que esta transustanciación anticipa y hace “ya” realmente presente la transformación total, definitiva que en el mundo, en la historia y en la creación se realizaran por la Pascua definitiva y eterna. Una creación y una historia totalmente, para siempre justa y fraterna, en comunión recapituladora con Cristo que entregará todo al Padre. Desde esta forma, en la eucaristía se produce la comunión, conversión y transformación personal en Jesús, que entraña, se realiza y se integra en la transformación cultural, socioeconómica, política del mundo, con sus estructuras e instituciones. Para que se conviertan en justas y fraternas, generándose así la comunión de vida y amor con los hermanos, con todas las personas, y por tanto con Dios Padre.
- El Sacramento del pobre y el sacramento de la Eucaristía.
Como nos enseña toda la tradición y la enseñanza de la iglesia, al igual que la Eucaristía pero como realidad distinta, el empobrecido y el oprimido es sacramento de Jesús. Esto es, presencia real y verdadera de Cristo, Pobre y Crucificado, que nos sale al encuentro en el empobrecido y oprimido. Entre el sacramento del empobrecido y el de la Eucaristía hay una perfecta e inseparable relación y correspondencia: no se puede afirmar el uno sin el otro, ni a su vez negar el uno sin negar el otro; recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, en la comunión eucaristísca, nos debe llevar a ejercer un compromiso activo, permanente en la solidaridad y justicia por los más empobrecidos.
- Donde no hay comunidad eclesial que luche por la fraternidad y la justicia, no hay eucaristía en fidelidad a Jesús.
Al ser la eucaristía sacramento de comunión fraterna y justicia, no se puede celebrar el mismo de forma fiel y auténtica si no existe una Iglesia que tenga un compromiso firme, permanente y de vida en la lucha por la justicia y la igualdad. La iglesia de la eucaristía ha de significar, entregarse y servir a la promoción de un mundo donde haya una justa y equitativa distribución-comunión de bienes que aseguren la vida, la dignidad de todos los seres humanos. Así, la Iglesia será también sacramento eucarístico transparente, coherente y con-vincente del Amor y la Justicia de Dios en Jesús. De lo contrario, más que con-vencer, escandalizará al mundo, como nos enseña todo ello el Evangelio de Jesús y la misma Iglesia, ahora con el Papa Francisco.
La cena, acción signal del Gólgota, por tanto tiene un carácter eminentemente sacrificial paradójico. Jesús se ha sacrificado, es decir, ha autoentregado su vida para acabar con todo sacrificio que los poderosos, enriquecidos y opresores con sus cómplices realizan a través de sus instituciones perversas e injustas que, para conseguir beneficios y poder, masacran a las personas, a los más débiles, convirtiéndolas en víctimas. Jesús, el Dios crucificado, es así el anti-sacrificio del mal e injusticia, la protesta radical y firme (el símbolo de la lucha) contra el mal e injusticias. Vemos el carácter eminentemente teologal público o político, en conexión con sus comidas, que tiene la cena. En donde Jesús, desde el Reino, se opone a toda relación y estructura opresora, excluyente para convertirlas en justas y fraternas.
- Cristo Resucitado, el Reino de la transustanciación definitiva. Presencia en el memorial pascual/escatológico, “memorial subversivo" de justicia fraterna.
La cena de despedida no se entiende sin el Resucitado y sus comidas. La Resurrección de Jesús no anula la vida y la muerte de Jesús, todo lo contrario. La Resurrección re-afirma, perpetua y eterniza la vida entregada de Jesús. El Resucitado es el Crucificado. Jesús resucita en el Espíritu, a través de esta vida autodonada en fidelidad a la causa y misión de la realización del Reino del Padre, que trae la justicia y el amor desde los empobrecidos. La Muerte de Jesús es, pues, liberadora-salvífica porque el Reino del Padre vence definitivamente a todo mal, injusticia y opresión, a todo sistema explotador. Y hace ya presente la fraternidad y la justicia en el mundo con Jesús Resucitado en el Espíritu. Así, la Eucaristía es memorial anámnetico de la Pascua escatológica de Jesús. En Jesús Resucitado se sigue haciendo real, verdaderamente presente y actual esta entrega por el Reino, se hace presente por y en esta entrega. Por lo que es “memorial peligroso y subversivo” de la muerte y resurrección de Jesús, ya que sigue “pendiente”, es decir, sigue actual. Por eso, como tarea, la causa del Reino sigue adelante, persiste como crítica y subvierte todo status u orden injusto y opresor. Los poderosos y enriquecidos de hoy y de siempre, como los que mataron a Jesús, siguen siendo cuestionados e interpelados a que terminen con sus sistemas perversos, a que se conviertan al amor y a la justicia, a que no masacren a más víctimas de la injusticia y a más mártires de la lucha por la justicia, víctimas y mártires como Jesús.
Desde la Pascua escatológica del Jesús Resucitado, se comprende la transustanciación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Ya que esta transustanciación anticipa y hace “ya” realmente presente la transformación total, definitiva que en el mundo, en la historia y en la creación se realizaran por la Pascua definitiva y eterna. Una creación y una historia totalmente, para siempre justa y fraterna, en comunión recapituladora con Cristo que entregará todo al Padre. Desde esta forma, en la eucaristía se produce la comunión, conversión y transformación personal en Jesús, que entraña, se realiza y se integra en la transformación cultural, socioeconómica, política del mundo, con sus estructuras e instituciones. Para que se conviertan en justas y fraternas, generándose así la comunión de vida y amor con los hermanos, con todas las personas, y por tanto con Dios Padre.
- El Sacramento del pobre y el sacramento de la Eucaristía.
Como nos enseña toda la tradición y la enseñanza de la iglesia, al igual que la Eucaristía pero como realidad distinta, el empobrecido y el oprimido es sacramento de Jesús. Esto es, presencia real y verdadera de Cristo, Pobre y Crucificado, que nos sale al encuentro en el empobrecido y oprimido. Entre el sacramento del empobrecido y el de la Eucaristía hay una perfecta e inseparable relación y correspondencia: no se puede afirmar el uno sin el otro, ni a su vez negar el uno sin negar el otro; recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, en la comunión eucaristísca, nos debe llevar a ejercer un compromiso activo, permanente en la solidaridad y justicia por los más empobrecidos.
- Donde no hay comunidad eclesial que luche por la fraternidad y la justicia, no hay eucaristía en fidelidad a Jesús.
Al ser la eucaristía sacramento de comunión fraterna y justicia, no se puede celebrar el mismo de forma fiel y auténtica si no existe una Iglesia que tenga un compromiso firme, permanente y de vida en la lucha por la justicia y la igualdad. La iglesia de la eucaristía ha de significar, entregarse y servir a la promoción de un mundo donde haya una justa y equitativa distribución-comunión de bienes que aseguren la vida, la dignidad de todos los seres humanos. Así, la Iglesia será también sacramento eucarístico transparente, coherente y con-vincente del Amor y la Justicia de Dios en Jesús. De lo contrario, más que con-vencer, escandalizará al mundo, como nos enseña todo ello el Evangelio de Jesús y la misma Iglesia, ahora con el Papa Francisco.