Apela a valores "inscritos en el ADN de los Estados Unidos de América" Farrell, a los cristianos de EEUU: "Que la sangre derramada ayude a nuestra amada nación a construir una sociedad verdaderamente pacífica y fraternal"
Los cimientos sobre los que se construyeron los Estados Unidos de América fueron, según el cardenal, la igualdad de todos los hombres, la defensa de la vida y la libertad, "ideales que no son más que la traducción del cristianismo al lenguaje de la ley civil"
"Cada vez que damos a conocer la enseñanza de Jesús, ayudamos a todos nuestros conciudadanos a volver a los auténticos ideales de nuestra nación, su constitución y sus leyes"
"No se puede esperar promover la paz social a través de la violencia, no se puede superar la injusticia cometiendo injusticias y crímenes aún más graves que los que se quieren denunciar"
"No se puede esperar promover la paz social a través de la violencia, no se puede superar la injusticia cometiendo injusticias y crímenes aún más graves que los que se quieren denunciar"
(Vatican News).- "No se puede esperar promover la paz social a través de la violencia, no se puede superar la injusticia cometiendo injusticias y crímenes aún más graves que los que se quieren denunciar". El mundo entero está viendo con aprensión la ola de protestas que atraviesa muchas ciudades de los Estados Unidos de América tras la injusta muerte de George Floyd. Y para los ciudadanos norteamericanos, "es una fuente de gran tristeza ver cómo la discriminación, los prejuicios y el odio por motivos raciales todavía persisten". El cardenal Kevin Farrell expresó su propio dolor, como ciudadano norteamericano, por los sucesos de estos días en los que se ha visto envuelto su país durante la vigilia de oración por la convivencia pacífica en los Estados Unidos, organizada y transmitida por la Comunidad de Sant'Egidio.
En la homilía durante la vigilia de oración, el prefecto del Dicasterio para los laicos, la familia y la vida recordó los grandes movimientos sociales de los años 60 y 70 a favor de los derechos civiles y contra la discriminación racial, los cuales, sin duda, "han dejado una profunda huella en la conciencia civil de la nación, pero no han resuelto definitivamente todos los problemas".
Subrayó que tanto la coexistencia pacífica como la aceptación mutua son "bienes preciosos que siempre deben ser promovidos", puesto que "no derivan automáticamente de las palabras pronunciadas en el pasado", sino que "son el fruto de actitudes profundas que deben habitar en el corazón de los hombres". La contribución de los cristianos puede darse -dijo - "proclamando y dando testimonio" con las propias vidas: "que cada generación sea ayudada a tener un corazón fraterno".
En la vigilia se escucharon las palabras del Evangelio que hablan del "habitar" del Padre y del Hijo en todos aquellos que aman a Jesús. El prefecto del Dicasterio para los laicos, la familia y la vida se refirió a este pasaje del Evangelio diciendo:
Todo esto no puede permanecer como una teoría, debe tener consecuencias concretas en la vida. Si en cada bautizado, si en cada cristiano, hay realmente una "morada" especial de Dios, su corazón sólo puede ser transformado. En él no pueden haber más sentimientos de odio y desprecio hacia nadie. Y si el Espíritu Santo Paráclito realmente habita en los corazones de los cristianos, ellos mirarán a todos los demás seres humanos "con los ojos de Dios", con el mismo respeto y compasión con que Dios ve a cada hombre y cada mujer en la tierra.
Nuestra nación, desde su nacimiento - recordó Farrell - , ha sido multicultural, multiétnica y multirreligiosa: los cimientos sobre los que se construyó fueron la igualdad de todos los hombres, los derechos inalienables a la vida y la libertad que el mismo Creador concedió a todos los hombres, la tolerancia, la convivencia pacífica, la igualdad de oportunidades para la prosperidad y el bienestar de todos. Estos ideales están "inscritos en el ADN de los Estados Unidos de América" y "forman parte de sus documentos fundacionales". Se trata de principios que "no son más que la traducción del cristianismo al lenguaje de la ley civil", motivo por el cual el purpurado indicó: "Cada vez que damos a conocer la enseñanza de Jesús, ayudamos a todos nuestros conciudadanos a volver a los auténticos ideales de nuestra nación, su constitución y sus leyes".
El mandato que Jesús dio a sus discípulos es: "Ámense los unos a los otros como yo los he amado". " Jesús - puntualizó el cardenal - "no hizo distinción entre hombres y mujeres, entre judíos y samaritanos, entre simples pescadores y miembros del sinedro, entre pobres pastores y ricos publicanos". Este "simple hecho" debería ser un fuerte atractivo "para todos los que hacen distinciones basadas en la clase social, el nivel económico, la raza, la afiliación política".
Lamentablemente, incluso entre nosotros los cristianos puede infiltrarse una forma de pensar distorsionada, que nos lleva a identificarnos sólo con un lado, distanciándonos de los que pertenecen al otro lado: clases ricas contra clases pobres, intelectuales contra incultos, progresistas contra conservadores, blancos contra negros. Al hacerlo perdemos completamente de vista la dimensión universal del mensaje de Cristo o incluso terminamos identificando nuestra fe cristiana con la visión ideológica del lado que hemos abrazado. […] No se puede esperar promover la paz social a través de la violencia, no se puede superar la injusticia cometiendo injusticias y crímenes aún más graves que los que se quieren denunciar.
Los cristianos - señaló el purpurado - debemos siempre exhortar a todas las personas de buena voluntad a unir sus esfuerzos para construir juntos algo que permanezca como un bien duradero para todos, huyendo de la tentación de destruir irracionalmente lo que existe y de dar rienda suelta ciegamente a la propia rabia y frustración.
Los cristianos no debemos escondernos y tener temor, al contrario, precisamente en estos momentos delicados de tensión social debemos estar presentes para dirigir al bien verdadero y duradero, el justo deseo de igualdad, respeto y justicia que está presente en el corazón de tantos hombres y mujeres.
Como recordó el Santo Padre - dijo casi concluyendo la homilía - "no podemos tolerar o cerrar los ojos ante cualquier tipo de racismo o exclusión y pretender defender el carácter sagrado de toda vida humana. Al mismo tiempo debemos reconocer que "la violencia de las últimas noches es autodestructiva y provoca autolesiones. Nada se gana con la violencia y mucho se pierde".
Asegurando que la Iglesia no quiere tomar partido ni hacer propaganda política ni proselitismo para sí misma, sino que quiere simplemente ayudar a la sociedad a promover el bien común y a crear lazos de auténtica fraternidad entre los hombres, el Prefecto del Dicasterio para los laicos, la familia y la vida rezó finalmente: "Pidamos al Señor que custodie a todas las víctimas inocentes que han muerto a causa de las injusticias y las discriminaciones raciales, y que su sangre derramada ayude a nuestra amada nación a construir una sociedad verdaderamente pacífica y fraternal".