El nuevo obispo de Quibdó está convocado por la historia a que el sueño de Jorge Iván se haga realidad Iglesia colombiana de Quibdó: “De castaño a negro”
“Pues mi antecesor fue un obispo blanco (el también claretiano español Pedro Grau), yo soy Castaño y espero que mi sucesor sea negro”
Este sueño del obispo Castaño se hace realidad 30 años después, al ser designado el 5 de julio del presente como nuevo obispo de Quibdó el presbítero Wiston Mosquera Moreno
Mosquera es el primer obispo negro o afrocolombiano que se identifica como tal, de ahí que este nombramiento es de relevancia para la historia de la iglesia católica en Colombia
El nuevo obispo, hijo de la colonización implantada en Chocó, tiene el reto de asumir el sendero de la liberación de los pueblos con todas sus implicaciones
Mosquera es el primer obispo negro o afrocolombiano que se identifica como tal, de ahí que este nombramiento es de relevancia para la historia de la iglesia católica en Colombia
El nuevo obispo, hijo de la colonización implantada en Chocó, tiene el reto de asumir el sendero de la liberación de los pueblos con todas sus implicaciones
| Jesús Alfonso Flórez López
En la primera parte de la década de los años 90 del siglo XX, el entonces obispo de la Diócesis de Quibdó, el misionero claretiano Jorge Iván Castaño Rubio, recibió críticas de sus colegas durante una asamblea en la Conferencia Episcopal de Colombia por estar implementando estrategias y acciones de inculturación en aquella iglesia local. En respuesta Castaño les controvirtió de manera jocosa y sarcástica y aludiendo a su fidelidad incuestionable a las orientaciones eclesiásticas les dijo: “pues mi antecesor fue un obispo blanco (el también claretiano español Pedro Grau), yo soy Castaño y espero que mi sucesor sea negro”.
Este sueño del obispo Castaño se hace realidad 30 años después, al ser designado el 5 de julio del presente como nuevo obispo de Quibdó el presbítero Wiston Mosquera Moreno, oriundo de la cuenca del río San Juan, municipio de Andagoya, Chocó. Mosquera es el primer obispo negro o afrocolombiano que se identifica como tal, pues antes habían sido nombrados algunos obispos con raíces afrocolombianas que no tenían esa identidad, de ahí que este nombramiento es de relevancia para la historia de la iglesia católica en Colombia.
Ahora, al ubicar este suceso desde una perspectiva de tradición misionera tenemos como antecedente hito el Convenio de Misiones de 1892, que el Estado Colombiano suscribió con la Santa Sede con el propósito de extender la civilización occidental mediante la expansión de la cristiandad al territorio nacional. En el caso del Chocó, poblado mayoritariamente por pueblos indígenas y afrocolombianos, le fue asignado para la evangelización a los misioneros Claretianos en 1909.
En 1953 el territorio chocoano se subdivide en los vicariatos apostólicos de Istmina y Quibdó, que se consolidan como diócesis en 1990, es decir, iglesias locales autónomas, orientadas y soportadas por el clero secular.
En los años 70 los Misioneros Claretianos, en armonía con el proceso de modernización de la Iglesia del Vaticano II y la Asamblea de Obispos de América Latina realizada en Medellín en 1968, hicieron una opción por transformar ese encargo de consolidar el colonialismo interno entre indios y negros, hacia una evangelización en clave de liberación.
Este camino de liberación se plasmó finalmente en el Plan de Pastoral de 1983, con el obispo Jorge Iván Castaño. Tal itinerario se ha basado en unas opciones que se desprenden de la Opción fundamental por la Vida, pues Jesús vino a “traer vida en abundancia” (Jn 10,10), en un territorio donde la vida se encuentra amenazada por la violencia estructural, y las afectaciones del conflicto armado que se extendió desde mediados de los años 90 hacia la región del Pacífico, que ha exigido tener en sus prioridades la construcción de la paz con justicia social, étnica y ambiental.
Una de las opciones del mencionado Plan son el “impulso de Organizaciones de Base y la protección del Medio ambiente”, lo cual ha sido correspondido por las comunidades al generar diversidad de expresiones organizativas étnico-territoriales que buscan afirmar el derecho a la autodeterminación de los pueblos mediante la autonomía territorial y política.
La autonomía tiene a su base la existencia de unos sujetos colectivos con derechos específicos en virtud de su historia precedente a los procesos coloniales, que ha llevado a los pueblos indígenas y afrocolombianos a luchar por superar todas las manifestaciones del colonialismo interno prolongado. Las dos principales tareas al interior de este objetivo son la defensa de sus territorios y la descolonización del pensamiento.
Esto último incluye el replanteamiento del sistema epistemológico y axiológico que la llamada civilización occidental cristiana impone y reacomoda a lo largo de la historia; de tal forma que pueda florecer el pensamiento propio en un diálogo intercultural, lo que en el plano de las creencias se traduce en un diálogo interreligioso.
El nuevo obispo, hijo de la colonización implantada en Chocó, tiene el reto de asumir el sendero de la liberación de los pueblos con todas sus implicaciones, o contribuir a prolongar el colonialismo inveterado, en el cual la cristianización ha sido de múltiples maneras su soporte.
Desde luego, es crucial tener presente el contexto actual en que la jerarquía católica mantiene una controversia interna que se expresa en la editorial del diario oficial de la sede del primado de Colombia, que se pone de manifiesto una clara posición política de animadversión con el Gobierno actual, al que se le atribuye el poner en riesgo la dignidad, el bien común, las libertades humanas y los derechos. Además, se asegura que la misión de la Iglesia en Colombia durante más de cinco siglos ha sido de cohesión de la sociedad, en un país que ha gozado de libertad religiosa, de educación, de pensamiento y expresión.
Paradójicamente, si hacemos memoria lo que vemos es que estos cinco largos siglos lo que ha habido en su mayor parte en Colombia ha sido todo lo contrario, una permanente apuesta por parte del modelo de Cristiandad Civilizatoria por la homogeneización, o no aceptación de la pluralidad. Basta recordar lo que se dijo en el primer catecismo expedido por esa misma arquidiócesis en el siglo XVI, cuando allí se propuso como estrategia la destrucción de lo indio para plantar la cristiandad
Hoy estamos en la era del reconocimiento de derechos de los pueblos, de manera particular por la llamada comunidad internacional representada en las Declaraciones de las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos en la primera década del siglo XXI, que hacen impensable la ruta de la homogeneización.
Por tanto, el acercamiento desde una institución religiosa, como la Iglesia católica, a los pueblos originarios de América, y a todos los pueblos, debe ser desde el reconocimiento de la diferencia caracterizada por las capas diversas de la colonización prolongada, para avanzar en el camino del diálogo intercultural e interreligioso.
El nuevo obispo de Quibdó está convocado por la historia a asumir este reto, para que el sueño de Jorge Iván se haga realidad de pasar de “Castaño a Negro.”
Cali, julio de 2024
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