La eucaristía: sacramento de la no-dualidad y del compromiso (y III)
| Victorino Pérez Prieto
Maestros como Teilhard de Chardin, Raimon Panikkar y Henry Le-Saux -al lado de otros autores más citados que han reflexionado sobre el tema-, son una gran ayuda para vivir la Eucaristía como algo fundamental en la experiencia religioso-espiritual, personal, comunitaria y cósmica del cristiano. La Eucaristía es el sacramento por excelencia de la vida cristiana y del despertar. Ojalá estas reflexiones pueden ser una pequeña ayuda para vivir mejor la eucaristía más hermosa del año: la del Jueves Santo. Con mi mejores deseos para el Triduo pascual.
La Misa sobre el Mundo de Teilhard de Chardin –en la soledad del desierto de Ordos, en China, una mañana en la que no pudo celebrar la Misa de la manera habitual– fue un texto que alimentó la vivencia de la Eucaristía para muchos de nosotros; más allá de estrecheces y ritualismos litúrgicos, y con una perspectiva cósmica: la sinfonía de todo lo que existe.
“Ya que hoy, Señor, yo, vuestro sacerdote, no tengo ni pan nin vino ni altar, extenderé mis manos sobre la totalidad del universo y tomaré su inmensidad como materia de mi sacrificio. El círculo infinito de las cosas ¿acaso no es la Hostia definitiva que vós quereis transformar? El crisol ferviente en que hierven las actividades de toda sustancia viva y cósmica ¿non es el cáliz doroso que vós desexais santificar?”.
Para Teilhard, la Eucaristía prolonga la Encarnación y hace perenne la religación de Cristo con los elementos cósmicos. El pan y el vino forman parte de la materia de todo el universo, que se transforma en ofrenda para ser el cuerpo cósmico de Cristo: “Más allá de la Hostia transubstanciada, la operación del sacerdote se extiende al mismo Cosmos transformado gradualmente” (Como yo creo).
Raimon Panikkar
De modo semejante, para Raimon Panikkar la Eucaristía está intimamente vinculada a la realidad de Cristo. Es la continuación de la Encarnación y nos permite hablar de una incarnatio continua. Por eso:
“El Cristo protológico... es el mismo Cristo histórico, y el Cristo histórico no es separable del Cristo eucarístico y resucitado... El Cristo escatológico, no es separable del Cristo eucarístico” (La plenitud del hombre).
Materia y espírito están intimamente unidos en la eucaristía: “La continuación del Cristo histórico se da... en forma depan y de vino... El elemento humano se integra en el cósmico para unirse al divino” (La nueva inocencia). Por eso, para Panikkar, la Eucaristía es, incluso, la cumbre de la Revelación divina; la auténtica teología de la Eucaristía “se esfuerza en penetrar su significación ennuestra vida y en la totalidad del cosmos” (Humanismo y cruz).
Henry Le-Saux-Abhishiktânanda
En fin, para Henry Le-Saux –benedictino francés y monje hindú– la Eucaristía es el sacramento por excelencia de la no-dualidad y del despertar. Por eso, es el centro de la vida de la persona cristiana, de la Iglesia y del Cosmos:
“No voy a la Eucaristía como a una cosa necesaria para el bienestar de mi vida, sino como la fuente misma de mi vida... Cuando comulgo recreo el mundo... Pues la comida de la Eucaristía es para mi el medio adaptado a mi naturaleza total para responder a la demando del Amor” (La montée au fond du cœur. Le journal intime du moine chrétien-sanyasi hindou).
La creación aguarda su realización plena en la Eucaristía –dice Le-Saux–; en Cristo, el universo entero alcanza su plenitud. En la comunión se da el paso del no ser al ser; somos conducidos al centro de nuestro ser, donde realizamos nuestra filiación divina, nuestro despertar. Por la Eucaristía participamos en la eternidad divina, que es la esencia de nuestro presente. En este nivel de consciencia, nuestro propio espíritu se manifiesta como eucarístico, y la celebración de la Misa llega a ser la expresión de la plenitud de nuestra vida. En la comunión reconocemos que todo lo que somos nos es dado, y entramos en la dinámica del don de nosotros mismos (Cf. Ibid).
A pesar de la dificultad de vivir esto, es una experiencia mística a la que estamos llamados todos los cristianos; pues la mística no es más que “la experiencia plena de la vida” (Panikkar). Por eso, nos resulta triste ver como para tantos la Eucaristía o se ha convertido en una ley, o se reduce a una devoción intimista, o un mensaje moralista.
En la fe cristiana hay una íntima relación entre Dios y la carne: ese es el significado profundo de la Encarnación, fundamento de la fe cristiana. Y está íntimamente vinculado a la realidad de la Trinidad divina: un Dios que es pura relación hacia dentro y hacia afora de sí. La eucaristía está en íntima conexión con la Trinidad, participando en la economía divina trinitaria, para vivir la misma vida de Dios. Sin la Trinidad no hay verdadero sacramento, éste se convierte en puro teatro.
“En la experiencia cristofánica no es Dios el que permanece en nosotros y nosotros en él –escribe Raimon Panikkar-, sino una presencia teándrica o eucarística, que penetra en nosotros y nosotros en ella... En la eucaristía encontramos a Cristo de la misma manera que se entra en contacto con un ser humano: físicamente” (La plenitud del hombre).
El evangelio de Juan nos dice en el discurso eucarístico: “Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece (manere)en mí y yo en él” (Jn 6,56). Todo el discurso de Jesús está centrado neste manere y no se entiende sin él. Pero, como comenta acertadamente Panikkar “sin una visión mística se desvanece esta realidad eucarística” (La plenitud del hombre); y añade en otro lugar -con un guiño a un conocido sutra buddhista: “Si encuentras a Buddha cómelo”-: “La Eucaristía es un acto sacramental en el que Cristo aparece y desaparece en nosotros... Si encuentras a Cristo, cómelo” (Iconos del misterio. La experiencia de Dios).
Es necesario reconocer también que la Eucaristía perfecta es una promesa escatológica, y por eso va a ser siempre deficitaria e imperfecta; y -como me escribió en una ocasión el teólogo gallego Xosé Antón Miguélez- es “la humilde y difícil escuela de la humildad y de la fraternidad, de la acogida de los hermanos difíciles psicológica o ideológicamente”. Por eso, “cuando encuentras al hermano de Cristo difícil cómelo, eucarísticamente, sacrificadamente, pero también como regalo de Dios”. En la perspectiva del papa Francisco de la “Iglesia Hospital de campaña”, la Eucaristía debe entenderse como “comunidad de defectuosos necesitados de sanación; como lugar de aceptación de la belleza do cosmos y de la humanidad, pero también como lugar de ‘tragar’ con lo feo de lo humano y del mundo”, añade mi colega.
Unas ideas sobre el rito de la eucaristía
Concluyo esta reflexión sobre la Eucaristía apuntando sintéticamente unas ideas sobre el rito aplicado a ella, quizá evidentes pero a veces olvidadas:
- Sin rito no hay tradiciónviva (valores, tesoros recibidos); sin la oración ritual y los signos materiales, esta desaparece. Aunque el carácter sagrado que es inherente a todo ritual no debe ir en detrimento de su secularidad. Por eso, sería bueno que el pan consagrado fuera realmente pan y no algo más semejante a un trozo de papel. Y resulta imprescinduble que la comunidad orante sea auténtica hermandad humana; o que la paz litúrgica sea compromiso con la paz social/política que nace de la justicia, y que la adoración del Creador se convierta en respeto ecológico por la Creación.
- El rito de la eucaristía y de los sacramentos no es tanto doctrinal como simbólico; no es tanto pensamiento o concepto, sino gesto con vida propia que tiene que ver con el cuerpo y la materia en íntima relación con el espíritu. En este sentido, las discusiones teológico-doctrinales sobre la transubstanciación le hicieron un flaco favor a la fe en la presencia real de Cristo en la eucaristía.
- Como todo rito, el de la eucaristía no pude ser voluntariamente creado, es recibido y repetido; funde sus raíces en una creencia recibida e presupone fe en él. Por eso, transciende los caprichos de un individuo o de un grupo. Si es manipulado, o degenera en ritualismo, o acaba muriendo convertido en teatro.
- Rechazar un ritualporque no podemos entender del todo su significado es tan inadecuado como conservarlo porque parece que lo entendemos bien. Celebrar un ritual, más que comprender completamente lo que significa, supone estar conscientemente bajo su encanto.
- Es absurdo dejar sin ministro de la Eucaristía a las comunidades por ciertas restricciones de la jerarquía de la Iglesia: celibato obligatorio para os curas y prohibición de que las mulleres puedan ser presbíteras. Una postura suicida de la Iglesia que priva a la comunidad del derecho a celebrar la Eucaristía.
Le doy gracias a Deus por poder haber celebrado tantos años y seguir celebrando la Eucaristía, viviéndola como un gran regalo de Jesús el Cristo, que me mantiene en esta Iglesia llena de contradicciones, como yo mismo. Ojalá nos dejemos coger y seducir por el encanto sublime de la Eucaristía, del pan y o vino presencia-caridad-comunión del cuerpo y sangre de Cristo y su Reino. Entonces, la Misa de cada domingo volvería a tener un gran sentido para nosotros.