Roberto Alifano coordina la nueva sección de "Arte y Cutura" de Religión Digital Hacia una cultura de la salvación
(Roberto Alifano).- La cultura, ese conjunto de creencias, saberes y pautas de conducta de nuestra sociedad, no es la menos misteriosa invención que Dios ha facilitado a los hombres. Desde el principio conjetural del primer capítulo de la Sagrada Biblia se siguen forjando universos paralelos.
En el caso de la creación cultural, estos abarcan la epopeya y la épica. Juan Escoto Erígena, el primer filósofo del Renacimiento Carolingio, pensaba que la Escritura se establece sobre un número infinito de lecturas que pueden compararse al tornasolado plumaje de un pavo real.
Los rasgos circunstanciales que abundan en toda creación humana, han sido inventados tan precisamente que parecen fatales y verdaderos. Según Coleridge, la fe poética, a diferencia de la divina, es una suspensión complaciente o voluntaria de la incredulidad. Así, cuando asistimos a una representación teatral, sabemos que los actores están fingiendo ante nosotros, pero simulamos creerles.
Creo entender aquí que la meta de la cultura universal no es otra cosa que el camino y que el santuario es la larga peregrinación hacia el amor y la esperanza en un mundo mejor. El saber forma parte de nuestra propia busca de Dios y a lo largo de su historia el hombre ha soñado y forjado un sinfín de posibilidades.
Ha creado la inclemente espada, es cierto; pero, también, el arado como prolongación del brazo que lo usa para fertilizar la tierra; ha creado el telescopio, que le ha permitido indagar en las estrellas del alto firmamento y ha creado el libro, que es una extensión secular de su imaginación, de su memoria y de su fe.
A partir de la Biblia, los hombres hemos acogido la noción del "libro sagrado", aunque que quizá todo libro lo es. En las páginas iniciales del Quijote, Cervantes escribió que cada papel escrito es sacro ya que encierra el mensaje de un espíritu humano a otro espíritu.
Es cierto, vivimos tiempos complejos e inestables, que nos hacen pensar que el precioso mundo puede perderse debido a la imprudencia de los hombres. Sin embargo, la fe sigue siendo inquebrantable y las almas bien intencionadas lo están salvando a cada momento.
Como nuestro Dios del primer versículo de la Biblia, cada artista crea un mundo. Esa creación, a diferencia de la divina, no es ex nihilo, pero nos propone también la costumbre de un lenguaje y, sobre todo, de un orbe eleático donde conviven lo histórico y lo quimérico, lo soñado y lo razonado. Se ha dicho que el talento es una fuerza que el hombre puede dirigir; pero, que el espíritu sopla donde quiere (Juan,3,9) y puede salvar o perder. Las páginas inspiradas en la creación humana, regidas por lo divino, intentarán dar sentido a este proyecto que encaramos hoy en Religión Digital.