“Los sacerdotes casados son la piedra que han desechado los arquitectos del clericalismo y que pueden llegar a ser piedra angular de la etapa sinodal” 18 DE AGOSTO, DÍA DEL CELIBATO OPCIONAL

“Ya que no hemos podido vivir en la tierra unidos, nos uniremos en el cielo ante Dios”

La Iglesia argentina recuerda a Ladislao y Camila, mártires del amor matrimonial y de la libertad cristiana. Martirio que la Iglesia no quiere reconocer como santo porque ella participó como victimario. Un sacerdote y una mujer cristianos deciden ser fieles a su conciencia, y optan por casarse ante Dios -única salida que perciben posible- y vivir su aventura matrimonial. Hasta su hijo, intrauterino de ocho meses, fue mártir nonato. No encontró quien lo extrajera de las entrañas de la madre, como cuentan de san Ramón Nonato. La ley humana se impuso a la ley de Dios: “No matarás” (Ex 20,13).

Camila, natural de Buenos Aires, hija de Adolfo O'Gorman y Joaquina Ximénez Pinto, pertenecía a una familia de clase alta, de origen irlandés, francés y español. Tenía un hermano sacerdote, Eduardo O’Gorman, compañero del seminario de Ladislao Gutiérrez. Éste también procedía de familia influyente y adinerada, de Tucumán. Su tío, Celedonio Gutiérrez, fue gobernador de la provincia de Tucumán. Allí fue sacerdote a los veinticuatro años, y ejerció su primer ministerio. Más tarde es párroco en la iglesia del Socorro, de Buenos Aires, donde conoce a los O'Gorman.

En 1847 se despertó el amor entre Camila y Ladislao. Enamorarse es un misterio humano singular. Surge una atracción especial. Físico, voz, mirada, sonrisa, trato, modo de pensar... casi todo nos agrada. Brotan sentimientos, deseos, sueños, proyectos... Sin apenas darse cuenta, se hacen centro recíproco de vida. Tiempo y espacio giran en torno mutuo. Mundo, vida, trabajo, familia... cobran otro sentido. Una vivencia agradable, con mensaje profundo de cuidarla, ahondarla y encauzarla. Una persona creyente reconoce ahí la voz del Creador diciéndoleno es bueno que el ser humano esté solo” (Gn 2,18), “sed fecundos y multiplicaos” (Gn 1,27-28).

Ladislao y Camila interpretan su amor desde el Amor de Dios. Deciden salir de Buenos Aires, y marchar a Río de Janeiro (Brasil) donde creían poder encontrar “la tierra prometida” de su amor. El 11 de diciembre de 1847, en sendos caballos, salen hacia la provincia de Corrientes. Con ayudas diversas, llegaron al pueblo de Goya, donde creían que nadie los conocía. Para sobrevivir abren una escuela de niños. Durante unos meses encuentran la paz, a pesar de que sabían que les perseguían. El 23 de diciembre de 1847, Adolfo O'Gorman, padre de Camila, había denunciado ante el gobernador que su hija había sido seducida y raptada por el párroco. El gobernador, Manuel Rosas, ordenó apresar a la pareja, y conducirlos a la cárcel. En agosto de 1848, un sacerdote irlandés llamado Michael Gannon, que conocía el caso, los descubrió y avisó a las fuerzas del gobierno para que los prendieran.

Reconocieron su libertad para decidir. Ante las insinuaciones de violación, Camila negó rotundamente que hubiera sido violada y sostuvo su participación libre en el inicio del enamoramiento y en la trama de la huida. Los llevaron hacia Buenos Aires para ser juzgados. La presión social y eclesiástica precipitó un juicio militar sumarísimo. No podía tolerarse la violación de los votos de castidad del sacerdote ni la mancha moral en la sociedad. Condenados a muerte, son fusilados en la mañana del 18 de agosto en el Cuartel General de Santos Lugares de Rosas (actualmente localidad de San Andrés, General San Martín). Camila estaba embarazada de ocho meses. No les importó la Vida, sino la Ley. Ladislao hizo llegar a su ya mujer (ante su conciencia, ante Dios), para animarla a dar la vida por amor, este hermoso mensaje: “Camila mía: Acabo de saber que mueres conmigo. Ya que no hemos podido vivir en la tierra unidos, nos uniremos en el cielo ante Dios. Te abraza... Tu Gutiérrez”.

Los dirigentes de la Iglesia no han asumido prácticamente el principio:hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (He 5,29). Creen que sus leyes son divinas. En este caso toleraron la muerte de Ladislao, Camila y el hijo “non nato”. Encuentran justificación para imponerse y dar por bueno lo que en sí es perverso. Los asesinos argentinos tenían antecedentes en las muchas barbaridades de los máximos dirigentes. Por ejemplo, el Papa Urbano II, en 1090, en carta al obispo Godofredo Lucano: “A los asesinos de excomulgados, según el uso de la iglesia romana, les impondrás una satisfacción proporcionada a la intención tenida. Pues no consideramos que sean homicidas los que, ardiendo en el celo de su católica madre contra los excomulgados, resulte que han destrozado a algunos de ellos” (Epist. 132. MANSI, XX, 713). Similar disparate perdura aún como “magisterio de la Iglesia”: “condena, reprueba y rechaza” (DS 1.492) la siguiente proposición atribuida a Lutero: “quemar herejes es contra la voluntad del Espíritu Santo” (Papa León X en 1520. DS 1.483, Dz 773).

Desvincular el celibato del ministerio ordenado es un gesto de amor y respeto a la voluntad divina: “¿Acaso no tenemos derecho a comer y a beber? ¿Acaso no tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer hermana en la fe, como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas?(1Cor 9,4-5). “Si no se contienen, cásense; es mejor casarse que abrasarse” (1Cor 7,9). Esto es voluntad revelada de Dios. Y no lo que hace la Iglesia: “reducción” laical, marginación, exclusión.... “Fusilamientos” diversos de vocaciones, de capacidades, de proyectos vitales...

Hoy es claro que la jerarquía eclesial no sabe, o no quiere saber, qué hacer con los sacerdotes casados. A pesar de que Pablo VI les dijo: “Estamos seguros, venerables hermanos, de que no perderéis jamás de vista a los sacerdotes que han abandonado la casa de Dios, que es su verdadera casa, sea cual sea el éxito de su dolorosa aventura, porque ellos siguen siendo por siempre hijos vuestros” (Sacerd. Caelib. 95), el mirar para otro lado y el silencio han sido sus respuestas. Con más desahogo que con las víctimas de la pederastia. A los sacerdotes casados nunca les reconocerán como víctimas de sus leyes inhumanas.

Una ideología maniquea habita el alma clerical. Consideran a la mujer inferior y conflictiva, especialmente para el ministerio clerical. Al hombre quieren hacerlo “ángel” para elevarlo a una “superioridad sagrada”, y a la mujer la rebajan como indigna esposa del “varón sagrado”. Lo intuyó también el obispo argentino, Jerónimo Podestà: “Esto de combatir el celibato es delicado. Porque los curas tienen tal inmadurez afectiva que si viniera un Papa que dijese se acabó el celibato, los curas se pueden casar, se haría un desastre… Cuando se haya vencido esa visión negativa del sexo..., esa visión de la mujer pecadora, de la mujer tentación, de la mujer inferior, hasta que no se supere eso, no tiene sentido” (Lidia González y Luis I. García: “Monseñor Jerónimo Podestá. La revolución en la Iglesia” (Instituto Histórico de Buenos Aires. © 2000. Pág. 123).

Comparto lo que dice G. J. Kowalski, teólogo y sociólogo argentino: “Los sacerdotes casados son la piedra que han desechado los arquitectos del clericalismo y que pueden llegar a ser piedra angular de la etapa sinodal. Son el profetismo molesto de una iglesia anclada en intereses humanos disfrazados de sagrados a lo largo del tiempo. Depende de los actuales pastores abrir paso a esta acción del Espíritu Santo para insertarnos en el Poliedro de los nuevos tiempos” RD. 27.07.2024: Una Sinodalidad donde “pocos son llamados y muchos los excluidos”.

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