El “misterio” del amor matrimonial llama a reproducir el amor de Jesús a sus comunidades, se hace “sacramento” de su Amor El Amor ilumina toda familia (Domingo 21º TO B 2ª lect. 25.08.2024)

Hoy es incuestionable la igual dignidad de la mujer y el varón

Comentario:amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia” (Ef 5, 21-32)

Terminamos la doctrina moral de la carta a los Efesios con una exhortación sobre el amor en la familia (5, 21-33 – 6, 1-9). Se inicia con una normal general: “Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo” (v. 21). “En el temor de Cristo” es “en su espíritu de servicio”: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28; Mc 10,45; Lc 22,27; Jn 13,14-15; Flp 2, 5-11). El “sometimiento cristiano mutuo” es vivir como “hijos de nuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,45).

El texto habla de la familia patriarcal del siglo I. Supone que “el marido es cabeza de la mujer”. Esta analogía de proporcionalidad entre Cristo-Iglesia, y marido-esposa no es aceptable. Cristo es “cabeza de la Iglesia” (Ef 1,22s; Col 1,18). Pero no es ético hoy decir que “el marido es cabeza de la mujer”. El Papa Francisco comenta este pasaje en la Exhortación “Amoris laetitia” sobre el amor en la familia (19 marzo 2016): “San Pablo se expresa aquí en categorías culturales propias de aquella época, pero no debemos asumir ese ropaje cultural, sino el mensaje revelado que subyace en el conjunto de la perícopa… El texto bíblico invita a superar el cómodo individualismo para vivir referidos a los demás, «sujetos los unos a los otros» (Ef 5,21). En el matrimonio, esta recíproca «sumisión» adquiere un significado especial. Se entiende como una pertenencia mutua libremente elegida, con un conjunto de notas de fidelidad, respeto y cuidado…” (AL 156).

Hoy es incuestionable la igual dignidad de la mujer y el varón. Y más en cristiano: “todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo. No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28). Hay que corregir las tradiciones sociales que amparan la marginación de la mujer por ser mujer. Es el caso de la Iglesia católica, y otras, que niegan a la mujer cristiana la posibilidad de representar a Jesús en sus comunidades y de presidir sus celebraciones sacramentales.

La Carta a los Efesios no corrige la familia patriarcal. Se limita a recomendar que vivan el amor cristiano en dichas relaciones:las mujeres (sean sumisas) a sus maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo” (vv. 22-24)E sometimiento social de la mujer expresa el amor de Cristo: “como al Señor”. La reciprocidad es clara al exhortar a los maridos: “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia: Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentársela gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia” (vv. 25-32).

El mensaje básico de la lectura está en el último versículo:Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia”. El amor de enamorados es un misterio. Dos seres humanos sienten una atracción especial. Se desean, sueñan, imaginan... vida dichosa. Se hacen centro mutuo. Es experiencia muy agradable. Pide cuidarla, ahondarla y encauzarla. El creyente oye ahí la voz del Creador: “No es bueno que el ser humano esté solo; voy a hacerle a alguien como él, que le ayude” (Gn 2,18). “Sed fecundos y multiplicaos” (Gn 1,27-28). El “misterio” del amor matrimonial llama a reproducir el amor de Jesús a sus comunidades, se hace “sacramento” de su Amor: “paciente, benigno, sin envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Este amor no pasa nunca” (1Cor 13,4-7).

Oración:amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia” (Ef 5,21-32)

Jesús, dador permanente del Espíritu:

hoy somos invitados a vivir tu amor en la familia;

tu camino nos lleva “a superar el cómodo individualismo

para vivir referidos a los demás,

«sumisos unos a otros»” (Ef 5,21);

en el matrimonio, esta recíproca «sumisión»

adquiere un significado especial;

se entiende como una pertenencia mutua libremente elegida,

con un conjunto de notas de fidelidad, respeto y cuidado…” (AL 156).

Con los papeles sociales, entonces vigentes, se inculca el amor:

a las mujeres: “sed sumisas al marido como al Señor”;

a los maridos: “amad a vuestras mujeres como Cristo nos amó”;

a los hijos: “obedeced a vuestros padres en el Señor”;

a los padres: “criadlos, educadlos y corregidlos según el Señor”;

a los esclavos: “obedeced a vuestros amos como a Cristo”.

En todas las situaciones, según la ética de la época:

se exhorta a vivir tu vida de servicio en amor;

la docilidad al esposo es tu amor “paciente, benigno…”;

la supremacía del marido está guiada por tu amor “

sin envidia, no presume, no se engríe…”;

la obediencia filial es amor agradecido que

no es indecoroso ni egoísta; no se irrita…;

la obediencia servil se convierte en amor que

no lleva cuentas del mal;

no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad”.

Hoy, Jesús, nuestros “códigos domésticos” son distintos:

tu Amor nos lleva a respetar diversas formas de familia:

madre sola con hijos, acompañada por quien no es el padre,

pero hace sus veces, evitando el desamparo social

(éste fue tu caso, ilegal entonces);

diversas agrupaciones familiares, con o sin hijos;

la más común de hombre y mujer, con o sin hijos.

También los papeles en nuestras familias son diversos:

marido y mujer, de común acuerdo, organizan y dirigen el hogar;

los hijos son cuidados y educados según la conciencia de los padres;

los hijos terminan opinando y decidiendo...;

si hay empleado de hogar, tiene derechos y deberes

como persona y trabajador.

Todos los miembros de la familia son invitados:

a tu Amor que nos puso en la vida para realizarnos;

que nos “reviste de compasión entrañable, bondad,

humildad, mansedumbre, paciencia”;

que “nos ayuda a sobrellevarnos mutuamente y

a perdonar cuando alguno tenga quejas contra otro”;

quepor encima de todo esto,

es el vínculo de la unidad perfecta” (Col 3,12-14).

Necesitamos, Jesús, tu mismo corazón, tu Espíritu:

para no despreciar ninguna familia, libremente elegida;

para llamar, “madre”, “padre”, “hermanos”, “hermanas”

a gente que biológicamente no lo es;

para reconocer el amor en los diversos tipos de familia;

para vivir la afectividad, cuidar el hogar, criar los niños;

para ayudar a los mayores;

para paliar los daños de la crisis económica...

Jesús de María, de José, y de esos “hermanos y hermanas” tuyos:

queremos ser testigos del amor del Padre en toda ocasión;

queremos envolver nuestras familias en tu amor;

queremos realizar en tu Iglesia tu familia de amor verdadero.

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