“Perdimos buenos sacerdotes sólo porque eligieron el matrimonio” El Papa y su Secretario de Estado alimentan la confusión del celibato

Dicen que “podría revisarse” y que “está en el corazón de la identidad del sacerdote”

En poco más de un mes hemos leído mensajes contradictorios sobre el celibato, procedentes de los más altos cargos del Vaticano. Uno defiende que “el celibato está en el corazón de la identidad del sacerdote, configurada con el Señor Jesús”. El otro pide que “la Iglesia debería estudiar la posibilidad de revisar sus normas para permitir a los sacerdotes católicos la opción de casarse”. Si es verdad el primero, el segundo es un disparate. La identidad no puede cambiarse por norma alguna.

Ambos mensajes proceden de dos altos cargos vaticanos. El primero está contenido en el “Mensaje del Santo Padre Francisco firmado por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, a los seminaristas de Francia” (1 diciembre 2023). El segundo es del arzobispo de Malta, Charles J. Scicluna, Secretario Adjunto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, en declaraciones al periódico “Times Of Malta” (7 enero 2024).

El cardenal Parolín quiere “transmitir los cálidos pensamientos que Su Santidad el Papa Francisco expresa por cada uno de vosotros en la oración”. Agradece la llamada “singular” del Señor y la “respuesta valiente” de los seminaristas. Así “dais alegría y esperanza a la Iglesia de Francia que os espera y os necesita. Y os necesita para que seáis lo que el sacerdote debe ser, lo que siempre ha sido y lo que siempre será por voluntad divina”. Les recuerda las “verdades fundamentales” sobre el sacerdocio ministerial, contenidas en el Decreto del Vaticano II “Presbyterorum ordinis” (PO), sobre el ministerio y la vida de los presbíteros” (n. 2-6):

- El sacerdote es “partícipe «de la autoridad con la que Cristo mismo hace crecer, santificar y gobernar su cuerpo» (Presbyterorum Ordinis, n. 2);

- El sacerdote tiene “una inefable configuración con Cristo, Cabeza de su Iglesia, que lo sitúa ante el Pueblo de Dios -aunque siempre formando parte de él- para instruirlo con autoridad, guiarlo con confianza y transmitirle eficazmente la gracia mediante la celebración de los sacramentos (cf. Ibid. nn. 4, 5, 6)”.

- “El sacerdote celebra la Misa en la que, haciendo presente el sacrificio de Cristo, se ofrece a sí mismo en unión con Él sobre el altar y deposita allí la ofrenda de todo el Pueblo de Dios y de cada fiel”.

Tras estas afirmaciones sobre lo que “el sacerdote debe ser, lo que siempre ha sido y lo que siempre será por voluntad divina”, invita “a arraigar bien en vuestras almas estasverdades fundamentales, que serán la base de vuestra vida y de vuestra misma identidad”. Y añade otras tres afirmaciones como verdades residentes en la “identidad” sacerdotal:

1, “En el corazón de esta identidad, configurada con el Señor Jesús, está el celibato”.

2. “El sacerdote es célibe -y quiere serlo- simplemente porque Jesús lo fue”.

3. “La exigencia del celibato no es primariamente teológica, sino mística: «¡el que pueda entender, que entienda!». (Mt 19,12)”.

El primer aserto claramente contradice al citado Decreto conciliar (PO):

“La perfecta y perpetua continencia por el reino de los cielos”, es decir, el celibato, “no es exigida ciertamente por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece por la práctica de la Iglesia primitiva [Cf. 1Tim 3, 2-5; Tit 1, 6] y por la tradición de las Iglesias orientales, en donde, además de aquellos que con todos los obispos eligen el celibato como un don de la gracia, hay también presbíteros beneméritos casados” (PO 16). Lo que no pertenece a “la naturaleza misma del sacerdocio” no puede estar en su “identidad”, y menos “en el corazón de esta identidad”.

Este aserto coincide con la tesis del cardenal R. Sarah, siguiendo a Benedicto XVI: “para el sacerdote el celibato no es un `suplemento espiritual´ bienvenido en la vida del sacerdote. Una vida sacerdotal coherente exige ontológicamente el celibato” (“Desde lo más hondo de nuestros corazones”. R. Sarah con Benedicto XVI. Ed. Palabra. Madrid 2020. P. 79-80).

El segundo aserto no merece discusión. Los “presbíteros beneméritos casados” de la Iglesias orientales, algunos occidentales de origen anglicano, y los numerosos separados legalmente del ministerio, “no son célibes ni quieren serlo”. Por el hecho de que “Jesús lo fuera” -no es un dato de fe- o “dejara de serlo”, no es razón alguna para que los sacerdotes ministeriales tengan que ser célibes o casados. La verdad es que Jesús -es un dato bíblico indiscutible- “no puso esta condición previa en la elección de los Doce, como tampoco los Apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas (cf. 1Tim 3, 2-5; Tit 1, 5-6)”.

El tercer aserto coloca “la exigencia del celibato” fuera la fe teológica. Dice que es una “exigencia mística”, fruto de la voluntad divina propuesta a la intimidad de ciertas personas. Luego sólo se lo puede exigir a sí mismo quien sienta que el Espíritu de Dios le llama al celibato porque “entiende” que es voluntad de Dios para su vida. Nada, por tanto, de ley obligatoria -impuesta por una autoridad humana- para unos ministerios determinados.

Cita a Mt 19,12: “Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los castraron (eynouxíszesan) los hombres, y hay quienes se castraron a sí mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender, entienda”. ¿Pertenecía Jesús al tercer tipo de eunucos? Si así era, resulta extraño que en esta ocasión no dijera “como es mi caso” o “entre los que me encuentro”. Lo claro en este texto es que Jesús no quiso aplicarlo a los presentes, ni a él, ni a los discípulos. Ni Marcos ni Lucas incluyen este episodio. Por los evangelios parece que Jesús, durante su vida pública, no fue célibe por motivación espiritualista, huir del mundo y dedicarse a cultivar “virtudes o valores espirituales”. Su celibato “por el reino de los cielos” es fruto de su vida ambulante, formando una familia nueva con quienes no tenían familia por carecer de medios para tener casa, o vivir marginados: enfermos abandonados, prostitutas...

Los tres asertos (“el celibato, corazón de identidad sacerdotal”, “célibe porque Jesús lo fue” y “exigencia mística”) contradicen otras declaraciones del Papa y de su Secretario.

Papa Francisco: - “No hay ninguna contradicción para que un sacerdote se pueda casar. El celibato en la iglesia occidental es una prescripción temporal: no sé si se resuelve de un modo o de otro, pero es provisoria en este sentido; no es eterna como la ordenación sacerdotal, que es para siempre... En cambio el celibato es una disciplina... Podría revisarse. De hecho todos los de la iglesia oriental están casados. O los que quieren. Ahí hacen una opción. Antes de la ordenación la opción por casarse o por ser célibes” (Daniel Hadad, en Infobae, diario digital argentino.10 Marzo 2023).

El Secretario de Estado, P. Parolín: - “No es un dogma de la Iglesia y se puede discutir porque es una tradición eclesiástica... Entonces se puede hablar, reflexionar y profundizar sobre estos temas que no son de fe definida y pensar en algunas modificaciones, pero siempre al servicio de la unidad y todo según la voluntad de Dios...” (14 Septiembre, 2013).

La coherencia está en las declaraciones de C. J. Scicluna, Secretario Adjunto de la CDF: “Ha llegado el momento de discutir seriamente el tema y tomar decisiones al respecto. Ya hablé abiertamente sobre ello en el Vaticano, pero, en última instancia, no es mi decisión”. “¿Por qué deberíamos perder a un joven que habría sido un excelente sacerdote, sólo porque quería casarse? Y perdimos buenos sacerdotes sólo porque eligieron el matrimonio”.

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