El 14 de mayo pasado el Papa Francisco recibió
a un grupo de jóvenes de la diócesis francesa de
Viviers. Esta diócesis francesa, como bien
sabemos, es la diócesis donde estuvo incardinado
el Hno. Carlos desde su ordenación, si bien con
un status singular, que los traductores nos hacen
llegar como “sacerdote libre de la mencionada
diócesis de Viviers”.
El Papa sentado en la silla gestatoria de la debilidad
presentó con energía y concisión el «programa de vida que
propone Carlos de Foucauld en la Escuela de Cristo» y que
sintetizó en lo que se ha venido conociendo desde aquel día como
las tres E: Evangelio, Eucaristía y Evangelización. Dando
vueltas al enfoque de este retiro me he decidido por seguir
fundamentalmente este esquema que, propuesto por el Papa a
los jóvenes, puede revitalizar nuestra vida personal, nuestra
espiritualidad y entrega apostólica y nuestro sentido de
pertenencia a la Fraternidad sacerdotal en sus distintos niveles.
Os ofrezco cuatro claves para vivir este retiro. Cada uno
podrá añadir las que considere importantes en el momento en el
que se encuentre o en medio de las situaciones en las que vive.
1a. Me agradaría que nuestro retiro estuviera enmarcado
en la acción de gracias de la Iglesia universal por la canonización
del Hno. Carlos. No hay que decir mucho sobre el cómo hay que
vivir este año jubilar, baste recordar:
1.1. El Papa Francisco habla en sus escritos de una
santidad cercana, alcanzable, con la gracia de Dios,
por personas inquietas y buscadoras: «Los santos no
son figuritas perfectas, sino personas atravesadas por
Dios. Podemos compararlas con las vidrieras de las
iglesias, que dejan entrar la luz en diversas
tonalidades de color. Los santos son nuestros
hermanos y hermanas que han recibido la luz de Dios
en su corazón y la han transmitido al mundo, cada
uno según su propia «tonalidad». Pero todos han
sido transparentes, han luchado por quitar las
manchas y las oscuridades del pecado, para hacer
pasar la luz afectuosa de Dios. Este es el objetivo de
la vida: hacer pasar la luz de Dios y también el
objetivo de nuestra vida» (Ángelus 1 de noviembre de
2017).
1.2. El Hermano Carlos reflexionando sobre la santidad
nos da la clave de este gran regalo de la Santísima
Trinidad a su Iglesia en cada momento de la historia:
«Miremos a los santos, pero no nos detengamos en
la admiración. Contemplemos en ellos a Aquel cuya
contemplación ha llenado sus vidas. Aprovechemos
sus ejemplos, pero sin detenemos mucho tiempo ni
tomar como modelo perfecto a este o a aquel santo.
Tomando de cada uno lo que nos parece más
conforme a las palabras y a los ejemplos de nuestro
Señor Jesús, nuestro único y verdadero modelo. De
este modo sus lecciones nos servirán, no para
imitarlos a ellos, sino para imitar mejor a Jesús»
(Opere spirituali, 13. Citado en A. MANDONICO, ¡Dios
mío que bueno eres! (Madrid 2021) 23.
2a. Vivamos estos días el sueño de la comunión y la
comunidad en este movimiento del Espíritu en el que tomamos
conciencia de la sinodalidad. Nuestro encuentro, en verdad, es
una parábola del reino anunciado que se adelanta en plenitud en
el encuentro alegre con los hermanos. Repitámonos a lo largo
de estos días el salmo de la comunidad: ¡Ved que gozo, que
alegría, que los hermanos se amen!
3a. Con la convicción de que poner una pausa en nuestra
vida nos ayuda a recuperar nuestra armonía personal. No nos
retiramos para huir sino para contemplar nuestra vida con los
ojos de Dios y a los hermanos con los ojos de la ternura y la
compasión. El místico trapense Thomas Merton escribía:
«No vamos al desierto para huir de las personas, sino
para aprender la manera de encontrarlas; no las dejamos
para no tener nada que ver con ellas, sino para descubrir
la manera de hacerles el mayor bien. Pero éste es sólo un
fin secundario. El único fin que incluye a todos los demás
es el amor de Dios.» [Cf. Nuevas semillas de contemplación
Santander 1999]
4a. Venimos a nuestro retiro, en palabras de Ernesto
Cardenal, con «el corazón lleno de nombres». No podemos
olvidar en nuestra oración nuestro compromiso apostólico que
se concreta en tantos rostros amados y en tantos dolores de
impotencia ante la realidad. Os pido que en estos días no demos
la espalda a los signos de los tiempos que nos ha tocado vivir,
en especial, con la humillante pandemia y el desvanecimiento de
la sociedad de bienestar y en éxodo permanente. Hoy, sin lugar
a dudas, el pastor se halla ante el reto de anunciar a Jesucristo
en contextos nuevos de interculturalidad y de indiferencia
religiosa. Pedimos al Espíritu Santo su iluminación y su ayuda
para mirar al mundo y a los otros con amor y trabajar en la viña
del Señor hasta el agotamiento.
No hace falta traer aquí los momentos en que Jesucristo
se retiraba a solas para orar (Cf. Mc 1,29-39; Lc 5,16). Estamos
aquí para gustar como nos recuerda san Ignacio: «No el mucho
saber harta y satisface al anima, mas el sentir y gustar de las
cosas internamente». [final de la 2a anotación] Os invito a
gustar y sentir, pues el Retiro es tiempo de encuentro, tiempo
de “estar”, tiempo de conocer con el corazón.
Nuestro Retiro es el momento cumbre para vivir la
fraternidad sacerdotal y posibilidad de encuentro para los que
periódicamente se reúnen y aquellos que viven más aislados. Es
como el modelo tipo, salvando las diferencias, de lo que hemos
de vivir en nuestro presbiterio diocesano y, en la Iglesia en
general, con religiosos/as y laicos.
Nuestro Retiro tiene su singularidad que le distingue de
otros momentos de encuentro y oración sacerdotales. Viene
enmarcado por el abrazo fraterno en esta tarde cuando nos
hemos encontrado y acaba con la asamblea de hermanos que
quieren caminar juntos; aunque alguien anime la reflexión ésta
no es excusa para el trabajo interior para lo que se dispondrá de
grandes momentos de contemplación ante Jesús Eucaristía y de
silencio para pasear y descansar; piezas obligadas son el ejercicio
de la revisión de vida para contemplar nuestra vida y acción
apostólica con los ojos de Dios, la noche de adoración donde el
sueño se rompe para bendecir al Señor, y el desierto que facilita
la salida de nuestros demonios interiores y al tiempo tenemos la
experiencia de que Dios nos hable al corazón [cf Os 2,14].
Demos gracias, pues, al Señor por estar aquí y ahora en
este retiro. ¡Todo es gracia y todo es para nuestro bien! Aunque
seamos pobres instrumentos, el Dios de la vida camina a nuestro
lado y, por eso, nada tememos [Cf. Ps 22]. En su momento fue
de mucho aprovechamiento espiritual y gran consuelo la lectura
del libro del doctor Vallejo Nájera con título tan sugestivo:
Concierto para instrumentos desafinados. No temamos el Señor es
buen director y sabe sacar música armoniosa y bella de nosotros
pobres instrumentos desafinados.
«Mi deseo, en palabras de san Pablo, es que os sintáis
animados» (Col 2,2) y que en estos días de gracia renovemos
nuestro compromiso sacerdotal para servir a los hermanos halla
donde nos encontremos. ¡Ánimo!
MANUEL POZO OLLER
Director
[Retiro Fraternidad Sacerdotal,
Galapagar, 21 al 26 de agosto de 2022]