Los nombres de Dios son innumerables. Por ejemplo en el Islam una tradición dice lo siguiente:
“Allah posee tres mil nombres. Mil los ha revelado a sus ángeles. Mil a sus profetas. Trescientos están en los Zahur, los salmos de David. Trescientos se hallan en la Torá. Trescientos están en los Evangelios. Noventa y nueve están en el Sagrado Corán. Uno, el nombre de su esencia, Él lo ha mantenido para sí mismo y se halla oculto en el Corán.”
Todos estos nombres se podrían concretar en uno: Amor y a la vez en tres: Belleza, Verdad y Bondad. La belleza sería la puerta de entrada al Misterio; la Verdad el permanecer en el Misterio; y la Bondad la plenitud del encuentro con el Misterio.
No podemos transitar por el Misterio si no tenemos un corazón no-violento, que nos hace conocer la verdad. ¿Cómo puede conocer la verdad alguien al que le bullen las pasiones del alma? El timonel que las sujeta durante la tempestad es la persona que se apoya en la repetición constante del nombre de Jesús (Señor Jesús, ten piedad de mí, pobre pecador) y participa en la mesa de su gracia en una pequeña comunidad de base, en comunión con la Iglesia local y universal.
Debemos mantenernos alejados del saber engañoso, pues nos aleja de la verdad. La más pequeña falsedad nos echa a perder, como una gota de veneno arruina a todo un mar.