Hacia una conversión ecológica Apostar por otro estilo de vida
Es necesaria una conversión comunitaria, en la que aspirar a un mundo mejor, con implique cambios profundos en los estilos de vida, modelos de producción y consumo.
| Rosa María Quero Pérez
Un recorrido sistemático por la encíclica Laudato si ́ nos conduce a la idea de “conversión ecológica”, que desde el prisma de la fe es dejarnos interpelar por “el encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que nos rodea” (LS 217) y donde el creyente “no entiende su superioridad como... dominio irresponsable, sino como una capacidad diferente del hombre, que a su vez impone una gran responsabilidad...” (LS 220).
Este dinamismo de cambio se lleva a cabo a través de una conversión comunitaria en la que aspirar a un mundo mejor supone cambios profundos en los estilos de vida y en los modelos de producción y consumo.
Para implicar a la comunidad y que en nuestras vidas podamos encarnar el mensaje de Laudato si ́ propongo una serie de acciones cotidianas que podrían ir desde no dejarnos influenciar por los mercados que crean mecanismos consumistas para colocar sus productos, desmontar el mito de la modernidad basado en el progreso sin limite, la competencia, el consumismo, el mercado sin reglas... y educar creando hábitos, no imponiendo normas.
El desafío educativo que nos surge a la luz de esta encíclica consiste en tratar el tema de la ecologia de forma transversal en todos los aspectos del ser humano y de la sociedad. Los ámbitos de actuación son la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis y los grupos parroquiales entre otros, aunque hay que destacar que la familia es el lugar de la formación integral y la maduración personal, de manera que empezamos con pequeños hábitos y construimos una cultura de la vida compartida y de respeto a lo que nos rodea.
En definitiva, el resultado de esta “metanoia” nos conduce al gran desafío, que supondrá un largo proceso de regeneración, que pasa por cambiar nuestros hábitos y apostar por otro estilo de vida donde los creyentes seamos capaces de admitir humildemente la necesidad de esta conversión y promover la "educación ecológica”, con pequeñas acciones cotidianas (cf. LS 213). Para los cristianos esto se consigue con una “espiritualidad ecológica”, es decir, crecer con austeridad y tener capacidad para gozar con poco, se trata de tener una actitud contemplativa en la que el retorno a la simplicidad nos permita valorar lo pequeño y caer en la cuenta de que menos es más. (cf. LS 216). Esta es la auténtica ecología cristiana, donde además, tienen cabida las iniciativas medioambientales del
ecologismo secular.
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