Carta Pastoral del Arzobispo de Santiago de Compostela La Archidiócesis de Santiago de Compostela se suma al Tiempo de la Creación
En su Carta pastoral de esta semana, Mons. Julián Barrio, Arzobispo de Compostela se hace eco de la celebración ecuménica del Tiempo de la Creación e invita a la diócesis a sumarse a la oración y la celebración.
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Carta Pastoral el día del Cuidado de la Creación, 1 de septiembre 2020
Desde el 1 de septiembre hasta el 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, el Papa nos convoca a orar por el cuidado de la creación y a unirnos en familia ecuménica para celebrar el Tiempo de la Creación, ayudándonos a darnos cuenta de que “vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni un aspecto secundario de la experiencia cristiana”[1]. En este propósito debemos recordar principios fundamentales como “la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración”[2]. La custodia de la creación, “casa común”, es uno de los grandes desafíos de la Humanidad para el siglo XXI, que hemos de asumir con responsabilidad para hacer del mundo un lugar habitable para todos, percibiendo el ritmo y la lógica de la creación y no buscando dominarla, poseerla, manipularla y explotarla[3].
Cada día suscita mayor interés el conocimiento del estado del medio ambiente del planeta, ya que es un condicionante del bienestar social, sanitario y económico. La industrialización y la urbanización modificaron el medio ambiente y originaron problemas ambientales de primer orden (el efecto invernadero y el cambio climático, la destrucción de la capa de ozono estratosférica, el transporte de contaminantes, la desertización, etc.), que es preciso corregir. También hay que evitar que las actividades futuras originen más deterioro en nuestro entorno, a través de una política preventiva que permita un desarrollo sostenido y equilibrado, y tenga como objetivos la protección de la salud humana y la conservación de todos los recursos (aire, agua, clima, especies de flora y fauna, alimentos, materias primas, hábitat, patrimonio natural y cultural) que condicionan y sustentan la vida[4]. “La Edad Moderna se buscó su camino al amparo de conceptos fundamentales de progreso y libertad. Pero ¿qué es el progreso? Hoy vemos que el progreso también puede ser destructivo. En tal sentido hemos de reflexionar sobre cuáles son los criterios que debemos encontrar para el progreso sea realmente progreso”[5].
Nos incumbe a todos lo que podemos denominar compromiso ecológico, cuidando la creación con pequeñas acciones cotidianas y conformando de esta manera un estilo de vida. El papa Francisco nos recuerda que hemos de vivir lo que él llama la conversión ecológica que supone reconocer la creación como un don de Dios y sentirse relacionados con las demás criaturas formando con ellas una comunión universal. “Para el creyente, el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres. Además, haciendo crecer las capacidades peculiares que Dios le ha dado, la conversión ecológica lleva al creyente a desarrollar su creatividad y su entusiasmo, para resolver los dramas del mundo, ofreciéndose a Dios como un sacrificio vivo, santo y agradable (Rm 12, 1). No entiende su superioridad como motivo de gloria personal o de dominio irresponsable, sino como una capacidad diferente, que a su vez le impone una grave responsabilidad que brota de su fe”[6].
Solidaridad, justicia social y capacidad de admiración ante la creación son factores que contribuirán, con la ayuda de Dios y el trabajo de los hombres de bien, a que la esperanza alcanzable se convierta algún día no muy lejano en realidad tangible. “Al final nos encontraremos cara a cara frente a la infinita belleza de Dios (cf. 1Co 13, 12) y podremos leer con feliz admiración el misterio del universo, que participará con nosotros de la plenitud sin fin. Sí, estamos viajando hacia la nueva Jerusalén, hacia la casa común del cielo. Jesús nos dice: “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5). La vida eterna será un asombro compartido, donde cada criatura, luminosamente transformada, ocupará su lugar y tendrá algo para aportar a los pobres definitivamente liberados”[7].
Pido que en la Catedral, en las parroquias y en las comunidades religiosas de la Diócesis, uniéndonos a toda la Iglesia, se tenga una oración ante el Santísimo por esta intención del cuidado de la creación, ayudándonos de las oraciones que el Papa nos propone en la Encíclica Laudato Si´, nº 246.
Os saluda con afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.
[1] FRANCISCO, Laudato Si, 217.
[2]Ibid., 202.
[3] Cf. FRANCISCO, Alocución en la Audiencia general del 5 de junio de 2013.
[4] Pablo VI escribió: “Bruscamente el hombre adquiere conciencia de ello: debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, corre el riego de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación”, Octogesima adveniens, 21.
[5] Benedicto XVI, Luz del mundo. El papa, la Iglesia y los signos de los tiempos. Una conversación con Peter Seewald, Barcelona 2010, 56.
[6] FRANCISCO, Laudato Si, 220.
[7]Ibid., 243.