Sacerdotes de película: nuevos retos y oportunidades (13)
Después de nuestra mirada a la imagen del sacerdote en la historia del cine podemos apuntar algunas conclusiones de interés. El punto de partida está ligado al cine norteamericano en un momento de fuerte el control de los contenidos donde aparecen una serie de películas con una representación positiva y ejemplar del sacerdote. En la posguerra española esta tendencia se agudiza y se prolonga con un grupo de películas religiosas de contenido apologético que marcan un perfil del sacerdote como referente moral y guía espiritual pero de fuerte contaminación política.
A partir de los años sesenta comienzan a aparecer películas donde emergen otros perfiles así sacerdotes en crisis de fe y críticas a la Iglesia representada en diferentes tipos de eclesiásticos. Pero a la vez se mantiene un hilo conductor de películas de valor cinematográfico y fuerte repercusión comercial en una línea de sacerdotes íntegros que sirven a Dios y a los hermanos con riesgo y entrega. Esta línea iría desde Roma ciudad abierta, pasando por La ley del silencio y Becket, llegando a Las sandalias del pescador y La hija de Ryan hasta Escarlata y negro, La misión o las distintas versiones de Los miserables. En los años 90 detectamos una menor presencia del sacerdote en la pantalla pero en este comienzo del siglo XXI, sorprendentemente se invierte la tendencia y se intensifica la presencia del sacerdote en el mundo audiovisual. Como novedad, ahora pasan a ser personajes secundarios, elocuentes y significativos desde el punto de vista de la identidad ministerial, y además se realizan obras menores de carácter biográfico que resaltan la vida de diferentes sacerdotes y santos. Esta tendencia convive con películas de fuerte contenido crítico y en ocasiones deformador de la figura del sacerdote como hemos tenido ocasión de señalar.
Este cambio de sentido que aparece en torno al año 2000 puede ser interpretado en una doble dirección. Por una parte, la producción organizada de series en esta clave, preferentemente italianas y ocasionalmente latinoamericanas, que tendrán una amplia aceptación en el público internacional de forma preferente en las televisiones. Y por otra parte, la preocupación de algunos directores por representar sl sacerdote como referencia al misterio de Dios y a la clave espiritual (Clint Eastwood, Volker Scholondorff, Manoel De Oliveira, Alessandro d'Alatri y otros). Sin embargo, debe destacarse el pobre uso que la propia Iglesia realiza de estas obras que salvo el fenómeno, por otra parte colateral a nuestro tema, de La pasión de Cristo (2004) de Mel Gibson apenas forman parte de un planteamiento pastoral, con la excepción de Italia y en menor medida EEUU, por la propia influencia del mundo protestante mucho más activo en este sector audiovisual.
En cuanto al panorama del cine español actual la visión del sacerdote es habitualmente negativa, lo que apunta también a una visión de la Iglesia del mismo cariz y refuerza la tesis de un divorcio con la cultura audiovisual que va en una doble dirección. Desde la cultura a la Iglesia y a los referentes religiosos y espirituales hacia la que hay una sostenida beligerancia. Y desde la Iglesia a la cultura donde se consolida una asumida incapacidad de incidencia: desaparición de la red de cines parroquiales y de centros educativos, casi nula actividad en la producción de contenidos y muy limitada capacidad de acción pastoral en este sector.
Volviendo al panorama mundial se detecta el crecimiento de la demanda espiritual que en algunos casos y públicos se convierte en directamente religiosa. Lo ocurrido con El gran silencio (2005) de Philip Gröning es el síntoma de un nuevo paradigma en la demanda de contenidos espirituales y confirma la consolidación de tendencia en los últimos años que indica que a nivel mundial se multiplican las iniciativas de producción, distribución, exhibición y pastoral de temas relacionados también con los ministros ordenados de las distintas Iglesias y confesiones cristianas así como los líderes religiosos en general.