Otra copa de Martini: ¡Que sea doble!
En la columna de "La Verdad" presenté textos del libro-entrevista al Cardenal Martini, pero me dejé en el tintero la antología de sus opiniones sobre sexualidad e iglesia: he aquí unas cuantas "perlas" para hacer pensar y...hacer cambiar.
Una teología acostumbrada a respuestas prefabricadas debería cambiar de chip y aprender a cambiar las preguntas. Para ello hace falta coraje, como el que necesitó Martini para colaborar con la Congregación para la Doctrina de la Fe, “en la que a lo largo de diez años, dice, he hablado con el Cardenal Ratzinger”. Uno de sus desacuerdos era sobre la encíclica Humanae vitae, de Pablo VI (1968) y el tema de los anticonceptivos. Martini propone “una nueva perspectiva”, ya atisbada cuando muchos obispos hablaron en una línea que, según el ex-arzobispo de Milán, “deberíamos continuar en la actualidad”. “Estoy firmemente convencido, afirma, de que la conducción de la Iglesia puede mostrar un camino mejor que el de la Humanae vitae. La Iglesia recuperará con ello credibilidad y competencia.”
La oposición objetará que hay que ir despacio. Pero Martini responde que se ha tardado demasiado en rehabilitar a Galileo y Darwin. La petición de perdón de Juan Pablo II en el tema del judaísmo y en el de la relación de la iglesia con la ciencia fue laudable. Pero “en los temas de la vida y el amor no podemos esperar tanto. Es un signo de grandeza y seguridad en sí mismo que alguien pueda admitir sus faltas y la estrechez de su visión de antaño”.
Sobre el tema de la homosexualidad responde: “En mi círculo de conocidos hay parejas homosexuales, personas muy respetadas y muy sociales. Nunca se me preguntó, ni tampoco se me habría ocurrido, condenarlas”.
Es típico de este cardenal jesuita mirar hacia delante, sin miedo a preguntas inéditas que requieren respuestas creativas. Entre ellas está “la relación con la sexualidad y la comunión para los divorciados que han vuelto a contraer matrimonio.
En otros tiempos hubo tal vez demasiados pronunciamientos oficiales de la Iglesia en el ámbito del sexto mandamiento. A veces, dice Martini, hubiese sido mejor guardar silencio”. Reconoce el cardenal que en el Vaticano se discute sobre la utilización de preservativos, en especial porque la epidemia del sida preocupa mucho al Papa. Pero pocos se atreven a decir lo que piensan. Cuando Martini habló del mal menor esa toma de posición le hizo entrar en enfrentamientos. “Me he convertido, comenta sonriente, en el cardenal del preservativo”.
Por comparación con la época de su juventud, el mundo de hoy le parece totalmente distinto: por lo menos es más sincero y abierto. “Antes no se quería casi ni hablar del tema de la sexualidad: se lo reservaba para el confesonario y para el ámbito de la culpa”. En cambio, Martini es capaz de abordar el tema de la sexualidad en la etapa prematrimonial sin acomplejarse. “¿Puedo responder, se preguntan los jóvenes, del hecho de traer un niño al mundo o no traerlo? ... Ningún obispo ni sacerdote ignora hoy que se da la cercanía corporal de las personas antes del matrimonio. Aquí tenemos que cambiar de mentalidad, si es que queremos proteger la familia y promover la fidelidad matrimonial. Con ilusiones o prohibiciones no se puede ganar nada. Entre mis amigos y conocidos he podido ver cómo los jóvenes salen de vacaciones y duermen juntos en una misma habitación. A nadie se le ocurría ocultarlo o plantear problemas al respecto. ¿Debería yo decir algo? Es difícil. No puedo entenderlo todo, aunque percibo que, tal vez, en este punto está surgiendo un nuevo respeto mutuo, un aprender unos de otros y una convivencia más intensa de las generaciones... Yo quiero acompañar este desarrollo con benevolencia, formulando preguntas y con oración“
Llama la atención que hable así todo un cardenal de la iglesia católica, sin pretender dogmatizar, ni condenar lo más mínimo y sin el menor rasgo catastrofista, tan común en algunos purpurados de nuestros alrededores. “Creo, dice, que no es tiempo de intentar dar respuestas de validez general... las respuestas solo caen en terreno fértil si antes se ha puesto sobre la mesa una pregunta... En estas cuestiones tan profundamente humanas como la sexualidad y la corporalidad no se trata de recetas, sino de caminos que comienzan en el hombre y que conducen hacia delante. ... No podemos exigir de los niños y jóvenes todo lo que sería ideal. Poco a poco encontrarán su camino. Los caminos no pueden dictarse desde arriba, desde escritorios o desde púlpitos.... Lo decisivo es que promovamos a los cristianos en su capacidad individual de juicio”.
Lo cuál no obsta para que Martini sea claro frente a la injusticia. “La Biblia frente al adulterio marca una línea clara. Está absolutamjente prohibido irrumpir en el matrimonio ajeno. La Biblia es también muy clara cuando se trata de violencia contra las mujeres...Pero más allá de estas líneas claras que la Biblia traza, se nos remite a la propia responsabilidad y al discernimiento de los espíritus”.
Ante estas perlas de antología, es inevitable bromear. Alguien dirá: “Cállese, hombre, que se le entiende todo”. Y alguien musitará: “No subió más alto por carecer de los defectos requeridos por el cargo”.
Una teología acostumbrada a respuestas prefabricadas debería cambiar de chip y aprender a cambiar las preguntas. Para ello hace falta coraje, como el que necesitó Martini para colaborar con la Congregación para la Doctrina de la Fe, “en la que a lo largo de diez años, dice, he hablado con el Cardenal Ratzinger”. Uno de sus desacuerdos era sobre la encíclica Humanae vitae, de Pablo VI (1968) y el tema de los anticonceptivos. Martini propone “una nueva perspectiva”, ya atisbada cuando muchos obispos hablaron en una línea que, según el ex-arzobispo de Milán, “deberíamos continuar en la actualidad”. “Estoy firmemente convencido, afirma, de que la conducción de la Iglesia puede mostrar un camino mejor que el de la Humanae vitae. La Iglesia recuperará con ello credibilidad y competencia.”
La oposición objetará que hay que ir despacio. Pero Martini responde que se ha tardado demasiado en rehabilitar a Galileo y Darwin. La petición de perdón de Juan Pablo II en el tema del judaísmo y en el de la relación de la iglesia con la ciencia fue laudable. Pero “en los temas de la vida y el amor no podemos esperar tanto. Es un signo de grandeza y seguridad en sí mismo que alguien pueda admitir sus faltas y la estrechez de su visión de antaño”.
Sobre el tema de la homosexualidad responde: “En mi círculo de conocidos hay parejas homosexuales, personas muy respetadas y muy sociales. Nunca se me preguntó, ni tampoco se me habría ocurrido, condenarlas”.
Es típico de este cardenal jesuita mirar hacia delante, sin miedo a preguntas inéditas que requieren respuestas creativas. Entre ellas está “la relación con la sexualidad y la comunión para los divorciados que han vuelto a contraer matrimonio.
En otros tiempos hubo tal vez demasiados pronunciamientos oficiales de la Iglesia en el ámbito del sexto mandamiento. A veces, dice Martini, hubiese sido mejor guardar silencio”. Reconoce el cardenal que en el Vaticano se discute sobre la utilización de preservativos, en especial porque la epidemia del sida preocupa mucho al Papa. Pero pocos se atreven a decir lo que piensan. Cuando Martini habló del mal menor esa toma de posición le hizo entrar en enfrentamientos. “Me he convertido, comenta sonriente, en el cardenal del preservativo”.
Por comparación con la época de su juventud, el mundo de hoy le parece totalmente distinto: por lo menos es más sincero y abierto. “Antes no se quería casi ni hablar del tema de la sexualidad: se lo reservaba para el confesonario y para el ámbito de la culpa”. En cambio, Martini es capaz de abordar el tema de la sexualidad en la etapa prematrimonial sin acomplejarse. “¿Puedo responder, se preguntan los jóvenes, del hecho de traer un niño al mundo o no traerlo? ... Ningún obispo ni sacerdote ignora hoy que se da la cercanía corporal de las personas antes del matrimonio. Aquí tenemos que cambiar de mentalidad, si es que queremos proteger la familia y promover la fidelidad matrimonial. Con ilusiones o prohibiciones no se puede ganar nada. Entre mis amigos y conocidos he podido ver cómo los jóvenes salen de vacaciones y duermen juntos en una misma habitación. A nadie se le ocurría ocultarlo o plantear problemas al respecto. ¿Debería yo decir algo? Es difícil. No puedo entenderlo todo, aunque percibo que, tal vez, en este punto está surgiendo un nuevo respeto mutuo, un aprender unos de otros y una convivencia más intensa de las generaciones... Yo quiero acompañar este desarrollo con benevolencia, formulando preguntas y con oración“
Llama la atención que hable así todo un cardenal de la iglesia católica, sin pretender dogmatizar, ni condenar lo más mínimo y sin el menor rasgo catastrofista, tan común en algunos purpurados de nuestros alrededores. “Creo, dice, que no es tiempo de intentar dar respuestas de validez general... las respuestas solo caen en terreno fértil si antes se ha puesto sobre la mesa una pregunta... En estas cuestiones tan profundamente humanas como la sexualidad y la corporalidad no se trata de recetas, sino de caminos que comienzan en el hombre y que conducen hacia delante. ... No podemos exigir de los niños y jóvenes todo lo que sería ideal. Poco a poco encontrarán su camino. Los caminos no pueden dictarse desde arriba, desde escritorios o desde púlpitos.... Lo decisivo es que promovamos a los cristianos en su capacidad individual de juicio”.
Lo cuál no obsta para que Martini sea claro frente a la injusticia. “La Biblia frente al adulterio marca una línea clara. Está absolutamjente prohibido irrumpir en el matrimonio ajeno. La Biblia es también muy clara cuando se trata de violencia contra las mujeres...Pero más allá de estas líneas claras que la Biblia traza, se nos remite a la propia responsabilidad y al discernimiento de los espíritus”.
Ante estas perlas de antología, es inevitable bromear. Alguien dirá: “Cállese, hombre, que se le entiende todo”. Y alguien musitará: “No subió más alto por carecer de los defectos requeridos por el cargo”.