¿Por qué me buscáis? Yo soy el Pan de vida Un cardenal humilde, una homilía sencilla: Miguel Ángel Ayuso en Chipiona

Un cardenal humilde, una homilía sencilla. ( Miguel Ángel Ayuso en Chipiona)
Un cardenal humilde, una homilía sencilla. ( Miguel Ángel Ayuso en Chipiona) Jose Moreno Losada

Me reafirmo en la experiencia probada de la sencillez de esta persona, Miguel Ángel Ayuso, que descansa siempre en el santuario de Regla en Chipiona, desde hace décadas.

No es fácil, por lo que observamos en el cardenalato actual, permanecer siendo él mismo y en la misma sencillez de siempre, aunque sus responsabilidades de colaboración con el Papa sean altas y universales. En este caso en lo que se refiere al Diálogo interreligioso y el deseo de la fraternidad universal. 

Me gusta poder compartir cada año un sencillo comentario de alguna anécodta de lo diario y común en esta casa de oración junto al Santuario de Regla. Una sencilla eucaristía llena de sentido de vida ordinaria y creyente.

Un cardenal humilde, una homilía muy sencilla (Ayuso en Chipiona)

chipiona

El cardenal Ayuso vuelve un año más a descansar en la casa de oración de nuestra señora de Regla en Chipiona. Viene con el cansancio de todo un curso vivido, en el que ha tenido que superar intervenciones quirúrgicas para ayudar a su corazón y a sus pulmones. Lleva tres días a aquí y ya siente la bonanza de este mar y esta orilla, en el sabor franciscano y mariano del lugar, el santuario de Regla. Me comenta que siente no poder bajar a la playa y darse sus chapuzones como de ordinario, encontrándose con toda la gente, como uno más y disfrutando de lo ordinario y sencillo de este lugar tan familiar y cercano. Sólo en la mañana, cuando el sol no es fuerte, se puede permitir meter los pies y caminar por la orilla sintiendo el frescor y contemplando su seguimiento del Maestro de Nazaret a pie descalzo.

Su trabajo en el diálogo religioso le hace viajar y acompañar al Papa en muchos desplazamientos y misiones, todo eso le pasa factura, por eso estos días de desconexión le liberan y descansan, además de ser espacio de serenidad y reflexión para ir contemplando el arte de saber envejecer. En mi conversación con él, siento que acepta sus límites, y que está dispuesto a seguir caminando, pero ya obedeciendo a los médicos como si de sus superiores se tratara. Ya he hablado en más de una ocasión de su discreción y humildad, seguro que me reñirá por hablar de él en estos términos, pero yo lo creo necesario. Estamos en momentos en que andamos revueltos fuera y dentro de la Iglesia, a veces notamos en el mismo cardenalato posturas y opciones que no son de obediencia, ni de humildad, tampoco de diálogo abierto y fraterno en la caridad. Por eso creo que es bueno poner en el candelero pequeños detalles de lo humano y lo sencillo en cardenales que lo son de otra manera.

Vida compartida en la sencillez de lo humano

misa

Miguel Ángel, hace vida fraterna y franciscana en esta casa, situado en la mayor normalidad y discreción, está atento a todos los que convivimos y pasamos aquí unos días con la misma intención que él. Charlamos, paseamos, reímos, bromeamos, y también profundizamos en temas interesantes, así como compartimos mesa y oración, con alguna celebración eucarística singular. Yo creo que esto es la verdadera humildad de la que hablaba la santa Teresa, aquello de vivir en verdad, en la naturalidad de lo que somos.

Una eucaristía con miembros de un coro parroquial

 Ayer mismo tuvimos una muy entrañable. En la casa están un grupo de mujeres, con algún marido, que forman parte del coro de Martos (Jaén), de claro perfil franciscano, dirigidos por Pepe y en esta ocasión acompañadas por Cristina, que ultima preparación en canto lírico en Madrid, y es hija de una de ellas. Suelen venir a descansar juntos a este espacio y todos los años preparan una celebración eucarística que preside el cardenal Ayuso.

templo

El canto en la liturgia es su opción y hacen honor al nombre del coro “Amiticia”, son muy familiares y compenetrados. La celebración fue de una sencillez total, fieles a los cánones rituales, pero con una vivencia que se hizo profunda en la expresión creyente de los cantos. No hubo parafernalia ninguna, todo como Dios, el de Nazaret, manda. Sencillez en gestos, ropas, atuendos, sin báculo ni mitra… y sobre todo en la reflexión de una homilía que recordaba a Jesús en la orilla del lago.

El cardenal Ayuso supo adentrarnos en el misterio del evangelio dominical proclamado con una ternura y sencillez digna de todo elogio. Me atrevo a poner en pie las ideas tan próximas y profundas que expresó desde su propio vivir espiritual. Así nos habló:

“En el texto evangélico dominical vemos como las barcas se dirigían a Cafarnaúm a buscar a Jesús. Pero notamos una interpelación cariñosa de Dios al cuestionar porqué lo buscan. Hemos de interrogarnos por qué buscamos nosotros a Dios. Aquellas personas habían estado presentes en la multiplicación de los panes y los paces, pero ellos se habían quedado en lo externo en la hogaza de pan, sin ir al significado profundo de aquél hecho de vida.

Esto nos plantea dos preguntas sencillas:

La primera: ¿Por qué buscamos al Señor, por qué lo busco yo?

  He de hacer discernimiento. Podemos caer en la tentación idolátrica del cumplimiento de la religiosidad, pero buscando sólo al Dios que me soluciona problemas, que me da lo que siento que necesito… viendo la fe de un modo superficial, milagrosa, para recibir, de intercambio. Buscando un alimento que perece. Sería una fe inmadura, en la que no estaría Dios como centro sino mis propias necesidades y deseos, más allá de El mismo.

Lo que Dios en Cristo quiere para nosotros:

Jesús nos invita a saber mirar más allá de nuestros propios intereses, que es justo tenerlos, pero detenerse en ellos es limitarnos a nuestras propias expectativas, sin abrirnos a las de Dios. El Señor quiere tener con nosotros una relación viva, personal, de amor. Sta. Teresa nos hablaba de la oración como entretenerse muchas veces con aquel que sabemos que nos ama, así es Jesús. Él quiere darnos el pan de vida, alimentarnos en un amor desinteresado y auténtico, donde no se ama para recibir algo a cambio, do ut des. Ese comercio interesado no es la generosidad, la lógica del Don de dios en Cristo. Dios es don sin pedir nada, quiere darse totalmente y entrar en nuestra casa.

La segunda: ¿Qué tenemos que hacer?

Ante esto nos preguntamos como aquellos seguidores: ¿Qué tenemos que hacer para realizar la obra de Dios? Cómo pasar de una relación externa y superficial a la religación amorosa y verdadera. Él nos indica que la obra es acogerlo a Él, el enviado del Padre. NO se trata tanto de acciones, espectáculos, esfuerzos, etc… sino acogerlo en mi vida, vivir una historia de amor con Jesús. Hemos de avanzar en la búsqueda sincera de Jesús, para saber cómo piensa, siente y actúa, para adentrarnos en su conocimiento como la mayor riqueza, el amor del que nadie nunca nos podrá separar.

Cristo, pan de vida, nos hará pan de cada día a nosotros

Los corazones que se abren a la relación desinteresada y profunda con Jesús y su evangelio, sentirán el amor de Dios y serán transformados por él. El pan que él nos da nos configurará gratuitamente en su modo de pensar, sentir y actuar. Y entonces nosotros haremos las mismas obras que él ha hecho y aún mayores como él mismo nos promete. Si nos alimentamos de Él, del verdadero Pan de vida, notaremos como deseamos nosotros mismos ser pan en Él para los hermanos, partirnos y repartirnos para que todos puedan tener la misma gracia que nosotros hemos recibido. Los agobios de este mundo, sus necesidades, entrarán en un verdadero orden y será prioritario el amor y el don sobre toda ganancia mundana. Incluso la pérdida será entendida como éxito y ganancia en Cristo. Entonces nadie nos podrá quitar la vida y nuestra hambre y nuestra sed serán verdaderamente saciadas para siempre.

Despedida

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Nos despedimos mirando a María como esa mujer creyente fiel que una fe profunda que supo buscar en Dios y encontró al salvador que se gestó en su seno y fue pan de vida eterna para toda la humanidad.  El canto cuidado de Cristina(Canto Avemaria)  nos hizo vibrar en esa devoción mariana tan característica de este lugar. La casa sigue siendo lugar de paz, encuentro, sanación… la homilía del cardenal, en su humildad, fue tan sencilla que satisfizo el deseo de Evangelio con el que acudimos a ella. Le pediremos al Papa Francisco que no le pida muchas cosas, que no debe darse palizas físicas, aunque el Papa dirá que lo mismo necesita él, pero que el celo de esta casa eclesial le devora. Tanto monta, monta tanto, Dios los cría y ellos se juntan.

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