Violencia ¿sublimada? NO es NO La parroquia y la violencia de género: !ni mijita¡
"No podemos ni de debemos dudar en cuestiones de este orden. Ahora que todo el mundo habla y discute de las leyes de calado en relaciones y vida, no podemos mirar a otro lado"
"La mayor pervesión del evangelio es ponerlo al servicio de la sumisión violenta en la relación de los humanos, interpretando la violencia en clave de sacrificio agradable a Dios"
"No deformemos al Dios vulnerable de Jesús de Nazaret en el amor absoluto en la defensa de los que sufren en la debilidad y la violencia injusta, especialmente a la mujer"
"Nos debe escandalizar que mujeres creyentes puedan ni siquiera pensar que han de aguantar la ofensa violenta de su pareja como parte de su entrega. La parroquia deberá revisarse en esta dirección con urgencia"
"No deformemos al Dios vulnerable de Jesús de Nazaret en el amor absoluto en la defensa de los que sufren en la debilidad y la violencia injusta, especialmente a la mujer"
"Nos debe escandalizar que mujeres creyentes puedan ni siquiera pensar que han de aguantar la ofensa violenta de su pareja como parte de su entrega. La parroquia deberá revisarse en esta dirección con urgencia"
Violencia callada y sufrida en la parroquia
La violencia de género no es cuestión de ideología, es real como la vida misma. Las muertes de mujeres víctimas del machismo son sin lugar a dudas puntas de iceberg de una mentalidad y de una cultura que tienen que ser superadas y vencidas desde todos los frentes: familia, sociedad, escuelas y también la iglesia en todos sus niveles.
El sábado pasado tras la eucaristía una persona, se acercó para ver cuando le podía escuchar porque lo necesitaba, entramos en el despacho y comenzó a presentar su momento vital de desconcierto, pedía a Dios que cambiara el corazón de su pareja, que le sanara, pensaba que tenía enfermedad del alma. Yo no la veía hacía años, la conocí en la despedida de un familiar querido. Después contextualizó el momento de sufrimiento en su historia personal vivida a lo largo de sus años, de su medio siglo, tras haber convivido con más de una pareja y en todas había sufrido. Pensaba que la culpable podía ser ella porque repetía patrón.
Según la iba escuchando el interrogante en mi interior se hacía cada vez más grande sobre qué estamos haciendo eclesialmente por estas situaciones tan graves y tan sufridas por muchas mujeres. Muchas de ellas piadosas y religiosas, que entienden la religión como bálsamo para sus sufrimientos, pero pidiendo encima perdón y sintiéndose culpables, y creyendo que tienen que sufrir para salvar a los que están enfermos y les infligen dolor.
Ni que decir tiene que una vez más me reafirmé en la necesidad de una formación cristiana que sepa poner las claves de discernimiento en su lugar justo, en la dignidad de la persona como principio de todo y en la defensa frente a toda violencia sea del género que sea. La apuesta firme por una lucha personal para defender la propia persona y no aceptar ni el más mínimo gesto de violencia, y saber que esto es lo que quiere Dios por encima de todo. Hablamos y quedamos para seguir compartiendo, buscamos ayuda psicológica. Ella se ha unido al proceso de reflexión sobre el cuidado que estamos llevando a cabo en nuestra parroquia este curso. Ha sido muy interesante decubrir nuestra vulnerabilidad y la necesidad de un autocuidado como posibilidad de cudar a otros.
No pude menos que en la siguiente reunión de catequistas pararnos en esta dimensión de la formación y la iniciación cristiana. Los niños desde la más tierna infancia han de ser educados en esa clave bíblica y humana de la igualdad de género y en la obligación del respeto mutuo y el cuidado integral. La catequistas enseguida hicieron eco de cómo descubren gestos, ideas y sentimientos en los niños pequeños que transmiten estereotipos negativos de lo femenino. No podemos colaborar eclesialmente con esta perversión de lo humano y de lo digno. Todo en lo en la tríada de libertad, responsabilidad y culpa. Por Dios, que nunca quede en duda la postura evangélica de la iglesia ante la mujer. Seguiremos trabajando desde abajo y con la claridad que lo hizo Jesús.
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