La posibilidad de lo imposible
Así empieza la Carta de las Naciones Unidas impulsada por el presidente americano Roosevelt en el año 1942.
Luego, en 1948, la Asamblea General de las naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Con el tiempo aquel sueño se desinfló. Llegó la guerra fría. Los prestamos prevalecieron sobre las ayudas; la explotación sobre la cooperación; y las leyes del mercado acabaron dominando todo.
En la actualidad la aportación de la ONU es, con frecuencia, decepcionante. Decepcionante porque no está a la altura de lo que las circunstancias demandan; porque su aportación sabe a poco; porque hace mucho menos de lo que debería hacer; porque influye mucho menos de lo que debería influir.
En este contexto Federico Mayor Zaragoza, que sabe de lo que habla, porque fue presidente de la UNESCO, propone una refundación de la ONU para que sea capaz de dar respuesta eficaz a los problemas existentes.
Propone, para ello, cuatro nuevos contratos:
1)Un contrato social que, a través de la apuesta por un desarrollo sostenible, tenga como objetivos la paz y la justicia y asegure la dignidad de todas las personas.
2) Un contrato natural, que proteja el medioambiente y garantice, a las generaciones venideras, la habitabilidad del planeta.
3) Un contrato cultural, cuyo objetivo sea la formación de ciudadanos, pasando de la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento.
4) Un contrato ético que facilite la transición desde una cultura secular de imposición, violencia y guerra a una cultura de dialogo, conciliación, alianza y paz.
¿Quién ha dicho que eso es imposible?
Todo lo anterior es posible. Pero nos lo debemos creer. E impulsarlo para hacer posible lo que algunos se empeñan en calificar como imposible.