Misionero de vacaciones: amigos
Es casi mágico comprobar cómo al toque te sientes en casa y a salvo. Son horas vivas en las que eres completamente tú mismo, con toda tu historia. Están los amigos de siempre, del colegio, de los juegos en la plaza; y también los de la primera juventud, la de los grupos, el teatro y los exámenes de COU. Nos ponemos al día y comprobamos cómo evolucionan los temas de los que hablamos, testigos calibradores del paso del tiempo: de las carreras a los trabajos, de las parejas a los hijos y de acá a la edad de nuestros padres. Aunque hay privacidades que lógicamente no manejamos, disfrutamos de una complicidad inequívoca y única.
Luego están el día de ferreona en Piporra, el pastel de calabacín, el colador en la cabeza y la siesta junto a la piscina con un helado. Los amigos que he encontrado los últimos años, fruto de la vida en mis pueblos, que son más sustanciales para mí de lo que ellos se imaginan. Son como una firma de la bendición de Dios, que me regala nuevas familias allá por donde paso, plantando en mis fibras preciosos tonos de la amistad siempre nuevos. Ellos me siguen ayudando a ser mejor persona.
Con los amigos más íntimos el estar juntos cristaliza en la conversación personal. Ahí caen todas las barreras, no queda ni rastro del personaje y emergen las heridas que todos arrastramos, unas más palpitantes y otras más cicatrizadas. Nos contamos la vida, compartimos experiencias de las que no nos sentimos precisamente orgullosos, y lo hacemos con hambre de silencios comprensivos, miradas capaces de penetrar y sanar, abrazos que regeneran las profundidades a veces erosionadas. Son un seguro para mi corazón "en procura de paz".
Es muy cierto que "vuestro amigo es a la medida de vuestras necesidades", es quien posee el don de trascenderse y reinventarse para ofrecerte lo que tú necesitas, sin juzgarte. Tu amigo sabe que tú eres más importante para él que él mismo, y es feliz por ello. Camina, trabaja y vive en gran medida por ti, y siempre y completamente en ti. Esa sintonía empareja los sueños y permite respirar hacia adelante.Tu corazón continúa escuchando a su corazón todas las horas, y no hay distancia que pueda romper eso, ni marchitarlo, porque este género de amor está conectado directamente con la Fuente.
Por eso estos días es decisivo para mí sembrar este campo, volver a cultivarlo, escuchar los síes y los noes debidos, dar lo que pueda y cosechar con agradecimiento. Así la amistad se reactiva y al mismo tiempo me dispone a seguir enfrentándome a las soledades y a las peripecias que vendrán. Nadie hay más valioso para mí que mi familia y mis amigos. Aspiro a reflejarles algo de lo que de ellos recibo. Y ya tengo la torre encima, porque cuando llega el momento del adiós se paladea lo amargo de marcharse y se teme el desgarrón de la nostalgia. Ahí Khalil Gibrán pide demasiado.
César L. Caro