Los responsables de catequesis de los puestos de misión del Vicariato San José del Amazonas se reunieron para pensar y programar Hubo roscón en el encuentro de catequesis
Seguimos ofreciendo una catequesis que gira en torno a la preparación a los sacramentos (sobre todo la Eucaristía, la Confirmación y el Bautismo), respondiendo por otra parte a lo que la gente pide.
Vemos que es preciso innovar, adaptar muchas cosas, pensar en procesos de educación en la fe más integrales. Necesitamos arriesgarnos a probar, ensayar, renovar, sin miedo y apostando por los laicos, creyendo en ellos, acompañándolos y aceptando que “la catequesis con rostro amazónico” tendrá que ser a su manera y no a la nuestra, española, polaca o mexicana.
En realidad era un dulce bastante parecido, y también con premios dentro. No había rey ni corona de cartón ni haba, pero me salió una estrellita, o sea que perdí y por lo visto ahora me toca invitar a tamales. Así terminó el encuentro de responsables de catequesis del Vicariato, primera vez que nos atrevemos a reunirnos desde que el virus comenzó a sabotearnos la misión.
Por supuesto no éramos muchos, solo unos 15 casi perdidos en nuestra inmensa maloka, pero todos coincidimos aliviados en que ya necesitábamos vernos después de muchos meses. Las distancias en el territorio vicarial son tan enormes que hay compañeros con los que únicamente coincidimos en estas ocasiones. Y al mismo tiempo había en el ambiente un regusto de nostalgia por otros momentos en que la casa estaba llena y lo bien que lo pasamos.
El trabajo comenzó exponiendo cada puesto de misión qué hizo (los que pudieron o lograron hacer algo) durante el 2020 en materia de catequesis. La mayoría suspendió la casi totalidad de actividades y solo unos cuantos armaron alguito cuando se reanudó el culto en las iglesias en septiembre. Y siempre en grupos reducidos, lugares amplios y con todos los protocolos de seguridad.
A renglón seguido se compartió cómo es la catequesis “en tiempo normal”, es decir cómo era antes de que se desencadenase la pandemia: qué niveles y grupos había, de qué edades, en qué modalidad, con qué materiales… Ahí se pudo apreciar una gran variedad de estilos, opciones, costumbres y resortes, pero siempre con un elemento común: seguimos ofreciendo una catequesis que gira en torno a la preparación a los sacramentos (sobre todo la Eucaristía, la Confirmación y el Bautismo), respondiendo por otra parte a lo que la gente pide.
Buscando cómo iluminar esta nuestra realidad con la exhortación apostólica Querida Amazonía, nos encontramos con que la palabra “catequesis” no aparece ni una sola vez; mirando el Documento Final del Sínodo, la encontramos tres veces: en el título de uno de los “Caminos para una iglesia inculturada”, como “catequesis inculturada”, y dentro de ese bloque, ya en el texto, como “catequesis apropiada” (nº 53); y en el nº 100 cuando habla de la Eucaristía como derecho de la comunidad y sus posibilidades catequísticas. Eso es todo, y esa escasez me hace pensar.
Como la clave pues es la catequesis inculturada, estudiamos y trabajamos por grupos los números 61 a 80 de Querida Amazonía y sacamos algunos criterios inspiradores para programar una catequesis inculturada, y en el plenario salieron elementos clave: una catequesis kerigmática, cuyo objetivo es que el niño o el joven se encuentre con Jesús de manera auténtica y personal; una catequesis que escucha la sabiduría ancestral, que forma en el compromiso social… Vemos que es preciso innovar, adaptar muchas cosas, pensar en procesos de educación en la fe más integrales, coincidimos y lo tenemos claro.
El problema se presenta a la hora de concretar. Ahí vuelve a salir lo de siempre, “preparar para los sacramentos”, que es el terreno seguro. Plantear itinerarios de crecimiento más sostenidos y graduales, con los sacramentos dentro, es algo que en general nos hace perder pie. Necesitamos arriesgarnos a probar, ensayar, renovar, sin miedo, con la bravura de quien sale a conquistar sin empeñarse en conservar a toda costa lo siempre guardado, sin mirar mucho atrás.
Es una cuestión también de personas: faltan muchos catequistas adultos. Los colegiales nos resuelven la situación momentáneamente, pero luego se marchan a la ciudad y vuelta a empezar. Es preciso apostar por los laicos, creer en ellos, acompañarlos y aceptar que “la catequesis con rostro amazónico” tendrá que ser a su manera y no a la nuestra, española, polaca o mexicana.
En algún momento hay que empezar, dar al menos algún paso más audaz y rompedor. Si no, las palabras se quedan en los papeles y nosotros a repetir los mismos esquemas. El roscón de Reyes lo tenemos siempre, pero ¿podríamos explorar nuevos y más selváticos sabores y texturas?