El sueño del Mirim
No tenemos más referencia que un nombre en el mapa. Es justo al revés del número 239 de los Ejercicios, no sé “adónde voy y a qué”, jaja. Un lugar lejano, un periplo incierto, sin duda peligroso, un acceso a lo desconocido, tal vez una de las mayores aventuras de mi vida hasta la fecha. Me encanta.
Una expedición de esta categoría ejerce una singular influencia sobre los viajeros desde semanas antes de iniciarla. En primer lugar por los preparativos, que son también menúos: para poder llegar hasta ese confín hemos de pedir plata, porque calculamos que en total costará unos tres mil soles. Esta mañana he comprado ciento diez galones de gasolina (unos 418 litros), que debemos llevar con nosotros los dos primeros días, hasta que podamos dejar un bidón en Limonero y recogerlo a la vuelta. Así reducimos las posibilidades de perder todo el combustible en un asalto.
El Yavarí es una zona roja, y estoy seguro de que, a medida que se sube el río, se cultiva y procesa más coca. Por eso hay que tener más cuidado que el habitual, y por supuesto navegar solo de día. Demoramos en encontrar un motorista que supiera y quisiera llevarnos, y cuyo bote tuviera las dimensiones idóneas, pero lo logramos. El “Rey del Yavarí” acogerá como casa a las hermanas Zélia y Fátima, a su dueño el señor Rey (que en realidad se llama Egidio), a Toni, el animador de Buen Suceso, nacido en el Mirim, que nos hará de guía y motorista suplente, y a un servidor: cinco personas.
Nos han prestado una cocinita y un balón de gas para, como es lógico, preparar la comida en el bote. Me figuro que habrá que colocar el fuego lejos del cargamento de gasolina… Llevamos ingredientes para almorzar en marcha arroz, fideo, arroz y fideo. Habrá café, galletas, y la esperanza de que Toni pesque por el camino, porque como tenga que hacerlo yo, estamos cagaos. Pescar se me da igual que bailar.
Hay que prever también lavar la ropa en el bote, cargar el Ebook, actualizar las reservas de paciencia y pertrecharse contra las nubes de moscas y zancudos que nos esperan, según los consejos de la gente, que siempre animan harto. Porque, eso sí, todo el mundo sabe que nos vamos; el otro día aparecieron por la casa dos policías chivolos, de los que están en el puesto de Carolina, a preguntar si los podíamos llevar de pasajeros, que están tiesos de plata para viajar. Qué panorama: un total de tres efectivos en el alto Yavarí sin movilidad, ni un sol, ni posibilidad de perseguir a los malos… ya me quedo más tranquilo.
Hemos llamado por Gilat varias veces, sin dar con las autoridades; pero la señora Rosa Tapullima estuvo acá en el encuentro de octubre, de modo que la hemos avisado a ella de que llegaremos el 3 o el 4 de mayo. “¿Habrá Bautismo padre?”. Pues me agarró en blanco, la verdad. No sé casi nada. Hemos conversado que nos quedaremos tres o cuatro días; llevamos materiales para preparación de bautismos, biblias, charla sobre los derechos humanos, catequesis, cancioneros y usb con canciones, los aperos para celebrar la misa, el proyector que me regalaron Jose Rubio, SoniaGema, Isa y Carmen en 2016, parlante y papeles varios. Es una sola vuelta en el año, muchos procesos no son posibles, así que veremos sobre el terreno, lo que salga se apareja. Teniendo en cuenta que más allá de 300 kilómetros de surcada el derecho canónico ya no es vigente ;).
No solo los preparos, la cercanía de esta travesía nos tiene desde hace días en un estado de emoción, a la expectativa, enfocados en lo que vamos a vivir, con la mochila y el corazón abiertos. El año próximo será más sencillo, seguro que iremos con alguna idea o plan (si es que regresamos ahora, claro), pero la primera vez es especialísima. Este año el 6 de mayo cae en domingo: dieciocho años de ordenación, toma ya. La mayoría de edad de sacerdote, en el Mirim, como misionero. Jamás podría haber imaginado una celebración mejor.
César L. Caro