"Cooperación, sí, pero planteando profundas reformas estructurales" Las caravanas de los invisibles
"La historia del Istmo, parece ser una sucesión infinita de penas, más propias de la literatura o de algún capítulo del libro de Job"
"Emigrar hacia los Estados Unidos, ha sido una opción permanente para los habitantes de los países que forman parte del llamado Triángulo Norte de Centroamérica: Guatemala, El Salvador y Honduras"
"Se emigra en grupo por seguridad, para no pagar a “coyotes” (guías transfronterizos) y obtener más fácilmente asistencia humanitaria"
"El único camino para que este drama se detenga, es la atención de los problemas estructurales, trabajo conjunto entre los gobiernos locales y la cooperación internacional, de otra forma, los dramas de estas caravanas, provocadas por el hambre, seguirán siendo una herida abierta"
"Se emigra en grupo por seguridad, para no pagar a “coyotes” (guías transfronterizos) y obtener más fácilmente asistencia humanitaria"
"El único camino para que este drama se detenga, es la atención de los problemas estructurales, trabajo conjunto entre los gobiernos locales y la cooperación internacional, de otra forma, los dramas de estas caravanas, provocadas por el hambre, seguirán siendo una herida abierta"
Diego Víquez, corresponsal en Centroamérica
De los violentísimos años 80, en los que Centroamérica fue un escenario más de los conflictos generados por la Guerra Fría, a los años posteriores, marcados por una oportunidad desperdiciada para los procesos democráticos, hasta las primeras dos décadas del siglo XXI, marcadas por el narcotráfico y las inclemencias climáticas, la historia del Istmo, parece ser una sucesión infinita de penas, más propias de la literatura o de algún capítulo del libro de Job. Toda esta sucesión de dramas ha sido potenciada, con efectos devastadores, por la crisis sanitaria de la pandemia, que no solo ha asestado un golpe considerable a los servicios sanitarios, sino particularmente a las maltrechas economías locales, dependientes de los mercados externos o de una incipiente venta de servicios, particularmente del sector turístico.
Emigrar hacia los Estados Unidos, ha sido una opción permanente para los habitantes de los países que forman parte del llamado Triángulo Norte de Centroamérica: Guatemala, El Salvador y Honduras, en menor medida para el restos de los países del Istmo. Esta última caravana, se produce justamente ante la expectativa de un cambio de las políticas migratorias, ante la llegada al poder de la administración Biden.
Las razones de esta nueva caravana (unas 9.000 personas, según estimaciones), no difieren mucho de las anteriores, sin embargo, importa señalar el acentuado deterioro de las condiciones de vida en Honduras, a raíz del paso de las devastadoras tormentas y huracanes, de la Temporada del 2020 (en la cual no alcanzó el alfabeto latino para nombrarlas, hubo que recurrir al griego también) particularmente, Eta e Iota, que llegaron a empeorar el panorama provocado por la pandemia del Covid-19. Es así como Honduras llega ya al 60% de su población en pobreza, de la cual el 40% es extrema.
After giving Honduran migrants and asylum seekers a 10-minute warning, #Guatemala's military and police forces advanced, pushing people south and dispersing them to clear the highway for commercial traffic. pic.twitter.com/RxZhHkclJP
— Sandra Cuffe (@Sandra_Cuffe) January 18, 2021
Se emigra en grupo por seguridad, para no pagar a “coyotes” (guías transfronterizos) y obtener más fácilmente asistencia humanitaria. Se desconoce el número total de personas que se han integrado desde el 2018 ha esta modalidad de emigración, sin embargo, solo en la de Enero del 2020, se estimó que marchaban más de 4.000 personas.
En el viaje se enfrentan con la violencia de los cuerpos policiales, agresiones sexuales, así como a la imposibilidad de resolver los problemas cotidianos más básicos: alimentación, aseo, descanso. Sin embargo cabe preguntarse, si realmente eran muy diferentes sus vidas cotidianas, en sus pueblos de origen y este justamente es, el origen del drama: da lo mismo sufrir o morir, aquí que allá.
Estos pueblos centroamericanos, parecen estar en el medio de la nada: países empobrecidos, con instituciones débiles y políticos inoperantes, con mafias y narcotráfico que se constituyen en una suerte de estados paralelos, castas militares que aún mantienen considerables cuotas de poder, el cambio climático, la pandemia y un largo etc. No solo parecen estar en medio de la nada, parecieran también ser invisibles, una versión de la célebre canción de Los Prisioneros (el célebre grupo chileno de los años 80), “El baile de los que sobran”.
Es por eso que las solicitudes que se escuchan en la región de que sea la ayuda norteamericana o la cooperación extranjera, la que venga a resolver la vida de estos países, es al menos, una oda a la propia incapacidad estructural e histórica, así como un inaceptable discurso de no asumir el grado de responsabilidad particular, que estos países y sus gobernantes tienen, en el estado de cosas actual. No puede darse uno sin el otro, cooperación, sí, pero planteando profundas reformas estructurales que permitan a estos países, abandonar por fin el adjetivo de “banana republic”, con toda la carga de males que dicha denominación implica: corrupción, componendas, ineficacia, debilidad de las instituciones y políticas públicas ausentes o erróneas.
En todo este escenario, las comunidades cristianas centroamericanas, han venido planteando dos líneas de acción, por una parte el Secretariado Episcopal para América Central, ha formulado, en la voz de su presidente y Arzobispo de San Salvador, Mons. José Luis Escobar, y del Cardenal salvadoreño Mons. Gregorio Rosa Chávez, un "llamado urgente" a las entidades garantes del respeto a los derechos humanos a mantenerse en "total alerta" para "defender" a los migrantes, especialmente a mujeres y niños, así como a “atender las causas estructurales de la pobreza”. Y el otro frente de acción lo representan, las cientos de comunidades de cristianos y de organizaciones, que al paso de las caravanas de emigrantes, les vienen brindado asistencia de emergencia, servicio invaluable y de altísimo valor evangélico.
Llevan verdad los obispos de SEDAC, el único camino para que este drama se detenga, es la atención de los problemas estructurales, trabajo conjunto entre los gobiernos locales y la cooperación internacional, de otra forma, los dramas de estas caravanas, provocadas por el hambre, seguirán siendo una herida abierta, en el cuerpo de esta América Latina, que parece ser siempre, solo una posibilidad de algo mejor.