"Francisco avanza en la buena dirección, aunque quizá ni él mismo sabe todo lo que implica su movimiento" Diez años de reforma de Francisco: Sus críticos tienen razón

Papa Francisco
Papa Francisco

Los amigos de Francisco no son lobby, sino gentes diversas de evangelio, quizá más fuera que dentro de su casa. Por otra parte, muchas cosas se ven mejor desde fuera y con enemistad que desde dentro de la casa. Personalmente, estoy convencido de que Francisco avanza en la buena dirección, aunque quizá ni él mismo sabe todo lo que implica su movimiento de Iglesia

Las reformas de Francisco, tras diez años, van por buen camino, aunque tardarán en cumplirse todavía mucho más que otros diez años

Hay que abrir, ampliar y radicalizar este período instituyente de Iglesia en que nos sigue poniendo Francisco, retomando el espíritu del Vaticano II y, sobre todo, la dinámica del Evangelio

El 13 de marzo se cumplen diez años de su elección como papa Francisco (13.3.2013) y no es fácil hacer un balance de su pontificado. Como suele decirse “los enemigos ven mejor”, y en este caso un lobby fuerte del cardenalato, ven mejor la dirección y meta de su reforma evangélica y sinodal de la iglesia; no en vano decía Jesús que los enemigos de un hombre son los de su propia casa

Los amigos de Francisco no son lobby, sino gentes diversas de evangelio, quizá más fuera que dentro de su casa. Por otra parte, muchas cosas se ven mejor desde fuera y con enemistad que desde dentro de la casa. Personalmente, estoy convencido de que Francisco avanza en la buena dirección, aunque quizá ni él mismo sabe todo lo que implica su movimiento de Iglesia.

Así quieren decirlo las reflexiones que siguen, para las que he tomado como base un trabajo que escribí hace diez años en Éxodo sobre “las reformas pendientes de la Iglesia de Francisco”. Me parece buen tiempo para volver a ellas, indicando que sus críticos tienen mucha razón (y han de tener miedo por su iglesia particular) porque las reformas de Francisco, tras diez años, van por buen camino, aunque tardarán en cumplirse todavía mucho más que otros diez años

1. INTRODUCCIÓN 

En estos diez años de Francisco el mundo ha cambiado mucho, en buena parte para mal: Ha crecido la amenaza social, ecológica, atómica, la guerra universal. Se ha multiplicado, de un modo al parecer imparable no sólo el libre capital capitalismo salvaje de corporaciones y estados; ha estallado de forma alarmante un tipo de cansancio y “mentira organizada” con violencia de muchas sociedad, mientras ha disminuido la democracia real y la confianza de la vida en millones de personas.

Francisco, durante el ángelus
Francisco, durante el ángelus

Por su parte, la Iglesia en general, y en concreto el papado de Francisco parece detenido, a la deriva de los tiempos, zarandeado y condenado por una poderosa corriente mediática, sostenida por mucho dinero, que le ataca y condena de forma inmisericorde. Poderosos lobbies eclesiales le condenan sin rubor al Papa, en nombre de un Dios poderoso del dinero y de la propia seguridad.

Por su parte, Francisco tiende a mantenerse con dignidad, sin apelar a los poderes dictatoriales que tiene como Papa para resolver con cuchillo algunos tema de Iglesia, en los que vengo pensando desde Sistema, libertad, Iglesia. Instituciones del Nuevo Testamento (Trota, Madrid 2001).

Cambio institucional y evangelio 'sine glosa'

Por aquellos temas y empeño particular del cardenal de Madrid (2003) tuve que abandonar (sí o sí) la cátedra de Teología de Salamanca (2003), renunciando a plantear batalla legal y quedando sin defensa económica y administrativa ante la Iglesia. Pude plantear un juicio, que un amigo, profesor de Derecho Constitucional, me aseguró que ganaría en tres o cuatro años. Pero desistí porque no quise pleitear contra mi Iglesia y, además, por coherencia, ante un tipo de  ministerios clericales “ordenados” en los que no creía, optando con Mabel, en la que sí creía, y ella en mí, optando los dos, por una vida de cristianos de a pie, casándonos por/en la Iglesia (obteniendo, a vuelta de correo, la “dispensa” de los ministerios, por razones que van en la línea de la “razón” de la reforma de Francisco que ahora expongo de nuevo). 

Todo lo que hoy digo lo decía muy razonado en aquel libro y en otro que vino después, titulado: Una Roca sobre el Abismo. Historia y Futuro de los Papas (Trotta, Madrid 2006), también en la línea del Papa Francisco. No es que él piense como yo (él es él, nadie podemos hoy sustituirle) pero vamos de hecho en una misma dirección, como verá quien siga leyendo. Desde aquellos libros (2001 y 2006) he seguido pensando y escribiendo con cierta libertad sobre las reformas que puede y debe impulsar la Iglesia, en la línea de Francisco. Estas son sus dos bases:

1. Volver al Evangelio “sine glosa”, sin añadidos, como Francisco de Asís, en un momento en que glosas y escolios (en parte necesarios) corrían el riesgo de sepultar el evangelio (Iglesia) bajo un armazón de interpretaciones legales, económico-sociales y políticas.  

2. Potenciar un cambio institucional, superando el clericalismo, volviendo al pueblo de base, según el evangelio (empezando por los cojos-mancos-ciegos, oprimidos y condenados del tiempo de Jesús). No se trata de negar y destruir la institución como muchos quieren, sino de re-crearla, algo difícil, pero no imposible (como quiso el Vaticano II). 

Las manos del Papa a los niños de la Comunidad Papa Juan XXIII
Las manos del Papa a los niños de la Comunidad Papa Juan XXIII Vatican Media

Los papas anteriores (Juan Pablo II y Benedicto XVI), siendo de inmensa talla humana y teológica en abstracto, apagaron parte del fuego del Concilio, tenían miedo de un incendio, en contra de aquel que dijo “fuego he venido a traer a la tierra ¿qué podré querer, sino que arda?”. En la línea de Jesús-Jesús, tras sesenta años de Vaticano II, Francisco quiere volver al Evangelio, no de un modo cualquiera, sino proponiendo no sólo un nuevo despliegue institucional de la Iglesia, sino un cambio radical desde la base. Lógicamente, le critican enemigos que ven la meta de sus cambios mejor que muchos amigos. 

Ocho reformas ante el cambio de la Iglesia 

1. No al poder político, adiós al Vaticano. Sin medias tintas, de un modo radical, por Evangelio, y no por presión externa, Francisco, obispo de Roma, debería renunciar unilateralmente a su autoridad de Jefe de Estado (Vaticano), para ser ante todo, como dijo el día de su elección, obispo de Roma, volviendo al Laterano (su sede), quedando (sin poder  externo ni dinero, como Francisco de Asís) para expresar y realizar su misión cristiana. Ciertamente, el Vaticano quedaría como palacio de referencia y Museo de historia y cultura universal, quizá bajo “protectorado” de la UNESCO.

Esta ha de tratarse de renuncia negativa (ni impuesta), sino de opción voluntaria, al servicio del Evangelio, en la línea de Jesús. No será una supresión por retirada o cobardía, sino por impulso del Reino. No dejar un poder y para tomar otro (¡cambie todo, para seguir todo igual!), ni un abandono cobarde tras un fracaso, sino una superación audaz de la estrategia del poder (cf Mt 6, 24) para que la Iglesia de Roma, en comunión con todas las iglesias, sea presencia y fermento de evangelio, al servicio de la humanidad, en la línea de Jesús. 

Sin apoyo de un Estado (o de un poder político) surgió y vivió el cristianismo del principio. Así ha de vivir en el futuro, retomando las fuentes (historia) de Jesús. El Vaticano con su Basílica, Archivos y palacios será un espléndido museo de humanidad, dejando de ser una hipoteca para la Iglesia, pues, como decía Ignacio de Antioquía, el que mejor escribió sobre la iglesia de Roma, diciendo “mi archivo es Jesucristo…”.

Papa Francisco
Papa Francisco


2. No al Directorio/Dictadura, Comunión de vida. La autoridad/poder del Vaticano ha sido necesaria en esta Iglesia desde la reforma gregoriana (siglo X/XI) y el Cisma de Occidente y las controversias conciliares (siglo XIV/XV). Pero ese ciclo de Iglesia ha terminado y el poder vaticano ya no es necesario, pues vuelve y debe recrearse de la autoridad “sinodal” que impulsa Francisco. Esa autoridad sinodal deja fuera de juego a los adversarios de Francisco. Es normal que le critiquen.

Actualmente, con los nuevos y antiguos medios de comunicación por alianza no se necesita una Central Vaticana. Al Papa, como obispo de Roma, le basta el Laterano, coordinando y presidiendo desde allí las gestiones sinodales de comunión de las iglesias, sin imponer desde arriba una autoridad unitaria sobre todas. En esa línea debe recrearse la propuesta de infalibilidad y Potestad/Servicio del Vaticano I, desde el Vaticano II  

El Papa abandona de esa forma el “directorio” (una autoridad dictatorial, que no viene de Jesús, pues Mt 16, 17-19 ha de entenderse de un modo distinto), no por abdicación de poder, sino por llamada al diálogo, a la responsabilidad y comunión entre todas las Iglesias, en una línea radicalmente sinodal. Esta renuncia no implica un relativismo sino un fortalecimiento doctrinal: La fe compartida de las iglesia no es fe de imposición, sino de alianza y  comunión de Reino. Francisco no quiere hablar desde encima, sino desde dentro de las Iglesias, no como voz superior del “uno”, sino como concierto y comunión de muchas voces, vinculadas en conversación y diálogo evangélico, pues “donde estéis vosotros conversando y pidiendo juntos estaré yo” (cf. Mt 18, 19). Se trata, pues, de devolver la palabra a las Iglesias, y que ellas quieran aceptarla y recrearla sin miedo, siendo autónomas en Jesús y desde el pueblo, no por delegación del Papa.

Papa Francisco
Papa Francisco


3. Autoridad de comunión, volver al Evangelio. Así argumentaba yo en Sistema, libertad, Iglesia; así lo desarrolla con mucha más contundencia en todo su programa de fondo Francisco, en contra de los que quieren mantener su autoridad iure divino y le critican por miedo a perderla. No se trata de “sacar” algunas citas, sino de vivir según el evangelio, no con una Iglesia (o unos varones/barones de Iglesia, del orden ecuestre o del Caballo de Roma) sobre la pobre gente de a pie. 

Francisco nos está recordando el ABC del evangelio, que el mensaje no viene de arriba hacia abajo (de Roma a las Iglesias), sino de las Iglesias en comunión mutua, de vida y doctrina desde Jesús, itinerante de pie, del que no se recuerda que montara a caballo, sino sólo, para una ocasión especial, en burro prestado al efecto, entrando así a palacio. Esta es la verdadera y más honda “democracia” de la Iglesia, la imposición de la mayoría no de uno sobre todos, sino la comunicación en libertad entre todos, por amor de evangelio. Las Iglesias no nacen y se organizan desde el vértice superior de la pirámide, sino desde la base de la vida, abriéndose en comunión de diálogo (no de poder) unas con otras. Los que no saben esto no han empezado a leer el evangelio, aunque sean cardenales de cualquier corte del mundo. Con grandes cardenales como Cisneros y Richelieu comenzó la gran política del mundo en occidente (que no era la comunión del evangelio de Iglesia). Pero estos cardenales anti-Francisco no son, por no ser, ni políticos del mundo.

Ciertamente es buena y necesaria la unidad de vida y misión, pero no por imposición de “uno” sobre todos, como quiso la reforma Gregoriana, de tipo germano/imperial, no cristiano, que se fue imponiendo en occidente desde el siglo XI d.C. Las Iglesias han de nacer por ósmosis de vida y palabra de todos los cristianos, como sabía Pablo y afirmó el Cristo pascual de Mt 28, 16-20. Según eso, las mismas Iglesias particulares pueden y deben abrir caminos de evangelio, como sucedió al principio de la cristiandad, expandiéndose y dialogando, en gesto real de Nueva Evangelización, desde la múltiple raíz del movimiento de Cristo. Según eso, el cierre de un tipo de Vaticano no puede producirse sin que crezca y se expanda una fuerte renovación evangélica, de todos los colores, no para enfrentarse entre sí, sino para compartir el camino (syn-hodos) de Jesús..

El abrazo de Francisco
El abrazo de Francisco


4. Sacramentos de vida, comunión de mesa. Los sacramentos provienen de Jesús y son signo de su acción y presencia liberadora, sanadora, en los creyentes. Pero, de hecho, nuestros sacramentos parecen fosilizados e hipotecados por ritos y normas de arriba (¡no de Dios, que no está arriba, sino en las venas y savia de los creyentes!), pero muchas veces parece que este Vaticano, regulando a su estilo las ceremonias, presta más atención a su letra que al despliegue de la vida mesiánica. Los sacramentos han quedado así “sacralizados”, bajo un orden “sacerdotal”, reservado a célibes varones, portadores de un poder patriarcal, no de la autoridad del evangelio. Por eso, muchas comunidades no pueden celebrar la eucaristía, y hay así cristianos sin vida (por culpa de leyes patriarcales).

Esta situación nos pone ante un reto esencial de Iglesias llamadas a celebrar la fiesta de Jesús (bautismo, reconciliación, comida compartida: eucaristía), como signo y presencia de Reino, pero que no pueden hacerlo por huelga de celo de unos ministros traídos desde fuera o de una Iglesia sin ministros. El problema no es la falta, sino el mal planteamiento de las “vocaciones”, tema que Francisco quiere resolver, aunque el gesto de mandar visitadores externos a ciertos seminarios parece ineficaz y desproporcionado. 

Este es un pecado institucional, y así debemos denunciarlo sin rubor ni miedo: Cierto tipo Iglesia vaticana impone contra el evangelio su ley de ministerio y celibato patriarcal, por encima de la vida de las comunidades. Sin que se recreen las comunidades de evangelio, recreando sus ministerios, en comunión sinodal de Iglesias no parece haber remedio. No bastan pequeños cambios retóricos (misa en latín o no latín, misal Pío V o Vaticano II). Los sacramentos de la Iglesia están por encima de pretendidas normas legales. Déjese en libertad para crear, anímese a crear, de varios colores. Esto los sabe el Papa Francisco y tiende a resolverlo, aunque por ahora no haya puesto los medios necesarios. 

Papa Francisco
Papa Francisco


5. Ministerios evangélicos. Han nacido de la experiencia de Jesús y de la vida de las iglesias, a partir de los “apóstoles universales” (varones y mujeres), cuando el signo de los Doce (apóstoles para las doce tribus patriarcales de Israel) se abrió a todos los pueblos de un modo evangélico, no patriarcal. Los ministros cristianos de la Iglesia son servidores de la Palabra y Comunión, sin distinción de varones y mujeres, de homo- o hetero-sexuales. No son herederos de los sacerdotes judíos o paganos (de tipo sacral o pontifical), sino cristianos que, siendo sacerdotes por llamada de Jesús y bautismo (sacerdocio común de los fieles), ejercen un ministerio de animación eclesial, al servicio del Dios de Jesús y de la fraternidad los creyentes. No se trata de que se ordenen a las bravas algunas mujeres (cosa que no pasa de ser una protesta ineficaz), sino de superar un “orden” jerárquico y de género mal interpretado, sino de que desaparezca el “ordo” pagano (senatorial, ecuestre…) y se vuelve a la comunidad universal del evangelio.

Desde el siglo III d.C., al hacerse más imperial que evangélica, reintrodujo un tipo de culto sacrificial/sacerdotal, excluyendo del ministerio a las mujeres (por razones de cultura judeo-pagana, no cristiana, como he puesto de relieve en mi patrística). Esa ley del sacerdocio ministerial (que tiende a considerarse como único sacerdocio, exclusivo de varones y célibes) impidiendo el ministerio de mujeres o a los hombres casados, es contrario al evangelio y no aparece prescrito en ningún texto del nuevo testamento. Esa afirmación de que Cristo dio poder sacerdotal a varones probados (bien dotados), sólo a ellos, es no sólo mentira (el NT nunca dice eso), sino simpleza, que es peor, y quizá miedo de algunos varones (como puso de relieve, una vez y para siempre K. Rahner)

El día en se quiera ver eso (¡y algunos no quieren verlo, pues no les conviene: cui prodest?!) será normal la “ordenación” de mujeres y varones, por igual, para los ministerios de Jesús, pero no una ordenación de “grado” (derecho romano, de ordines), sino una vocación y llamada a las responsabilidades ministeriales. 

Esos ministerios no forman un nuevo sacerdocio, porque el sacerdocio cristiano es la vida de Jesús y de los creyentes, como dice la Carta a los Hebreos. En esa línea, la palabra “ordenación, órdenes” ha de evitarse, pues resulta ambigua, por no decir falsa. En contra de un imperial (al estilo confuciano o romano), la Iglesia no tiene “órdenes” superiores, pues no hay en ella más orden (=comunión) que bautismo y el amor mutuo. En esa línea, los que quieren un “sacerdocio” especial (no un ministerio), fuera del sacerdocio de los fieles no han entendido de verdad el Evangelio.

Francisco acaricia a una víctima en RD de Congo
Francisco acaricia a una víctima en RD de Congo


6. Amor sobre la ley. Hace falta vincular de nuevo el impulso de Jesús con la experiencia de Pablo (y de los cristianos helenistas) cuando vieron que el Evangelio iba en contra de un tipo de ley exterior, que segrega y separa. Pues bien, tomando la “dirección” de un  Iglesia imperial (ortodoxa y/o católica, en una historia admirable (pero menos cristiana) de “política sacral”, cierto tipo de Papado ha querido regular nuevamente por ley el Evangelio, conforme al “genio romano”, legislando de un modo minucioso todos los aspectos regulables de la vida. En esa línea, muchas normas actuales de la Iglesia jerárquica sobre temas como anticonceptivos, regulación de la natalidad y rechazo del divorcio (sin matizaciones) son ley, no evangelio; brotan del miedo y de la represión, no de la libertad comprometida de Jesús.

La solución no es permitir sin más lo prohibido, sino situar el Evangelio en el centro de la vida (al servicio de toda vida, en especial de la de los pobres y pequeños), con el amor de Dios que acoge y perdona, que impulsa y recrea, dejando que los fieles sean creadores de vida por amor. En este campo, el papado no está para “regular” legalmente un tipo de conductas, nada, sino para defender el primado radical del amor y de la vida en todas las Iglesias, desde los más pobres, superando un tipo obsesiones actuales, que no vienen de Jesús, sino del temor a la libertad creadora  al amor.

Papa y niño
Papa y niño


7. Homosexualidad y pederastia. En sí mismos, son temas distintos, y quizá menos importantes que los anteriores, pero muchos cristianos y no cristianos los han vinculado, de un modo muy significativo, y así las Iglesias siguen hoy, con Francisco, casi igual que hace diez años, cuando dimitía Benedicto XVI. A la Iglesia oficial le cuesta aceptar la homosexualidad como signo y reconocimiento de la diversidad en el amor y en la opción por la vida. Francisco ha empezado a saber eso, y lo ha dicho en sus charlas de avión, pero no ha logrado cambiar la maquinaria de la Iglesia, que no puede empezar dictando leyes en ese campo (diciendo lo que es o no es matrimonio por ley), sino invitando a todos (homo- u hetero-sexuales) a que sean fieles al amor personal y al bien de las parejas y las comunidades, poniendo su “diferencia” al servicio de la comunión universal, en gratuidad generosa, como testigos del amor liberador de Jesús).

En sí mismo, el tema de la pederastia es distinto, pues implica una utilización y en general una lesión profunda en la vida personal y afectiva de los menores (del mismo o de distinto sexo). Éste no es un problema exclusivo (ni básico) del clero, pero está poniendo un punto de interrogación sobre ciertos riesgos de un celibato vivido en claves de poder y aislamiento (¡sobre todo de poder!). Para remediarlo, la Iglesia deberá ofrecer la máxima claridad, potenciando espacios de libertad personal y de relación social que “aminoren” el riesgo de pederastia que pueden darse y se dan en muy diversos grupos familiares y sociales, pero, sobre todo, en ciertas personas y grupos cerrados. Todo intento de auto-defensa grupal (de tipo hasta mafioso, gremial, endogámico o estamental) carece de sentido.

"No es más Iglesia el obispo de un lugar, ni el párroco de un pueblo… que un padre de familia cristiano. No se puede dar a los pederastas clericales la ventaja de ser representantes de toda la Iglesia"

Hay que decir que cada pederasta eclesial no es la Iglesia. Por eso, el delito de la posible pederastia de algunos ministros no recae sobre toda la Iglesia (pues cada cristiano es Iglesia), de manera que no debe postularse ninguna defensa “endogámica” de los ministros pederastas, sino que cada uno debe responder ante la ley, sin ventajas clericales. Es absolutamente necesario que los ministros de la Iglesia no sean un clan endogámico, que cada uno cargue con su responsabilidad, que no se condene a toda la Iglesia por el delito de alguno… No es más Iglesia el obispo de un lugar, ni el párroco de un pueblo… que un padre de familia cristiano. No se puede dar a los pederastas clericales la ventaja de ser representantes de toda la Iglesia.

De todas formas, dicho esto, mientras no cambie el modo de “criar” (elegir y educar ministros en seminarios, que Francisco está mandando controlar) habrá que tener un gran cuidado en el tema de la pederastia “clerical”, que ha sido un grandísimo mal… Pero de los males pueden sacarse consecuencias buenas.

Francisco acaricia a un miembro de "Uniamo"
Francisco acaricia a un miembro de "Uniamo" Vatican Media

8. Convertir el dinero, comunión económica. Este es un tema no sólo del Vaticano, sino de la Iglesia y de la sociedad en su conjunto. Nos hallamos en un momento clave de crisis económica (2023), y las estructuras monetarias que han ido surgiendo en occidente (con inspiración y a veces con ayuda de un tipo de cristianismo: Montes de Piedad, cajas de ahorros) parecen colapsar (o conducir a formas de dictadura económica cada vez más opresora). Se han propuesto soluciones técnicas de diverso tipo, pero los problemas y preguntas han cambiado, de tal forma manera que se vuelven necesarias actitudes y compromisos nuevos y radicales, como sabe Jesús cuando opone a Dios y la Mamona (Mt 6, 24).

Ciertamente, es necesaria la supresión de un tipo de Estado Vaticano y de su banco (IOR), pero eso no resuelve el tema, pues también otras diócesis y comunidades “particulares” tienen problemas en este contexto Aquí es preciso un retorno sin glosa a la raíz del Evangelio de Jesús y del “carisma” de Francisco de Asís, quien era contrario a la propiedad particular de bienes. La Doctrina social y Económica de la Iglesia ha sido buena, desde tiempos de León XIII, pero no es bastante lo que se ha dicho y, sobre todo, lo que se ha hecho hasta ahora. Francisco buscóla pobreza, no por sí misma, sino como experiencia y proyecto de comunión (al servicio de la fraternidad). Ese tema, como se ve claro en las disputas del Consejo de Cardenales y en los bandazos sobre el IOR y el dinero Vaticano (con grandísimos escándalos y dimisiones), no tiene solución, a no ser que se vuelva al principio de esta ocho reformas de la Iglesia, en las que sigue empeñado el papa Francisco. 


CONCLUSIÓN. UN PERÍODO INSTITUYENTE


Me gustaría terminar diciendo “buscad el Reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6, 33). Pero a este momento de la historia (año 2023), hace falta algo más, hay que abrir, ampliar y radicalizar este período instituyente de Iglesia en que nos sigue poniendo Francisco, retomando el espíritu del Vaticano II y, sobre todo, la dinámica del Evangelio. 

El Papa, con una niña desplazada de Sudán del Sur
El Papa, con una niña desplazada de Sudán del Sur

En esa línea fue importante el gesto de Benedicto XVI con su renuncia, el año 2013, una renuncia que puede compararse a la de Celestino V, en 1294, a la que Dante, Inferno 3, 60, calificó diciendo "che fece per viltate il gran rifiuto" (que hizo por vileza o cobardía la gran renuncia o dimisión)… La renuncia de Benedicto XVI no fue cobardía, sino reconocimiento de su impotencia, mostrando por ella que el papado Papa no es un poder sacro/ontológico (como un orden superior), sino que una “función”, que puede (y debe quizá) ser temporal, como servicio particular de la Iglesia de Roma al conjunto de las Iglesias. 

Ciertamente, queda en el fondo un residuo “mágico” que toma los servicios (ministerios) eclesiales como valores en sí, en la línea de un “ordo ontológico” (un orden de nobleza o superioridad al que he venido aludiendo). No es un orden ontológico, de tipo mágico,  como parecen suponer muchos adversarios y amigos de Francisco, quien en su tiempo podría también dimitir (como él ha firmado, diciendo que le den por dimitido si es que pierde la claridad mental), sino un servicio importantísimo de amor y comunión entre la Iglesias, como decía Ignacio de Antioquía al principio de su Carta a los Romanos, que he venido tomando como referencia central de estas reflexiones, a partir de mi Patrística.  

Esas ocho reformas (con otras que podían añadirse) nos sitúan ante la necesidad de intensificar el momento instituyente de la Iglesia, no sólo con un proceso sinodal, como quiere el Papa Francisco, sino con un tipo de nuevo gran Concilio Ecuménico, aunque los temas de Iglesia no se solucionan con concilios puntuales desde arriba, sino con cambios sinodales más fuertes, desde las bases de la Iglesia cristiana

Nos hallamos ante la necesidad de reconstruir la “iglesia derrumbada”, como supo Francisco de Asís… y como dijo de manera mucho más original e intensa el mismo Jesús, cuando anunció la caída de aquel templo de Jerusalén (¡cueva de bandidos!) para que la casa de Dios pudiera ser espacio de oración y encuentro para todas las naciones.  

Semana RD: Diez años del pontificado
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