La Iglesia catalana debe apoyar a Illa y Junqueras a tender puentes en un escenario fragmentado Análisis del 14-F: El futuro de Cataluña, en manos de dos católicos, tras el descalabro de la democracia cristiana
¿Qué papel jugará el ‘factor católico’ en las futuras negociaciones para formar Govern?
La labor del cardenal Omella y del arzobispo Joan Planellas, unidas a la moderación de Vives y el resto de prelados (sólo Novell se desató con una curiosa petición acerca de la democracia cristiana que se ha demostrado profética, por errónea) puede facilitar el proceso
Dos católicos, Illa y Junqueras, tienen en su mano encontrar caminos de entendimiento, más allá de los blancos y negros ofrecidos, durante años, por los adalides del enfrentamiento en ambos bandos. Resulta indispensable que se pongan de acuerdo, y que trabajen por un futuro común
La ultraderecha, con unos rancios postulados que presentan como católicos, y que nada tienen que ver con el Evangelio, también ha logrado un resultado histórico. ¿Aviso a navegantes?
Dos católicos, Illa y Junqueras, tienen en su mano encontrar caminos de entendimiento, más allá de los blancos y negros ofrecidos, durante años, por los adalides del enfrentamiento en ambos bandos. Resulta indispensable que se pongan de acuerdo, y que trabajen por un futuro común
La ultraderecha, con unos rancios postulados que presentan como católicos, y que nada tienen que ver con el Evangelio, también ha logrado un resultado histórico. ¿Aviso a navegantes?
Los resultados de las elecciones del 14-F han dejado un panorama sumamente fragmentado en el futuro Parlament, con pocas opciones para una gobernabilidad que deje a un lado la confrontación que, desde hace casi una década, sacude la sociedad catalana (y la española). ¿Qué papel jugará el ‘factor católico’ en las futuras negociaciones para formar Govern?
Los resultados nos ofrecen tres lecturas: en primer lugar, el histórico ascenso de Salvador Illa, que por primera vez ha hecho del PSC el primer partido en votos y escaños del Parlament. Un político que no esconde sus valores cristianos, y que ha sido respaldado por buena parte del catolicismo social catalán.
En segundo término, también es histórico el sorpasso de ERC a Junts, que seguramente permita, por primera vez desde la II República, un presidente republicano para Cataluña. El avance de ERC es indisociable de la puesta en libertad de Oriol Junqueras, quien también ha hecho de su fe un valor innegociable a la hora de hacer política.
En tercer lugar, y no menos importante, el descalabro de la democracia cristiana que, como tal, ha desaparecido del Parlament. Los malos resultados del PdeCat han puesto de manifiesto que la apuesta por el independentismo de Puigdemont y Torra nada tenía que ver con el nacionalismo catalán de Pujol o Duran i Lleida. Muchos de los cristianos convergentes han acabado recalando en el PSC.
La Iglesia, ¿factor de cohesión?
Por primera vez, también, los obispos catalanes evitaron una declaración pública dando criterios de voto a sus fieles. Ni siquiera Montserrat o Poblet hicieron acto de presencia pública en el proceso electoral. En una sociedad tan fuertemente secularizada como la catalana, en la que además ser independentista, constitucionalista o estar en medio va más allá de la fe de cada cual, no parece haber resultado mala idea.
Evita hacer de la Iglesia un factor de división -lo fue, lamentablemente, durante muchos años- y, a la vez, abre la puerta a que la Iglesia vuelva a ser un lugar en el que se tienden puentes y se abren caminos a la reconciliación. En este sentido, la labor del cardenal Omella y del arzobispo Joan Planellas, unidas a la moderación de Vives y el resto de prelados (sólo Novell se desató con una curiosa petición acerca de la democracia cristiana que se ha demostrado profética, por errónea) puede facilitar el proceso.
Dos católicos, Illa y Junqueras, tienen en su mano encontrar caminos de entendimiento, más allá de los blancos y negros ofrecidos, durante años, por los adalides del enfrentamiento en ambos bandos. Resulta indispensable que se pongan de acuerdo, y que trabajen por un futuro común. Porque, como también hemos visto, el voto del desencanto ha sido convenientemente aprovechado por los que, en Cataluña y en España, aprovechan cualquier crisis (independentismo, pandemia, el ‘España se rompe’) para canalizar el voto del descontento. La ultraderecha, con unos rancios postulados que presentan como católicos, y que nada tienen que ver con el Evangelio, también ha logrado un resultado histórico. ¿Aviso a navegantes?