Carta a un polítíco
Estimado señor A o B: Siento comunicarle, en este momento en que debaten sobre el estado de la nación, que la política está por los suelos. En una encuesta de Demoscopia recientemente, es la institución peor valorada en el país. Casi todos los ciudadaanos estan de acuerdo en esta apreciación; sin embargo, muchos no nos resignamos que sea así.
Por eso nos dirigimos a usted. Es cierto que esto no es nada nuevo, porque nuestro pueblo no se ha tomado en serio la política. Al menos no ha penetrado en en su verdadera función. Y es que la imagen que los políticos nos han dado de ella, de ordinario, ha sido su contraria, lo que no debe ser. Si usted es de los pocos políticos que se la toman en serio, discúlplenos, y si no, preste atención.
Nos sentimos obligados recordarle con los mayores pensadores de todos los tiempos y con los padres conciliares que protagonizaron el Concilio Vaticano II que la actividad política es una de las virtudes públicas y sociales a la que tenemos que acercanos todos con el máximo respeto. Tanto los políticos de oficio como los ciudadanos hemos de dejar a un lado la forma viciada de hacer política que hemos heredado del pasado y afrontarla de distinta manera. De ello depende el bien de nuestro pueblo, por eso todos estamos implicados en ella.
La gestión honesta de bién común, que es el cometido de la actividad política, no puede dejarnos indiferentes a los ciudadanos si somos mínimamente conscientes. De lo contrario damos la imagen de quien pone sus bienes en manos de un administrador y él se desentiende por completo. Lo normal es que esa adminstración no vaya bien. Pues eso hacemos los ciudadanos con nuestro bien más preciado, que es el bien común. Nuesrta responsabilidad en la vida pública la depositamos con nuestro voto en manos de los políticos y pasamos de todo. Esto es una gran aberración que los políticos no han sabido o no han querido corregir.
Tal actitud en ellos puede tener una doble lectura. O no saben que dentro de su competencia entra educar a los ciudadanos para que participen en la vida pública, y en tal caso no están capacitados para tan alta función, o bien conocen su responsabilidad pero actúan como sí no la conocieran para que nadie se inmiscuya en lo que hacen. En ambos casos se produce la perversión de la política, porque la propiedad del bien común son los ciudadanos todos. Por simple lógica, la política así gestionada no funciona, los casos de corrupción permanente en ella es la mejor prueba.
Y si algún ciudadano consciente intenta interesarse y participar en la vida pública de algún modo, los políticos ponen el grito en el cielo y le dicen eso de "zapatero a tus zapatos". Tal ignorancia no se puede consentir a un político que se precie de serlo. ¿Sabe, señor A o B, el papel que representan cuando así proceden? Se lo diré gráficamente para que lo entiendan hasta los más chatos: el del andamio que se cuela por la ventana y se hace inquilino y propietario de la casa.
Los políticos no son más que delegados de los ciudadanos, pero indebidamente se han excedido en sus atribuciones y han quedado a estos fuera de la política. Ustedes han actuado como el administrador interesado, que ha procurado distraer al dueño de la propiedad para administrar a su antojo. Son mchas las víctimas de su mala gestión: ocho millones de pobres,(tal vez más) aunque no tan pobres como los de la posguerra, pero pobres y más de tres millones de parados. Sí, sí estos cobran una subvención y también otros muchos que no debieran cobrarla, robando a los anteriores. ¿Acaso no sabian que la razón de ser del político es que el hombre de la calle viva cada vez con mayor plenitud?.
Comprenda mi enojo de ciudadano que quiere responsabilizarse en
la vida pública.