El cristiano José M. Gironella
En la sucesión de sus obras se evidencia un gran cambio, político y también religioso, que puede apreciarse muy bien en su gran trilogía histórica: Los cipreses creen en Dios (1953), Un millón de muertos (1961) y Ha estallado la paz (1966). Le dolía profundamente que algunos críticos atribuyeran el cambio a oportunismo, como si hubiera querido congraciarse al público, que estaba evolucionando, pero en su caso aquellas novelas atestiguan una evolución personal, en su ideología política pero más aún en sus creencias religiosas. Comparando 100 españoles y Dios (1969) con Nuevos 100 españoles y Dios (1994) se aprecia asimismo el cambio religioso de los españoles, pero el entrevistador también ha cambiado.
Sería a mediados de los setenta cuando un día un amigo me pidió si podría atender a un señor que deseaba pasar unos días en Montserrat y hablar con un monje. Le respondí que lo recibiría con mucho gusto, pero cuando me explicó que se trataba de Gironella, me alarmé: “¿Es que quiere hacer uno de sus reportajes sensacionalistas sobre Montserrat?”. Aquel amigo me aseguró que no era éste el caso, sino que Gironella atravesaba una crisis religiosa y quería resolverla.
De niño había recibido una sólida formación religiosa. Eso que antes llamaban “la fe del carbonero”. A los diez años ingresó en el seminario menor de El Collell, de la diócesis de Girona, pero no encajó bien. De joven perteneció a la benemérita Federació de Joves Cristians de Catalunya, un movimiento creado el 1931, inspirado en la JOC belga del canónigo Cardijn. Cristianos comprometidos, fueron ferozmente perseguidos en 1936, muchos fueron asesinados y algunos han sido beatificados.
Gironella, como muchos compañeros, logró pasar la frontera y combatió voluntario en el Tercio de la Virgen de Montserrat, que recibiría la laureada colectiva. Escribió Los cipreses recién casado, en París, en una época de gran estrechez económica pero de profunda fe, con comunión y rosario diarios. El admirable último capítulo de Los cipreses, con el dramático relato del fusilamiento del protagonista, el seminarista César Alvear, lo escribió de rodillas. Una revista católica norteamericana recomendaba esta novela como lectura espiritual de Cuaresma. Pero, años más tarde, cosas que veía en la Iglesia, especialmente en el Vaticano, y también la mentalidad moderna, hicieron tambalear su fe de carbonero.
Trasladaba sus dudas a los personajes de sus escritos. Y sin embargo echaba de menos su antigua fe ciega y buscaba locamente recuperarla. Para eso vino a Montserrat, y de eso hablaba conmigo. Decía que las mejores páginas de las novelas suelen responder a experiencias reales del autor, aunque tal vez reelaboradas. Así, el protagonista de Los cipreses, el seminarista César Alvear, es una mezcla de la experiencia de Gironella en el seminario y la religiosidad profunda y aun mística de una hermana suya, que fue presidenta de la Acción Católica de Girona, y a la que yo llegué a conocer y admirar.
El escándalo de Tierra Santa (1978) es, en realidad, el escándalo de Gironella. Tenía dos grandes interrogantes: si tenía un alma inmortal y si Jesús es Dios. Pensó que solo en la tierra de la Biblia y de Jesús podría resolverlos y recuperar su antigua fe. Con su esposa y un matrimonio amigo concertaron con una agencia de viajes un viaje algo largo, creo que de un mes, a Tierra Santa. Pero al término del viaje dijo que no había resuelto aún sus dudas. Se despidió de los otros tres y dijo que se quedaba, sin fijar fecha de regreso. Permaneció aún varios meses, y después, con aquel gran talento que tenía para los libros de viajes, escribió otro gran éxito de ventas, El escándalo de Tierra Santa. El escándalo, para él, era que la Iglesia se hubiera instalado en Roma, con su Papa y su Curia; tenía que volver a Jesús y a Jerusalén.
Cuando estaba acabando de escribir aquel libro, su santa madre le dijo: “Mira que Dios te ha dado gran talento de escritor. ¡No lo utilices contra la religión!” Y le exigió que me dejara leer el manuscrito y lo sometiera a mi censura. Así lo hizo, y tras pasar varios días en Montserrat repasando el texto y corrigiendo un montón de errores de detalles secundarios (fechas, citas bíblicas, nombres de personas…) y alguna discusión sobre el problema de fondo, lo publicó. Escribí a su madre asegurándole que aquel libro haría un gran bien a personas que no suelen leernos ni escucharnos a los curas.
Animado por aquel éxito, Gironella escribió El escándalo del Islam. En gran contraste con la Europa, y aun España, cada vez más secularizadas y descreídas, y también él descreído (o así se juzgaba él), cuando parecía que la religión era como una especie en vías de extinción, algo de otros siglos que no tardaría en desaparecer de la faz de la tierra, su recorrido por los países islámicos le reveló un mundo con una fe mucho más firme aún que la suya de antaño. No había aparecido todavía el islamismo terrorista, pero, contra lo que muchos pronosticaban, la fe musulmana no se estaba disolviendo en contacto con la civilización occidental; al contrario: muchos pueblos encontraban en la fe islámica un fundamento de su identidad colectiva y también una fuerza contra el colonialismo.
Gironella tenía más fe de la que pensaba tener, pero ya no era la de su infancia y juventud, sino más madura.