"Dice Panikkar que religión sin la medicina no es religión" Juan José Tamayo: "La religión es un proceso, no un patrimonio doctrinal inmodificable"
"El libro La religión, el mundo y el cuerpo, de Raimon Panikkar, indirectamente responde a quienes consideran el coronavirus un “castigo divino”"
"Panikkar comienza por definir el rico y plural significado de la palabra “religión”, que remite a “religar”, conectar de nuevo a unos con otros, al ser humano con la naturaleza, restablecer el contacto con el misterio, reconducir lo humano hacia el umbral del más allá"
En estos días de permanente ejercicio físico, psíquico y mental y de resistencia paciente, impuesta por el coronavirus, y con algún brote depresivo, enseguida vencido por la esperanza de ver pronto el final del túnel, estoy haciendo un recorrido pausado por mi biblioteca y seleccionando algunos libros que han dejado huella en mí y han modificado mi manera de senti-pensar. Utilizo esta expresión siguiendo la teoría de Zubiri sobre la inteligencia sintiente: “Sentir e inteligir son justo los dos momentos de algo uno y unitario, dos momentos de la impresión de la realidad”.
Hoy me he encontrado con uno de esos libros excelentes para el cultivo del senti-pensamiento, tan necesario estos días: La religión, el mundo y el cuerpo, editado por Herder en 2012 en traducción del original italiano publicado en 2010. Su autor es mi entrañable amigo Raimon Panikkar, de cuyo fallecimiento estamos conmemorando este año el décimo aniversario (1918-2010) y de quien conservo numerosas cartas-tarjetas escritas en una letra lo más parecida al sánscrito, difícilmente descifrable.
Es un libro que viene como anillo al dedo en tiempos de pandemia como los que estamos viviendo por mor del coronavirus y que indirectamente responde a quienes lo consideran un “castigo divino”. Empiezo con una consideración general sobre el libro para luego referirme a la relación entre medicina y religión.
Las religiones se merecen, en buena medida, la mala fama que las acompaña porque dan muestras de haberse olvidado de sus orígenes, imponen afirmaciones dogmáticas, refuerzan los elementos identitarios singularistas y cerrados, consolidan las estructuras institucionales, enturbian -y envenenan a veces- el agua pura que mana de sus manantiales, convierten en vinagre el vino de la alegría, muestran insensibilidad ante el sufrimiento humano intentando buscarle sentido redentor en vez de aliviarlo.
Con este juicio tan rotundo se abre el libro de Raimon Panikkar, cuyo objetivo es devolver a las religiones su autenticidad, verdad y coherencia. Para ello comienza por definir el rico y plural significado de la palabra “religión”, que remite a “religar”, conectar de nuevo a unos con otros, al ser humano con la naturaleza, restablecer el contacto con el misterio, reconducir lo humano hacia el umbral del más allá, reconectar, pero también desbloquear los vínculos que bloquean, reconstruir la unidad dinámica de cuerpo, mente y espíritu.
La fe religiosa no puede utilizarse como escudo protector o arma defensiva, ni se asienta en seguridad alguna, como pretenden algunos libros de autoayuda religiosa y algunos tratados apologéticos-dogmáticos. Implica, más bien, apertura, disponibilidad y, al no basarse en garantía alguna, un riesgo. Ulrich Beck habla de “la sociedad del riesgo”. Aquí podríamos hablar de “la religión como riesgo”.
"Medicina y religión tienen el mismo objetivo: salvar al ser humano"
La religión es un proceso, no un patrimonio doctrinal inmodificable. Por eso debe adaptarse a los tiempos, renovar su lenguaje y la forma de vivir. Panikkar cree que las religiones no tienen el monopolio del sentido religioso de la vida. Son solo uno de los posibles soportes y transmisores. Piensa, a su vez, que no debe darse valor absoluto a la propia religión, ni utilizar sus categorías como paradigma interpretativo para comprender al otro, a la otra, a las otras religiones.
Panikkar no busca la unidad de las religiones, ni pretende crear una religión que las incluya a todas, sino establecer una relación armónica entre ellas a partir del reconocimiento mutuo. Para ello propone el diálogo interreligioso, que no consiste en la confrontación de doctrinas, sino en recurrir al lenguaje del símbolo, que “da que pensar”, como afirma Paul Ricoeur, tiene carácter relacional y es, sin duda, el más propio de las religiones. En el caso del cristianismo, en el principio fue el Evangelio como Buena Noticia de liberación, no el dogma.
El diálogo no es una mezcla confusa de elementos diferentes, ni la yuxtaposición de las ideas de los interlocutores. Es un proceso en el que los resultados son imprevisibles e incluso sorprenden a los propios interlocutores, que esperaban unos efectos y se encuentran con otros más beneficiosos. El diálogo tiene que estar abierto a la sorpresa en los resultados. No requiere un común denominador que absorba las diferencias y elabore universos cerrados de obligada referencia.
Conforme a su concepción de la religión, Panikkar entiende el estudio de la religión como un estudio intelectual y existencial de las raíces de nuestro ser y estar en el mundo, y de nuestro destino como seres humanos implicados en el tejido de la realidad en su totalidad. Ahora bien, a diferencia de otras disciplinas, no puede obviar el componente axiológico, no puede ser ajeno a los valores.
Panikkar aborda a continuación la relación entre religión y cuerpo desde un planteamiento no dualista. El cuerpo no es simple carnalidad; remite a vida, símbolo, misterio y es compañero imprescindible del ser humano. No hay religión sin corporeidad. El tema le lleva a tratar en el último capítulo la relación entre medicina y religión, que define como “ontonómica”. Rechaza la concepción dualista según la cual la función de la medicina es salvar el cuerpo y restablecer la salud en este mundo, y la de la religión salvar el alma y restablecer la salvación en el otro mundo. Medicina y religión tienen el mismo objetivo: salvar al ser humano.
Tras un análisis semántico de la palabra “medicina” en las diferentes lenguas y culturas observa que incluye tratamiento, medicación, curación por medio del conocimiento y confianza. La medicina ayurvédica se autodefine como “meditación de la vida, ciencia de la vida”.
¿Y la religión? La respuesta de Panikkar no puede ser más oportuna en este momento dramático que estamos viviendo:
“Desligada de la medicina, la religión deja de ser […] una fuente de júbilo […]; se torna una fuerza alienante que, ciertamente, puede refugiarse en el ‘negocio’ de salvar almas no encarnadas o en la espera de un cielo proyectado en un futuro lineal, pero que pierde su valor terrenal e incluso su raison d’être, puesto que ya no puede salvar al ser humano real de carne y hueso […]; sería nada más que una especie de medicina para ese otro mundo, al precio de ignorar este de aquí (p. 111).
Y concluye: “La religión sin la medicina no es religión, se deshumaniza, se torna cruel y aliena a los seres humanos de su propia vida en esta tierra. La religión sin medicina se vuelve patológica” (p. 112).
La religión tiene una función terapéutica, curativa, compasiva. “Es cura y salud”, afirma Panikkar. Marx, uno de los críticos más severos de la religión, la define como “el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación carente de espíritu”. Y si no fuere eso, entonces, “es el opio del pueblo”. La compasión, “una virtud bajo sospecha”, como afirma el subtítulo del libro de Aurelio Arteta La compasión (Paidós, 1996; nueva edición, 2019), es la virtud por excelencia en el mensaje y la práctica de Jesús de Nazaret: “Misericordia quiero, no sacrificio”.