¿No será el corazón de Moisés lo que ardía?
Venimos de la primera lectura de ayer donde se nos narraba cómo Moisés decide huir de Egipto tras matar a un egipcio que maltrataba a un hebreo esclavo. Huyó a Madián. Hoy nos encontramos con Moisés que pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró. Recordamos que Moisés en su huida defendió de otros pastores a unas mujeres que pastoreaban unas ovejas y que se acercaron al pozo donde descansaba Moisés. Eran las hijas del sacerdote de Madián. Ahí conoció a su esposa, Séfora, una de sus hijas.
Pastoreando al rebaño de su suegro Moisés tiene su primera experiencia de Dios manifestada en una zarza ardiendo en el monte Horeb. Este monte aparece en varias ocasiones en las Escrituras como un lugar de manifestación de Dios. Ahí fue donde Moisés recibirá los 10 mandamientos para su pueblo liberado de la esclavitud.
En el evangelio que hemos proclamado Jesús da gracias al Padre por manifestarse no a sabios y entendidos sino a los pequeños y humildes. Moisés fue un ejemplo de ello. Pastoreaba el ganado de su suegro.
Volviendo al relato de la zarza es bueno percibir dos detalles: “quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado” y “El clamor de los israelitas ha llegado a mí, y he visto cómo los tiranizan los egipcios”.
Necesitamos recuperar la experiencia de lo sagrado, del misterio, de la presencia de lo divino y trascendente. Necesitamos reaprender a vivir en el respeto y santo temor de Dios. No hablamos de miedos sino de consciencia y respeto. Dios no es ajeno al sufrimiento del ser humano. La mejor manera de honrar a Dios es cuidando y protegiendo la dignidad de su creación. Ante las injusticias no cerremos los ojos ni miremos para otro lado. Siempre me he preguntado si lo que ardía no era el corazón de Moisés indignado ante la opresión a la que estaba sometido el pueblo de Israel.
Pastoreando al rebaño de su suegro Moisés tiene su primera experiencia de Dios manifestada en una zarza ardiendo en el monte Horeb. Este monte aparece en varias ocasiones en las Escrituras como un lugar de manifestación de Dios. Ahí fue donde Moisés recibirá los 10 mandamientos para su pueblo liberado de la esclavitud.
En el evangelio que hemos proclamado Jesús da gracias al Padre por manifestarse no a sabios y entendidos sino a los pequeños y humildes. Moisés fue un ejemplo de ello. Pastoreaba el ganado de su suegro.
Volviendo al relato de la zarza es bueno percibir dos detalles: “quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado” y “El clamor de los israelitas ha llegado a mí, y he visto cómo los tiranizan los egipcios”.
Necesitamos recuperar la experiencia de lo sagrado, del misterio, de la presencia de lo divino y trascendente. Necesitamos reaprender a vivir en el respeto y santo temor de Dios. No hablamos de miedos sino de consciencia y respeto. Dios no es ajeno al sufrimiento del ser humano. La mejor manera de honrar a Dios es cuidando y protegiendo la dignidad de su creación. Ante las injusticias no cerremos los ojos ni miremos para otro lado. Siempre me he preguntado si lo que ardía no era el corazón de Moisés indignado ante la opresión a la que estaba sometido el pueblo de Israel.