Muhammad/Mahoma. Un camino abierto, un tema pendiente
Ayer he tratado de Moisés. Por coherencia, hoy debo tratar de Mahoma, a quien concibo como parte del problema, pero, sobre todo, como principio de solución, dialogando con Moisés y con Jesús, en Gaza (Palestina-Israel) y en el mundo entero. Varias veces he desarrollado el tema. Hoy lo hago desde la perspectiva de domingo 3 de Cuaresma, un camino de Éxodo universal que Jesús asume no sólo con Moisés, sino también con Mahoma/Muhammad, a quien Dios Bendiga
| Xabier Pikaza

MUHAMMAD, PROFETA DE DIOS. UN CORÁN PARA EL CAMINO [1].
Supo lo que hacía, dejó las cosas bien resueltas a su muerte. Su movimiento, con trasfondo de judaísmo y cristianismo, se abre desde la Meca, su ciudad, al mundo entero.
- Vocación y experiencia básica. Opción por los pobres.
Muhammad se sintió enviado (Rasul) y profeta (Nabi) de Dios para la Meca, en centro se alzaba el Cubo, Caaba, centro de peregrinación controlado por ricos mercaderes que habían instaurado su burguesía comercial, a costa de los pobres. Los tiempos estaban maduros y Muhammad, testigo de las religiones del tiempo (judíos y cristianos), se sintió llamado a iniciar su movimiento religioso. Estos son los motivos principales de su propuesta:
− Monoteísmo. Frente a los dioses que avalan la opresión e injusticia del sistema, Muhammad ha proclamado la justicia de Allah, Dios universal contra el que pecan los asociadores, que ponen a su lado otros poderes divinos (cf. Corán 29, 64). Dios es Uno y se basta a sí mismo, no tiene familia ni hijos (cf. Corán 39, 3-4) y está por encima de todos los signos sexuales. Por eso, ha rechazado las tres diosas que muchos veneraban en la Caaba (Al-Lat, Al-Uza y Manat) como providencia divina femenina[2].
− Opción por lo pobres. Empezó siendo profeta social, proclamando un mensaje de justicia que le enfrenta con los oligarcas de la Meca, en la línea de los inspirados de Israel (Amós, Miqueas) y, de un modo especial, de Moisés (liberador de los hebreos) y Jesús (mesías de enfermos y excluidos). Emigración (Hégira) y Guerra santa estarán así no sólo al servicio de la fe (monoteísmo), sino también de la justicia social, que se expresa el zakat o impuesto en favor de los creyentes.
− Juicio. Anunció la 'decisión' de Dios, que, siendo misericordioso y bueno, es justo: no puede tolerar la opresión de los pobres. Se situó cerca de Jesús, que buscaba también la concordia universal ante el Juicio de Dios. Pero Jesús reinterpretó ese juicio como gracia-salvación y sus discípulos pensaron que esa salvación se había cumplido en su muerte. Muhammad, en cambio, lo entendió en línea de justicia, como sanción y cumplimiento del orden de Dios sobre el conjunto de la humanidad.
En principio, no quiso crear una nueva religión, sino actualizar el mensaje de los profetas anteriores, judíos y cristianos (y monoteístas árabes: hanif). Como profeta-apóstol de Dios y agente de cambio social, actuó en su ciudad (613 al 622 EC). Era, sin duda, un extático: veía signos, oía voces, escuchaba palabras de dentro (de Dios) y las proclamaba al pueblo. Fueron y son muchos los que se han sentido inspirados, escuchando palabras que luego proclaman, como si el mismo Dios les dictara su mensaje. Algunos son enfermizos, otros muy normales: ven y escuchan signos y voces imperceptibles para otros. Unos pocos son geniales: descubren y anunciar una palabra, que llega certera y cambia el ritmo de la historia. Entre estos se encuentra Muhammad, el más famoso[3], que empezó 'escuchando' la exigencia de proclamar la Palabra: "Recita en el Nombre de tu Señor, Que ha creado al hombre de sangre coagulada" (Corán 96, 1-2). Dios mismo le llamó:
Tú, el envuelto en el manto! ¡Levántate y advierte! A tu Señor, ensálzale. Tu ropa, purifica. La abominación, huye de ella. La decisión de tu Señor espérale paciente. Cuando suene la trompeta, será entonces un día difícil, para los infieles nada fácil (74, 1-10).[4]
Así aparece envuelto en manto, en contemplación interior, cultivando su sed religiosa. Dios se le muestra Ensalzado y le pide que se purifique, limpie su ropa y evite toda suciedad. Otros profetas antiguos, como Isaías (Is 6, 5-7) debieron purificarse, Moisés se descalzó ante Dios (cf. Ex 3, 5). También Muhammad se descubre como impuro[5], pero Dios le confía un mensaje que él debe ofrecer gratuitamente, en medio su ciudad de caravanas y comerciantes (cf. Corán 106):
- ¡Por la luz mañanera, por la noche en calma! Tu Señor no te abandona ni aborrece.
- La otra vida será para ti mejor que esta: tu Señor te dará y quedarás satisfecho.
- ¿No te halló huérfano y te recogió? ¿No te encontró extraviado y te dirigió?
- ¿No te encontró pobre y te enriqueció? Por eso: no abuses del pobre,
- ni ahuyentes al mendigo, y habla del favor que tu Señor te ha dado (93, 1-11).
Esta sura autobiográfica recuerda la exigencia israelita de ayudar a huérfanos, viudas y extranjeros.[6] Muhammad no incluye a las viudas (que serán ayudadas de otra forma), pero sí a los huérfanos, perdidos (extranjeros) y pobres, que expresan la ruptura social que divide la rica sociedad mecana. A favor de ellos inicia su camino, fiel a Dios y poniendo su vida al servicio de los rechazados de la sociedad. Siguiendo en la línea de Moisés (liberador de los hebreos) y Jesús (mesías de los enfermos), vinculó confesión teológica (fe en Dios) y servicio a los necesitados:

- ¿Qué te parece el que desmiente el Juicio?
- Es el mismo que desprecia al huérfano y no anima a dar de comer al pobre.
- Ay de quienes oran... para ser vistos y niegan la ayuda (107, 1-7).
- Ay de todo el que difama y critica, que amasa su hacienda y la cuenta sin cesar,
- pensando que ella le hará inmortal. Pero no, será arrojado a la Hutama (infierno) (104, 1-7)
Dios es protector de huérfanos y pobres. Por eso, rechazarles significa despreciar y rechazar al mismo Dios. La ansiedad por el dinero, vinculada al engaño, es negación práctica de Dios. Implícitamente, Muhammad contrapone Dios inmortal y dinero de muerte, poder de pecado que lleva al infierno como hizo Jesús (cf. Mt 5, 24),. En este contexto ha situado Muhammad su visión del juicio, que expresa la verdad de Dios que se despliega de forma inexorable sobre la mentira de los hombres que edifican su vida sobre prepotencia, ocultación y orgullo:
- ¡La calamidad! ¿Qué es la calamidad? ¿Cómo sabrás que es la calamidad?
- El día en que los hombres parezcan mariposas dispersas y los montes copos de lana cardada.
- Entonces el autor de obras de peso gozará de una vida agradable
- mientras que el autor de obras ligeras tendrá un abismo por morada (101, 1-9)
- Quien dé con franqueza y tema a Dios... llegará a la mayor felicidad.
- Pero a quien es avaro, cree bastarse a sí mismo y desmiente lo más Bello
- le llevaremos a la mayor adversidad y de nada le servirá su hacienda...
- No sufrirá el fuego llameante quien da su hacienda para purificarse
- y no haga favores para ser retribuido, sino que sólo quiera agradar al Señor (92, 5-11.18-20).
Hombres de peso son aquellos que dan y comparten; ligeros, quienes sólo buscan la riqueza. Este pasaje nos permite superar un legalismo sacral del Dios-Juez que parece dominar en algunas lecturas del Islam. Muhammad aparece así como testigo y portador de gracia. Aquí no hallamos las metáforas guerreras o patriarcalistas de algunas suras posteriores que presentan un cielo de signos sexuales (huríes de ojos bellos) para los soldados caídos en batalla.
En esta raíz del Corán, el cielo es don de gracia y belleza ofrecido a quienes saben compartir en gratuidad sus bienes, ayudando a los pobres (cf. 103, 2-3), como parece indicar la experiencia personal de los primeros años de Muhammad. Ciertamente, él no ha sido un místico metódicamente dedicado a la contemplación, en la línea de los maestros orientales (de hinduismo o budismo), sino un vidente y profeta de Dios, como Moisés, Isaías y Jeremías (cf. Ex 3-4; Is 6; Jer 1), Jesús y Pablo (cf. Mc 1, 9-11; 2Cor 11). Ha visto a Dios en el confín y así lo dice:
- ¡Por el astro cuando desaparece! Vuestro paisano no se extravía ni engaña.
- No habla por propio impulso, sino por revelación inspirada, que le ha enseñado
- el muy Poderoso, Fuerte y Majestuoso, que estaba en lo más alto del horizonte,
- y luego se acercó, y quedo suspendido en el aire, como a dos tiros de arco o menos..
- Reveló a su siervo lo que reveló, no mintió su corazón en lo que vio...
- Ya lo había visto descender en otra ocasión, junto al azufaifo del confín,
- que está al lado del jardín de la Morada, cuando el azufaifo estaba cubierto por aquello.
- No desvió la mirada, y no entró. Y vio algunos de los mayores signos de Dios (53, 1-179.
Dios mismo (quizá por Gabriel, su Espíritu fuerte) se le muestra visible, junto al azufaifo (árbol pequeño, de dura madera, propio de zonas semi-desérticas) del jardín de la Morada, que parece aludir a la Caaba, en cuyo entorno ha descubierto Muhammad la Presencia (Dios).[7] Así ha 'visto' y contado el misterio. No demuestra ni argumenta, cuenta su experiencia carismática[8].
Muhammad y Jesús. Misión musulmana, la Hégira.
Muhammad asume expresamente la herencia de Abrahán y se presenta como nuevo Moisés. Pero, en la línea de mi exposición, quiero situar su figura en el trasfondo Jesús, con quien también se ha comparado, para vincular y distinguir sus trayectorias proféticas. Muhammad ama a Jesús y le atribuye títulos y gestos muy significativos, pero deja en silencio otros que son importantes para los cristianos. Así ha recogido de un modo especial los pasajes de la leyenda de Jesús, trasmitida por apócrifos judeo-cristianos (Evangelio de Santiago, Infancia del Salvador, Pseudo-Mateo). Es evidente que conoce textos y/o tradiciones de iglesias cristianas y que acepta de buen ánimo la misión profética de Jesús, cuyo nacimiento entiende como signo de providencia[9]:
− Jesús es el hijo de María, elegida por Dios como madre-virgen. Por eso se le dice "Te ha escogido y purificado. Te ha escogido entre todas las mujeres del universo" (Corán 3, 42). Dios expresa por ella su más honda potencia creadora. Por eso, el sometimiento de María a la acción del Espíritu de Dios y el nacimiento de Jesús son signos de providencia divina (Corán 3, 33-37).
− María Virgen generó a Jesús, como la tierra primera a Adán. Así se expresa la acción de Dios (por Gabriel, gran ángel) y la obediencia sumisa de María, que acoge su palabra, siendo verdadera musulmana (como Muhammad que recibió el Corán del mismo Gabriel). La concepción y nacimiento virginal de Jesús y deberían haber servido de prueba para los judíos, pero ellos no creyeron (3, 42-48; 19, 16-26).
− Jesús-niño defendió la virginidad de su madre, proclamando la grandeza de Dios, y actuó después como su enviado, realizando milagros y anunciando el evangelio para los judíos. El Corán ha dado mucha importancia al Jesús niño, a quien presenta como portador de un mensaje de Dios: sabe sin aprender, hace milagros antes de haber crecido, actuando como signo de Dios para los judíos (3, 49-53; 19, 27-36).
− Jesús-adulto ha sido realizador de milagros y profeta del evangelio para los judíos: curó a ciegos y leprosos, resucitó a muertos, ofreció pan a los hambrientos etc... Pero su persona en cuanto tal era secundaria. Sólo importa Dios, que actúa por Jesús, realizando sus milagros, para convertir a los judíos (cf. 5, 110-111), pero estos no lo hicieron, sino que quisieron matarle. Este Jesús rechazado es paradigma para Muhammad, también rechazado por los judíos de Medina. Pero: Muhammad triunfó, instaurando la comunidad de sometidos; Jesús, en cambio, no pudo hacerlo, en el fondo ha fracasado.
Para Muhammad Jesús es Siervo de Dios (Abd Allâh: 5, 72; 19, 30). Ciertamente le llama Nabî, profeta, y Rasûl, enviado de Allâh (cf. 4, 171; 19, 30), y puede presentarle incluso como Espíritu y Palabra (Rûh y Kalima) que vienen de Dios (cf. 3, 45; 5, 171[10]. Pero no le ha separado, ni le ha dado autonomía religiosa, ni ha valorado en sí, pues sólo importa en verdad Dios trascendente. Por eso, cuanto más acentúe la grandeza de Jesús menos destaca su identidad y persona humana: sólo Dios es grande, no Jesús, hombre en quien sólo actúa la Palabra y Espíritu divino. Lógicamente, el Jesús del Corán ha negado las confesiones que le hacen divino, persona trinitaria: no es Hijo a quien Dios ha engendrado (de forma biológico-sexual), al interior de una Trinidad de Padre-Dios, Madre-María e Hijo-Jesucristo (cf. 4, 171-172; 5, 72-75.116-117; 19, 88-94; 112)[11].

Tras llamar a ese Jesús, que fue gran profeta de Dios para los judíos, pero que no pudo culminar su misión, porque ellos quisieron matarle y él tuvo que esconderse (siendo liberado de la muerte), Dios le ha llamado a él, Muhammad, para anunciar su Palabra más honda y triunfadora, en forma árabe, para todos los humanos. Desde aquí se entiende su misión que vincula un mensaje de Palabra (Corán) y una campaña militar que culmina en el establecimiento de la 'Umma o comunidad de liberados en la Meca. Él ha cumplido y superado de esa forma el evangelio de Jesús[12].
Desde su primera llamada hasta su muerte (613-632 EC), la historia de Muhammad y su movimiento ha estado modelada por las 'voces' que Dios que él ha escuchado, como dictadas por un ángel interior (Gabriel) o por el mismo Poder de lo divino. Humanamente hablando, hubo un feedback: las palabras de Muhammad suscitaban reacciones (de acogida o rechazo) y estas nuevas visiones, en diálogo constante, tanto de polémica (contra los incrédulos paganos de la Meca y los judíos de Medina), como de iluminación para sus discípulos. Es normal que los círculos pudientes de la Meca le denunciaran.
Algunos, como Jadicha, su esposa, y Abu-Talib, su tío, jefe del clan familiar, le habían aceptado y fueron aprendiendo de memoria sus oráculos. Pero murieron (619 EC) y Muhammad perdió empezó a ser perseguido: los clanes más fuertes de la ciudad le acusaron de revolucionario y perturbador religioso. Amenazado de muerte, envió a una parte de sus seguidores hacia el sur y oeste (Yemen y Etiopía) para que se cobijaran por un tiempo entre amigos (paganos o cristianos) y emigró con otros a la ciudad-oasis de Yatrib (Medina, Ciudad del profeta) con cuyos habitantes mantenía buenas relaciones, (Hégira, Hijra o Gran Ruptura: 622 EC, principio de la Era Musulmana). Desde aquí se entiende su novedad frente a Moisés y Jesús.
− Moisés rompió con Egipto, superando la opresión de Faraón, en Éxodo arriesgado (económico, social y cultural), sin armas o soldados. Suscitó así un pueblo liberado, que no debía ya volver a Egipto (ni conquistar el mundo), sino entrar en la tierra prometida (Palestina), como nación emancipada (elegida), en actitud de escucha directa de Dios, cumpliendo su Ley, en contra o por encima del sistema dominante.
− Jesús superó el orden sacral del templo, con sus normas de pureza y sus códigos sociales elitistas; pero, en vez de salir de la tierra, entró en Jerusalén y mantuvo su mensaje social y religioso, sin defensa armada, dejándose matar por su proyecto de Reino (cf. Lc 9, 31). Pero, con la ayuda y respuesta de su Dios, Padre amoroso y creador, sus discípulos crearon unas comunidades vinculadas en amor y experiencia pascual.
− Muhammad pensó que la obra de Dios debe triunfar y sus creyentes extenderse. Animado por esa certeza, en hábil táctica social y militar, abandonó la Ciudad corrompida, para crear una comunidad de sometidos a Dios. Rompió así con el sistema sagrado de la vieja Meca, ciudad de comerciantes idólatras e injustos, no para crear un pueblo separado de elegidos (judaísmo) ni para buscar la gratuidad universal (cristianismo), sino la comunidad concreta de los sometidos a Dios, abiertos a todas las naciones.
Sufrimiento y fracaso fueron para Muhammad una prueba temporal, momento pasajero en el camino de Dios que ha de abrirse pronto a todo el mundo. Tiempo de prueba (pasión de unos años) fue la Hégira (622-630 EC), ruptura con la Meca y establecimiento de la 'Umma de fieles sometidos a Dios, en justicia y fraternidad. Jesús había fracasado y Dios tuvo que librarle luego (bajándole de la cruz o subiéndole de ella al cielo) sin que hubiera acabado su tarea, ni creado la comunión perfecta y duradera de los sometidos musulmanes. Muhammad, en cambio, triunfó. Su exilio en Medina duró sólo ocho años, que fueron fecundos y necesarios para culminar la obra de Dios, donde se vincula su revelación (Corán) y el surgimiento del nuevo y duradero pueblo liberado. Eso significa que la Hégira o ruptura con el paganismo antiguo permanece y dura todavía, como principio del tiempo de los sometidos a Dios.[13] Moisés había muerto a las puertas de la tierra prometida, tras revelar toda su Ley (Dt 34). Jesús murió crucificado, fuera de Jerusalén, dejando sólo un germen de pascua. Muhammad, en cambio, falleció tras haber cumplido su tarea, tras haber conquistado la Meca y haber creado la 'Umma, abierta a todo el mundo (632 EC).
− 'Umma, pueblo de musulmanes. Muhammad superó muchos vínculos tribales e injusticias económicas, para suscitar una comunidad religiosa, militar y cultural donde los creyentes se vinculan por fe, y no por motivos de origen social o de raza, estableciendo lazos de profunda solidaridad humana. Al principio, la mayoría de los musulmanes fueron árabes, pero la Hégira les hizo nacer otra vez, suscitando una comunidad fundada en el sometimiento universal a Dios. Ellos, emigrantes rechazados, perseguidos, se hicieron comunión universal, abierta a todos los humanos.

− 'Umma, estado sacral. Al principio, los seguidores de Muhammad eran minoría dentro de Medina, pero pronto consiguieron el control de la ciudad, creando un estado de creyentes, prototipo y modelo de los posteriores. Convencido de la verdad y santidad de su doctrina, Muhammad utilizó el poder para expandirla y expulsó o mató, en nombre de Dios, a muchos antagonistas, especialmente judíos. A pesar de ello, la base de su expansión no fue la guerra, sino el convencimiento religioso.
− 'Umma, independiente de judíos (y cristianos). Los judíos de Medina no aceptaron su misión, ni reconocieron su doctrina. Muhammad les siguió vinculando al Libro (del único Dios), pero añadió que habían pervertido su fe antigua (que era el mismo Islam) Por eso, viendo que formaban un peligro para los sometidos, tuvo que matar a muchos de ellos. Desde entonces, dejó de tomar a Jerusalén como signo de Dios y lugar de dirección de la plegaria (A-Qibla), que desde ahora se hará dirigiéndose a La Meca, con su Santuario (Caaba) y su Piedra Santa, recuerdo de Abrahán, padre de los fieles y primero de los sometidos.[14]
− 'Umma, comunidad de musulmanes guerreros. Una y otra vez atacaron a Muhammad y a los suyos los soldados-comerciantes de la Meca; una y otra vez se defendieron los soldados-fieles de Muhammad, que va ampliando mientras tanto sus vínculos de unión social y religiosa con otras tribus y grupos del entorno. Su nuevo modelo socio-religioso resulta coherente y va extendiéndose con rapidez: es como si de pronto los grupos tribales dispersos de Arabia, antes perdidos en el tiempo, despertaran para unirse en identidad creyente. El 630 EC, Muhammad conquistó La Meca, perdonó a muchos adversarios, purificó la Caaba e instauró en su ciudad, santificada por Abraham, el Islamismo. Poco después (632 EC) pudo morir. Su obra personal había terminado, empezaba la historia de Islam[15].
Monoteísmo islámico ¿misión o guerra santa?
Islam. Dios es todo. A los pocos años de morir Muhammad, sus seguidores habían conquistado el sur y oriente del imperio bizantino (Egipto, Siria) y el estado sasánida de Persia. Algunos decenios más tarde la 'Umma se extendía del Pirineo al Himalaya, al filo de la espada, en rápidas campañas de Guerra Santa (Yihad) en las que influyó también su nueva propuesta religiosa de sometimiento radical a Dios, capaz de unificar y ofrecer una experiencia creyente a millones de hombres y mujeres antes dispersos en grupos menores, sin mística social ni arraigo religioso. El Islam penetró no sólo en territorios antes paganos de África y Asia, sino también en países de cultura y religión cristiana, zoroastrista, budista e hindú, desde España, por el Norte de África y Asía Menor hasta la India. Muchos cristianos se hallaban divididos (nestorianos, monofisitas, arrianos...), bajo autoridades poco eficientes o corrompidas. Es normal que recibieran a los musulmanes como liberadores. La nueva religión ejerció gran atractivo sobre millones de personas, a las que ofrecía una seguridad divina que no les daba el cristianismo[16].
– El cristianismo es, en principio, universal y pacifista, contrario atoda guerra santa. La iglesia es comunidad de creyentes que expanden su fe y comunión por la palabra y testimonio de vida, sin poder coactivo. Por eso ella no puede volverse estado (tendencia musulmana) ni nación aislada (tendencia judía).
– El Islam es combativo. Cree que la verdad de Dios y la comunidad creyente puede y debe resguardarse y expandirse con esfuerzo, pues Dios así lo quiere y él importa más que toda decisión y libertad humana. No desemboca en una iglesia, como el cristianismo, ni en una comunidad monástica (como la shanga budista), sino en una sociedad total o pueblo donde se vincula lo civil y religioso, lo sacral y lo profano[17].
Ciertamente, algunos musulmanes han tendido a crear un espiritualismo solitario (sufismo), pero en sí el Islam es una mística total que vincula individuo y sociedad, vida interior y exterior, religión y política, haciendo que el hombre se someta de un modo radical a Dios. Más que espiritualidad intimista, es un sistema total de sometimiento teológico y pacificación social, bajo el poder absoluto de Dios y su Palabra. 1. El Islam es religión profana, no tiene sacerdotes, ni clero, ni culto sacral separado, sino la confesión de fe y la sumisión a Dios, sin misterios separados, porque en ella todo es misterioso: presencia abismal de lo divino. 2. El Islam carece de rituales porque todo es rito, cumplimiento de la voluntad de Dios. La vida entera (familia y estado, economía y sentimiento) es presencia de Dios, de manera que en ella no existe nada que sea secular, en sentido occidental moderno. 3. El Islam es tarea humana y misterio religioso. Nace de la inminencia del juicio, que se expresa en el sometimiento a Dios y a sus mandatos sobre el mundo.[18] Desde ese fondo podemos destacar ya en su conjunto la aportación social de las tres religiones, que han modelado y definido gran parte de la historia de occidente.
− Judaísmo: nación particular. El Am o Pueblo elegido lo forman aquellos que, tras la destrucción del Templo (70 EC), se comprometieron a cumplir la Ley nacional, como federación de sinagogas. En principio, renuncian a imponerse o defenderse por armas (a excepción de algunos sionistas posteriores): no quieren cambiar el orden mundial, ni expandir su vocación y ley por fuerza, sino permanecer (mantenerse) como nación de testigos, fieles a su elección hasta que llegue al final la pacificación completa(shalom).
− Iglesia: comunidad supranacional de creyentes mesiánicos. Los cristianos piensan que el viejo Israel nacional ha cumplido su función, pues el Mesías-Jesús ha llamado y vincula a todos los pueblos. Esta nueva comunión no puede conseguirse por violencia, ni cerrarse en un pueblo compacto (sagrado). Mientas siga el mundo siguen las naciones, tienen su valor los pueblos. Los cristianos no quieren tomar el poder o crear un imperio mundial, pero crean la iglesia como espacio comunicación gratuita para todos los humanos.
− ' Umma: comunidad universal de sometidos a Dios. El Islam es como un judaísmo universal (simplificado, reducido a lo esencial), sin utopía profética[19]. Así ha podido expandirse entre diversas naciones, ofreciendo a los hombres una fuerte experiencia de obediencia a Dios. Por ahora se ha expandido sobre todo en grupos donde el mismo Islam configura políticamente las relaciones sociales. Esa situación cambiará en el futuro, suscitando un Islam liberado del dominio político, capaz de expresar su más honda experiencia de Dios[20].
Guerra santa. Muhammad suscitó gran entusiasmo al crear una comunidad que podía ser universal. No apareció como Hijo de Dios, pero sí como guía y modelo verdadero para aquellos que acogen su mensaje. De esa forma, sus años de intenso comienzo y su ruptura posterior (Hégira), que implicaba un tipo Guerra Santa, hasta la conquista de la Meca y la instauración del nuevo orden social y religioso, en torno al santuario ya purificado (Caaba), se hicieron parábola o modelo para la historia musulmana. El Islam es religión de un creyente-guerrero que supo emigrar en la persecución, iniciando en Medina el estado musulmán para instaurarlo en La Meca. En esa línea se entiende la yihad o guerra santa como esfuerzo de expansión y transformación creyente, que se expresa por el vencimiento personal y la búsqueda conjunta de una sociedad pacificada. Para lograr ese objetivo, en caso de necesidad, los musulmanes pueden y deben acudir a la coacción social e incluso a la guerra, en defensa de su identidad y para ayudar a los perseguidos, promoviendo el orden de Dios sobre la tierra. Un tipo de coacción y fuerza pertenecen a la vida del creyente[21].
- ¿Por qué no queréis combatir por Allah y los oprimidos (hombres, mujeres y niños) que dicen:
- Señor, sácanos de esta Ciudad de impíos habitantes; danos un amigo designado por ti?.
- Quienes creen, combaten por Allah. Quienes no creen, combaten por los demonios.
- Combatid, pues, contra los amigos del Demonio... (4, 75-76).
Muhammad arenga así, en nombre de Dios, a los guerreros del Islam, que forman la comunidad de liberados de Medina (entre el 622 y 630 EC). Luchan por Dios y a favor de los musulmanes que quedaron en la Meca, sometidos bajo los paganos. Conforme a una visión teológica y social que se inició en el judaísmo, ellos entienden esta guerra como batalla escatológica entre los soldados de Dios y del demonio.
Quienes crean, emigren y luchen por Allah con su hacienda y sus personas tendrán una categoría más elevada junto a Dios... Su Señor les anuncia su misericordia y satisfacción, así como Jardines en los que gozarán de delicias sin fin. Dios tiene junto a sí una magnífica recompensa. ¡Creyentes! No toméis como amigos a vuestros padres y a hermanos si prefieren la incredulidad a la fe. Quienes les consideran amigos, esos son los impíos. Si vuestros padres, hijos, hermanos, esposas, vuestro clan familiar, los bienes que habéis adquirido, el negocio cuya falta de beneficio teméis, las moradas que os satisfacen, os son más queridas que Allah, Mensajero y la lucha por su causa... Esperad hasta que Allah llegue con su Orden". Allah no guía a gente descarriada (9, 20-24).
El musulmán debe someterse a Dios, dejando los ídolos, emigrando de la Meca (ciudad de injusticia) y luchando por Allah y por la expansión y triunfo del Islam. La fe implica así una rupturafamiliar y económica por causa del Islam y una decisión militar[22]. La opción por Dios y su comunidad supera y en un sentido radical anula las restantes opciones y valores de la humanidad: padres e hijos, hermanos y esposas, tribu y hacienda, todos los posibles pactos y valores anteriores, quedan trascendidos y, si es preciso, negados por la obediencia al Islam. Sólo Dios y su causa son valor supremo. Muhammad ha vinculado idolatría e injusticia social. Piensa que el orden pagano de la Meca, dominado por asociadores (que asocian a Dios otros dioses), era causa de ruptura social e injusticia interhumana[23]. Sólo el sometimiento Dios y la obediencia a su profeta (a su palabra) permiten que surja una comunidad reconciliada, donde nadie se imponga sobre nadie. Por eso hay que romper los lazos anteriores de violencia, tanto en plano familiar-social como económic
El Dios único avala un único pacto de fidelidad, que puede abrirse a todos los hombres. En defensa de se pacto único, llegado el momento de la gran decisión (al final de la Hégira), proclamó Muhammad la guerra santa contra los enemigos de la 'Umma, comunidad de Dios. Así lo muestra este duro pasaje, de guerra sin cuartel, que no busca la conquista y destrucción, sino la conversión de los antes pervertidos, a quienes sólo pide que se arrepientan (que adoren solo a Dios), que hagan la azalá (se prosternen y adoren) y entreguen el azaque (impuesto religioso), a favor de los creyentes más pobres[24]. Esta guerra parece un medio pasajero, contra el riesgo de los asociadores, que representan la injusticia y opresión social de la Meca antigua. El futuro del Islam depende la interpretación que los musulmanes del futuro quieran y puedan hacer de esa guerra[25].
CONCLUSIÓN. TRES PROFETAS, UN DIÁLOGO RELIGIOSO
La tradición judía hace a Moisés profeta-legislador, la cristiana a Jesús profeta-mesías y la musulmana a Muhammad profeta sin más, aunque su figura ofrece rasgos de triunfador y organizador social. Los tres son testigos de comunicación religiosa.[26]
- Judíos. Moisés, profeta nacional de la Ley. En algún sentido se puede afirmar que para los judíos la historia ha parado (ha culminado) en el Sinaí. Lo posterior no ha sido verdaderamente nuevo, sino comentario o continuación de lo anterior. Dios lo ha revelado todo al revelar su Nombre (Yahvé) en el fuego de la zarza ardiente, al manifestar a Moisés su misterio y pedirle que libere a los hebreos (Ex 3,14).[27] La Palabra que él escuchó y transmitió, como profeta supremo, es Libertad para los hebreos cautivos (a quienes saca de Egipto) y Ley que ellos y cumplen para vivir en concordia Moisés descubrió en el Fuego de Dios, al escuchar su Nombre (Ex 3) y adentrarse en la Tiniebla luminosa en la montaña (cf. Ex 19-34; Abot 1,1). El judaísmo no conoce pues dos Testamentos o Escrituras (como en el cristianismo), sino dos formas de transmisión (una escrita, otra oral) de la misma profecía originaria. Por eso, Moisés no es un profeta sino el Profeta cuya palabra se condensa y repite en Israel hasta el fin de los tiempos.
Hemos enseñado que la Profecía de Moisés, nuestro Maestro, era distinta de la de los demás profetas. Sólo esta distinción le calificó para la función de proclamar la Ley, misión sin paralelo en la historia desde Adán hasta Moisés y entre los profetas que le sucedieron. Es principio de nuestra religión que nunca será revelada otra Ley. Por donde sostenemos nosotros que nunca hubo, ni habrá otra Ley divina que la de Moisés, nuestro Maestro.
Hubo profetas antes de Moisés, como los patriarcas Sem, Eber, Noé, Matusalén y Henoc, pero ninguno de ellos dijo a los hombres que Dios le había enviado y encomendado que les transmitiera cierto mensaje. Abrahán instruyó a sus semejantes, pero no dijo que Dios le hubiera enviado con el mandato de que hicieran o dejaran de hacer tales cosas. Abrahán enseñaba, pues, por argumentos filosóficos, que hay un Dios, el cual ha creado todas las cosas que existen además de Él, y que no se debe adorar a las Constelaciones (estrellas) ni a ninguna de las cosas que hay en el aire.
La historia de los profetas que vinieron después de Moisés dice que cumplieron la función de advertir y exhortar al pueblo para que guardasen la Ley, amenazando con grandes males a quienes descuidaran de hacerlo y anunciando grandes bienes y venturas para los que se sometieran a su guía... Sólo la Ley (de Moisés) se llama divina; las otras, tales como las constituciones políticas de los griegos o las necedades de los sabeos, fueron obra de caudillos humanos, pero no de profetas.[28]
Esta Ley Nacional aparece así como principio supremo de comunicación, en un tiempo en que no puede haber aún comunicación universal. Vale la ley de Moisés, pero sólo para un pueblo, mientras dura la historia escindida de este mundo. Ciertamente, hay valores filosóficos, representados por Abrahán, portador de un pensamiento racional, que ha podido florecer entre los griegos y especialmente entre musulmanes y cristianos, portadores de un razonamiento que sigue teniendo valores. Pero la verdad más honda de Dios, el misterio de su Ley divina, sólo la conocen y cultivan por ahora los judíos. Ellos son los adelantados y testigos de una comunicación que un día podrá extenderse a los restantes pueblos de la tierra (cuando llegue la plenitud mesiánica).
Cristianos. Jesús, profeta mesiánico de la misericordia. Veneran a Moisés, pero lo vinculan a otros profetas posteriores (Isaías, Jeremías, etc) y añaden que su Ley ha culminado y se ha cumplido en Cristo.[29] Jesús ha sido profeta-mesiánico, no tanto por su mensaje como por su vida; no ha establecido una ley para separar y educar a los justos, en comunicación racional, según normas bien establecidas, sino que ha ofrecido en las márgenes de la ley (entre los excluidos del sistema) el anuncio y presencia de una gracia que vincula a todos los humanos. De esa forma, superando el nivel de la Ley particular, ha conectado con el Moisés más hondo, liberador de los hebreos[30], de forma que podemos entenderle como origen y centro de la nueva creación, Humano universal que desborda los límites del judaísmo y sus valores nacionales, para vincular desde Dios (como Hijo suyo) a los agobiados y perdidos de la tierra.[31]
Del profeta-legislador más alto (Moisés) pasamos al profeta-mesías (Jesús, Dios encarnado), que enseña con la lección de su vida, regalada en amor sobre las leyes del sistema. Conforme a la ley del talión, los pecadores debían pagar por sus delitos, haciendo penitencia para reparar el daño cometido, amortizando así lo estropeado o destruido. El Evangelio invierte ese principio legal: no deben pagar los pecadores, pues paga o, mejor dicho, regala su vida por ellos el justo Jesús, enviado misericordioso de Dios, que asume y carga los pecados de los hombres, de tal forma que todo se vuelve gracia (Espíritu Santo). Esta es laexperiencia del amor que supera a la muerte:
- Jesús asumió la carne y sangre (es decir, la debilidad y muerte de los hombres)
- para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,
- y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban toda la vida sujetos a servidumbre...
- Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para ser Sumo Sacerdote misericordioso
- y fiel en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo... (Heb 2, 14-18)
Este pasaje emplea un lenguaje sacrificial para invertir la lógica anterior de los sacrificios, cuyo peso cargaba sobre los 'culpables' (las víctimas). Dios mismo 'expía' por Jesús, superando toda expiación: se sacrifica por medio de su Hijo, nuevo y distinto sacerdote, para superar en amor los sacrificios de todos los anteriores. Esta es la redención de Jesús, que ha perdonado y vinculado en amor a los humanos, por encima de la muerte, expresando sobre el mundo un orden superior de realidad (misericordia y vida) sobre la ley de muerte del sistema. Por eso se le puede llamar sacerdote fiel (pistos) de la nueva humanidad, pues conoce las debilidades y pecados de los hombres, no para condenarles, sino amarles de gratuidad. Dios se encarna así, por Jesús, en la historia de los hombres, para sufrir con ellos y ofrecerles por encima de ese sufrimiento un amor que da vida y resucita a los condenados a muerte.[32]
Musulmanes. Muhammad, profeta de la sumisión. El proyecto judío ha corrido el riesgo de quedar aislado en un pueblo. El cristiano ha podido desvirtuarse, pues una experiencia de gracia que no actúe y se exprese de un modo gratuito, conduce a divisiones y disputas de grupo. En esa situación ha querido elevar Muhammad su camino de revelación de Dios y sumisión universal. Ha rechazado el particularismo judío y la universalidad supra-legal cristiana, ofreciendo a los habitantes de la Meca y de su entorno una verdad y unas normas de conducta precisas, sencillas, como ley supra-legal de absoluta sumisión. El último enviado, que es ejemplo para todos, no puede fracasar como Jesús, pues Dios quiere que sea testimonio de su absoluto poder sobre la tierra. El Dios del Islam no redime muriendo, sino superando con fuerza el poder de la muerte que se expresa por la idolatría. Desde ese fondo ha recreado Muhammad las tradiciones de los profetas antiguos y del Cristo. No le interesan sus matices, la variedad de sus afirmaciones, sino la verdad de aquello que ha sido semper et ubique (siempre, en todas partes)[33].
- Creemos en Dios... y en lo que reveló a Abrahán, Ismael, Isaac, Jacob y las tribus,
- en lo que Moisés, Jesús y los profetas recibieron de su Señor.
- No hacemos distinción entre ninguno de ellos, y nos sometemos a Él (Corán 2, 97),
- Muhammad es el Enviado de Dios y el sello de los profetas (Corán 33, 40).
NOTAS
[1] Cf.; R. Caspar, Para una visión cristiana del Islam, Sal Terrae, Santander 1990; H. Küng, (ed.), El cristianismo y las grandes religiones, Cristiandad, Madrid 1987; M. Masson, Monothéisme coranique et monothéisme biblique, DDB, Paris 1976; S. H. Nasr, Vida y pensamiento en el Islam, Herder, Barcelona 1985.
[2] Estas diosas son el tema de los famosos versos satánicos (Corán 53, 19-21), discutidos desde antiguo por los musulmanes. Sobre ellos ha fundado S. Rushie su novela Versos Satánicos (Santiago de Chile, 1989).
[3] Mahoma fue un genio carismático. No dedujo sus palabras por razones, sino que escuchó la voz de Dios (a través del Espíritu-Gabriel) y se dejó cambiar por ella, cambiando la vida de sus seguidores, la historia de su entorno y después de medio mundo. No ha sido repetidor, sino vidente, testigo de la alteridad (trascendencia) radical de Dios, defensor de los pobres. No ha sido halagador, pero sí oportuno: dijo las cosas que muchos estaban dispuestos a escucharle.
[4] Sigo a J. Cortés, El Corán, Nacional, Madrid 1979 (= Herder, Barcelona 1996). Cf. J. Vernet, El Corán, Planeta, Barcelona 1996. Versión oficial musulmana: El Corán. Traducción comentada, Kutubia, Granada 1994.
[5] Jesús, en cambio, no tuvo conciencia de pecado, sino que se sintió limpio ante Dios, en actitud filial de gratuidad. Desde ese fondo ha de entenderse el hecho de que su mensaje, en contra del de Muhammad, haya superado el nivel juicio por el pecado y pueda definirse en claves de entrega transparente de la vida.
[6] He comentado los textos básicos en Dios judío, Dios cristiano, EVD, Estella 1996, 214-219
[7] Puede referirse también al Árbol de vida del jardín celeste y al Templo supremo del paraíso. Ambas interpretaciones se vinculan, como en Isaías cuando ve a Dios en su templo celeste, mientras mira el santuario de Jerusalén (Is 6, 1-6). La referencia al azufaifo cubierto (de Dios o de fuego) puede estar vinculada a la zarza de fuego de Moisés (Ex 3).
[8] En este contexto podemos situar la sura del viaje nocturno: "Gloria a Aquel que hizo viajar a su siervo de noche, de la Mezquita Sagrada a la Mezquita Lejana cuyos alrededores bendijimos, para mostrarle parte de nuestros signos. Él es quien todo lo oye y lo ve"(17, 1). Este viaje evoca una visión extática. Muhammad se hallaba orando junto la Mezquita Sagrada, en la Meca, mientras Dios le llevó en espíritu a la Mezquita Lejana o Templo de Jerusalén en ruinas, que Muhammad pudo 'ver' en la forma antigua, previa a la destrucción, o en la que tendrá al fin de los tiempos (en trasposición temporal, conocida por otros videntes y profetas). Este viaje nocturno se ha vuelto después paradigma de las experiencias místicas de los maestros musulmanes, como en el libro famoso titulado Escala de Mahoma.
[9] Cf. E. Galindo (ed), Musulmanes y cristianos: '¿Quién decís que soy yo?', CRISLAM, Madrid 1997. Las reflexiones que siguen recogen aspectos de mi estudio "Jesús y Mahoma. Mesías sufriente, profeta victorioso", Ibid 171-192.
[10] Cf. R. C. Zaehner, Inde, Israël, Islam, DDB, Bruges 1965, 305-333; G. Rizzardi, Il problema della Cristologia Coranica, Propaganda, Milano 1982. Ciertamente, Muhammad le vio como un personaje clave, expresión humana del "Espíritu" divino (cf. 16, 29; 32, 9; 38, 72), nuevo Adán, comienzo de una nueva creación (3, 59-68), pero nunca como Dios.
[11] La controversia trinitaria (generación eterna de Jesús o 'número' divino de personas) resulta básica para esos cristianos, pues sólo puede plantearse y entenderse sobre el fundamento de una fe evangélica ya firme y no en la forma en que la situaba Muhammad.
[12] Muhammad pensó que él era el profeta final que Jesús había anunciado (cf. Corán 61, 6). A pesar de sus milagros y grandeza, Jesús no pudo construir la comunidad final de los creyentes, pues sus discípulos siguieron enfrentados; su mismo Evangelio oInyil ha sido adulterado. Muhammad, en cambio, pudo hacerlo, culminando su tarea con la conquista de la Meca, a la que seguirá la sumisión del mundo entero. Por eso es sello de la profecía. Es claro que, tras quince siglos de historia musulmana, la propuesta de Muhammad no ha logrado tampoco imponerse e incluso ha podido presentarse a veces como causa de nuevas disensiones para los monoteístas.
[13] Muhammad fue recibiendo revelaciones de Dios, para codificarlas en un Libro de Recitación (= Corán), fijado tras su muerte.
[14] En contra de Jesús, que anuncia el fin del Templo de Jerusalén, Muhammad reafirma el carácter sacral de la Caaba, pero no como templo especial de unos dioses, sino como Adoratorio de todas las naciones (cf. Mc 11, 17).
[15] Una tradición misteriosa (cf. Corán 44, 1; 97, 1) supone que Muhammad voló a Jerusalén en experiencia de misterio, para descubrir la verdad radical de su mensaje, conectando con las revelaciones anteriores. Dios le había ofrecido la tarea de revelar su Palabra y establecer la 'Umma. Muhammad la cumplió.
[16] A. de Pieris supone que sólo puede haber "conversiones masivas" de una religión cósmica a una meta-cósmica, no de una meta-cósmica a otra del mismo tipo (budismo, cristianismo o Islam); cf. Id., Love metes Wisdom. A Christian Experience ob Buddhism, Orbis, New York 1988.Acepando básicamente ese juicio, debo añadir que, sobre todo en los primeros siglos de su historia, hubo conversiones masivas de cristianos al Islam.
[17] Cf. J. Kelsay, Islam and War. A Study in Comparative Ethics, Louisville KY, 1993. G. Kepel, La Yihad. Expansión y declive del Islamismo, Península, Madrid 2001, supone que el Islam ha perdido básicamente su atractivo político, de manera que ha dejado de ser un factor de riesgo básico para el mundo occidental.
[18] El Islam ofrece a sus creyentes una gran certeza, pero posiblemente le falta la hondura pacífica del profetismo judío (renuncia a la defensa militar) o del mesianismo cristiano de la cruz (entrega por los otros). Los musulmanes tienden a creer que la voluntad de Dios puede cumplirse aquí y ahora, en una vida social regulada por el Corán.
[19] J. van Ess y H. Küng, El cristianismo y las grandes religiones, Cristiandad, Madrid 1987, 21-176, vinculan Islam y judeocristianismo.
[20] Sus leyes han vinculado a los creyentes bajo un orden de Dios que parece inmutable. Cuando ese orden social exterior desaparezca (con la secularización), el Islam tendrá que mostrar (y mostrará) su más honda capacidad comunitaria.
[21]La guerra santa proviene de la tradición judía, como he señalado en El Señor de los Ejércitos. Historia y teología de la guerra, PPC, Madrid 1997 y en Apocalipsis, EVD, Estella 2000.
[22] En este contexto se puede prometer el paraíso como descanso y triunfo del guerrero fiel "Y no digáis que quienes han caído por Allah han muerto. No, sino que viven" (2, 154). Caídos por Allah son los fallecidos en la guerra contra los infieles de la Meca o los enemigos de la fe.
[23] Fiarse de Dios significa confiar en el Islam, para crear por sumisión a y solidaridad creyente una familia universal de hermanos. Este es un tema que ha sido elaborado, desde una perspectiva convergente, por la tradición cristiana, donde Jesús pide a sus fieles que lo dejen todo (padre-madre, familia-hacienda, pueblo-seguridad) por él y su evangelio, como he visto en Sistema, libertad, iglesia. Las instituciones del Nuevo Testamento, Trotta, Madrid 2001.
[24] Algunos musulmanes actuales pueden entender estos pasajes en línea de fundamentalismo militar (contra los enemigos del Islam) o de oposición no-militar contra los poderes opresores de la sociedad. En un caso u otro, la meta del Islam es el shalam o superación final de toda guerra. Pienso que la yihad seguirá teniendo un hondo contenido religioso: por el vencimiento interior, la pacificación personal e incluso cierta imposición contra los enemigos de la paz (= del Islam), los musulmanes quieren establecer la justicia en el mundo. Como ejemplo de interpretación casi pacifista del Islam, cf. Muhammad Alí, El Sagrado Corán, Ahmadiyyah, Lahore [Ed. árabe-castellana Tierra Firme, México, 1986]. Cf. S. H. Nasr, Vida y pensamiento en el Islam, Herder, Barcelona 1985. Visión de un cristiano convertido al Islam (R. Guénon) en 'A. W. Pallavicini, Islam interiore. La spiritualità universale nella religione Islamica, Mondadori, Milano 1991.
[25] Desde este fondo podemos condensar todo el tema anterior. Los judíos siguen afirmando que no ha llegado la unión final, pues quienes propugnan la unidad del sistema siguen siendo poderes bestiales (cf. Dan 7); por eso protestan y quieren ser distintos, sin hacerse cristianos ni musulmanes. Los cristianos afirman que es posible y necesaria la unidad, pero que sólo puede conseguirse por el camino de Cristo, renunciando a toda violencia militar o social. Los musulmanes ofrecen un proyecto de pacificación que implica sometimiento a Dios y esfuerzo de todos los creyentes; normalmente han supuesto que ese esfuerzo puede hacerse por guerra, como hizo Muhammad; pero muchos piensan hoy (pensamos) que ha llegado la hora en que la misma fidelidad a Dios, en radical sumisión, exige superar todas las formas guerreras de yihad.
[26] Documentación on-line en webislam.com. Suele decirse que el cristianismo renacerá en los países del tercer mundo (América Latina, África y Asia), pues su discurso en Europa se encuentra gastado. Pienso que el Islam renacerá en occidente, más que en los lugares donde ha 'triunfado" hasta ahora.
[27] Moisés actúa como mistagogo (descubre el Fuego divino, escucha el Nombre) y liberador (saca a los hebreos de Egipto), pero es sobre todo profeta (escucha la voz de Dios) y legislador (ofrece al pueblo la Ley eterna).
[28] Maimónides, Guía de Descarriados 2, 29, Barath, Madrid 1988, 188-189 [Cf. Mosé Ben Maimón, Guía de perplejos, Trotta, Madrid 1998]. Este pasaje eleva a Moisés como único profeta verdadero. Los anteriores (de Sem a Henoc) no tuvieron encargo directo de Dios. Abrahán era un simple filósofo sabio en la línea de los griegos. Los posteriores (autores de los libros: Isaías, Jeremías...) se han limitado a repetir lo que dijo Moisés. Jesús y Muhammad no han dicho nada nuevo. Evidentemente, cristianos y musulmanes no aceptan ese juicio.
[29] Unidos a Moisés, los profetas constituyen el Testamento Primero, anuncio y anticipo del Segundo y ya definitivo, que es Jesús, testigo de la misericordia creadora, que puede vincular en amor y perdón a todos los humanos, relacionados (según Rom y Gal) con un Abrahán que no es filósofo, sino padre de la fe. En misericordia y fe, no en pura filosofía, pueden vincularse por Jesús todos los humanos.
[30] Esos aspectos no pueden separarse: la libertad implica el establecimiento y compromiso de la ley, como sabe el Pentateuco y todo el judaísmo; pero esa Ley corría el riesgo de ahogar y suprimir la libertad, imponiendo sobre los humanos una nueva dictadura. Aquí se sitúa la novedad de Jesús, que ha llamado a los excluidos del sistema, no para enfrentarles de manera militar con el viejo o nuevo Faraón, sino para ayudarles a vivir en gratuidad; su obra no culmina sobre el monte de la legislación (un nuevo Sinaí), sino en la colina de la entrega de la vida, en esperanza de pascua.
[31] Moisés es profeta de una Ley que parece imponerse desde fuera. Jesús la identifica con la vida de los excluidos del sistema, a cuyo servicio entrega su vida. Por eso, no cuenta visiones más altas, ni habla de cosas externas, sino que regala su amor (se regala a sí mismo) para crear comunión. Jesús no impone, se expone; no dice, se dice; no manda y se evade, sino que se entrega a sí mismo, dialogando con todos, aunque le cueste la muerte. Así es Mesías de Dios para los humanos, pues ha llegado el tiempo en que todos pueden encontrarse en amor y comulgar en ternura. Por eso, los cristianos le presentan no como legislador de un pueblo, sino como mediador universal de gracia.
[32] En este contexto emplea Hebr la palabra ilaskesthai, de la misma raíz que eleos, tener misericordia, igual que otros pasajes centrales del Nuevo Testamento: "Dios hizo a Jesús ilastêrion, es decir, propiciatorio a favor de los hombres" (Rom 3, 25); "él (Jesús) es propiciatorio por nuestros pecados (1Jn 2, 2; cf. 1Jn 4, 10). Sólo reúne a los hombres en comunión alguien que les ama gratuitamente quien les ama y se entrega por ellos, en misericordia, volviéndose así propiciatorio, sin negar la ley, pero situándose por encima de ella, en gesto creador que hermana a todos los humanos.
[33] El Islam es una religión sencilla, accesible a todos, segura, como un mensaje que se abre (a través de los creyentes árabes) a la humanidad entera, sin distinción de razas o culturas, siempre el mismo, desde Adán hasta Muhammad.
[34] Muhammad no quiere ser mejor o mayor que los profetas anteriores, sino “sello” o final (verdad fundamental) de la profecía: no ha dicho ni hecho algo novedoso, sino sólo aquello que valía siempre, expresando así la voluntad eterna de Dios. Por eso, su vida queda fuera de la revelación de Dios cuanto tal, no es redentora. Es un simple profeta, no quiere ser Hijo de Dios, como dicen los cristianos de Jesús.