Dios habla a su pueblo
1. Desde la fe tenemos la convicción de que Dios nos ha hablado. Es decir, Dios se nos ha manifestado, se ha comunicado con nosotros, se nos ha dado a conocer, nos ha descubierto su rostro, se nos ha desvelado, se nos ha revelado. Esta es la base de nuestra fe. Este es el punto de arranque fundamental, básico. De aquí surge nuestra fe cristiana.
2. Hay que ver ahora el modo como Dios se nos ha comunicado, cómo se ha acercado a nosotros. Desde una fe bíblica, creemos que Dios se nos ha hecho accesible a través de hechos, de acontecimientos. Así es como Dios ha entrado en nuestra historia. Los gestos de Dios, sus acciones liberadoras, constituyen la forma básica, fundamental, por la que Dios se nos ha manifestado y nos ha dicho quién es él. Sus gestos y acciones nos descubren su rostro.
3. También nos habla a través de su mensaje, a través de las palabras que él nos dirige por medio de sus mensajeros. Acciones y mensajes constituyen para nosotros la revelación de Dios. Dios nos habla a través de los mensajeros. La condición cultural e histórica de los mensajeros condiciona la naturaleza del mensaje, su forma de expresión. La comunicación de Dios a los hombres resulta condicionada por los modos de expresión de los mensajeros. Hay que descubrir el mensaje de Dios detrás del lenguaje de los mensajeros.
4. La gran manifestación de Dios, su revelación definitiva y total culmina en Jesús de Nazaret. El es la Palabra definitiva, el Verbum, el Logos. Jesús es revelación de Dios. En él y por él Dios se nos acerca y nos descubre su verdadero rostro. Jesús es la epifanía de Dios, el gran ikono del Padre. Porque él nos revela que Dios es Padre.
5. Jesús es revelación de Dios con sus gestos, con sus acciones, con sus palabras. Todo él es epifanía de Dios. Todo él es palabra de Dios. Toda la razón de ser de Jesús es ser revelación de un Dios que ama y salva al hombre. Con sus gestos y sus palabras; con la totalidad de su vida. En él culminan todas las manifestaciones de Dios acaecidas en la historia de Israel.
6. Ahora llega la pregunta: ¿En qué sentido la Escritura es Palabra de Dios? Hay que señalar el salto de la manifestación de Dios en sus gestos y palabras a la consignación de los mismos en el libro, en la Escritura. Aquí habría que resaltar el carácter relativo de la Escritura. La Escritura es palabra de Dios en la medida en que reproduce y nos transmite lo que creemos sobre los gestos y las palabras por las que Dios se nos ha revelado y nos ha hablado. No hay que divinizar el Libro. Lo mismo que los escritores sagrados y los mensajeros son los instrumentos de los que Dios se sirve para hablarnos, inspirándoles lo que deben decir, también creemos que el Libro, la Escritura, es igualmente un instrumento, una mediación, por la que se nos comunica quién es Dios para nosotros. Lo importante no es el Libro ni los mensajeros; lo importante son los gestos y palabras por los que Dios se revela; lo importante es la totalidad de la vida de Jesús porque toda ella es Palabra y Revelación.
7. Todo esto nos lleva a entender la Escritura en clave de analogía y de mediación. Cuando decimos que la Escritura es Palabra de Dios queremos decir que a través de los escritos sagrados se actúa y hace presente la comunicación de Dios, su revelación. El conjunto de la Escritura ejerce una función de mediación simbólica y de ikono sacramental para nosotros. La Escritura es Palabra de Dios en sentido analógico y referencial, porque remite a los gestos y a los mensajes por los que Dios se nos ha revelado.
8. Habría un punto importante por aclarar. La Escritura, para acogerla como palabra de Dios, no debería ser interpretada fragmentariamente ni en sentido estrictamente literal. Los escritores sagrados revisten y condicionan con su cultura el meollo de la comunicación de Dios. Hay que hacer la hermenéutica de las palabras, de los textos. No hay que quedarse en la literalidad de los mismos. Hay que descubrir lo que hay detrás; porque eso es lo importante, eso es lo entitativo, lo sustancial. La literalidad del texto sólo tiene un valor referencial, canalizador, instrumental. En principio debe ayudar a descubrir el contenido del mensaje, a descubrir el rostro amoroso de Dios; otras veces, en cambio, puede enturbiar y hasta deformar el rostro de Dios.
9. Es importante, además, leer los textos en el marco global de la Escritura. Los textos se iluminan unos con otros y se complementan mutuamente. Hay que interpretar la Escritura de manera unitaria y global, no fragmentariamente. La Escritura, toda ella, en su totalidad unitaria, es palabra y revelación de Dios.