Irlanda vs Vaticano. Credulidad vs pedofilia
Mamá es una santa. Siempre lo ha sido. Mienten sobre su conducta. La Policía tergiversa. El juez es corrupto o no ha profundizado en el tema. Este procesamiento por tráfico de estupefacientes y de personas es un complot. Una insidia de sus compañero/as. Absolutamente increíble cuanto le atribuyen sobre el robo de bebés y sobre corrupción de menores. Imposible. Ella es buena, santa, ejemplar, dechado de virtudes. Ni asomo de inmoralidad.
Así reacciona Crédulo, un hijo ejemplar. Ya adulto y excelente profesional, vivió bajo la protección de su madre. Alimentado, educado, defendido por ella. A ella debe todo. Gracias a ella, él solucionó problemas con colegas y salió airoso en disputas y pleitos. Para más, ella es reconocida como maestra de moralidad. Innumerables sus seguidores y admiradores.
La calificación de “madre” es reclamada y proclamada por la Iglesia, la Iglesia del Vaticano. Los católicos “practicantes”, más aún si son “a machamartillo”, reaccionan como Crédulo. Depositaria y única intérprete del Evangelio y de la ética.. Infalible. Santa, santificadora y proclamadora de santos. Tiene línea directa con el mismo Dios. Interpretando sus milagros, sabe quien goza de la visión beatífica. Su jefe es “Santo Padre”. Lo designa el Espíritu Santo. Pastorea a obedientes ovejas. Gobierna, enseña, santifica. Mi Iglesia es inmune al mal, al delito. Al acusarla y atacarla renuevan la pasión de Jesús, de quien la Iglesia Vaticana es vicaria y auténtica continuación. “Creo en la Santa Madre Iglesia, Católica, Apostólica, Romana”. La única.
Si hay algún país católico en el mundo ése es – ¿era? - Irlanda. Cuando decimos “católico” significamos “romano”, papista, dogmático, tridentino, antiprotestante. Hay países donde la Iglesia romana pesa más que en otros. Sucede en América Latina, en Polonia o en Italia. Sucedió en España.. En ellos la Iglesia romana llegó - o llega- a dominar, inclusive directamente, en los avatares políticos. Irlanda ha sido – ¿sigue siendo? – baluarte católico, y no sólo en las islas británicas. En su secular lucha por la independencia, el Vaticano fue su aliado contra los ingleses protestantes. El “Summus Pontifex” nunca olvidó la chulería de Enrique VIII. De él, de su pueblo, de sus sucesores, se venga siempre que tiene ocasión. Gracias a esta santa alianza, la Iglesia del Vaticano se convirtió en algo sustancial del Estado irlandés. Decisiva ha sido su influencia en escuelas, universidades, hospitales, ejército. Indiscutible su autoridad. Su moralidad, nunca puesta en cuestión. Los ciudadanos veneran – ¿veneraban?- a los curas y obispos como seres superiores, quasi divinos.
Año 1990. Unos excelentes periodistas destapan las monstruosidades de un cura pedófilo. Se tira del hilo. Aparecen otros curas pederastas. También monjas corruptoras de menores. Surgen y se multiplican las denuncias. Las víctimas pierden “su fe”, su veneración por las sotanas. Se atreven. Acusan a los otrora “santos educadores”. El gobierno toma cartas en el asunto. El informe oficial de 2005 es demoledor. Los “católicos”, en su mayoría, reaccionan como Crédulo. Pamplinas, dicen. Nuestra Iglesia, nuestros curas, nuestros obispos, son buenos, incapaces de tales barbaridades.. El Vaticano conoce los hechos delictivos, pero calla y manda callar. Ni siquiera castiga a los delincuentes. Los obispos se limitan a cambiarlos de parroquia o de lugar de residencia. Es lo que aconseja la recta diplomacia. En 1996 el Vaticano ordena tratar los casos de pederastia con “extrema reserva”. Nada de denuncias a la jurisdicción civil. Esos temas, decía, son “mero material de lectura”. Por lo demás, a muchos hombres y mujeres de Irlanda les rechina el concepto o palabra sexo. Y estamos ante abusos sexuales, aunque no exclusivamente.
Han tenido que sobrevenir nuevos informes, nuevas revelaciones, nuevas condenas. El papa Ratzinger redacta y envía un patético documento. Llama a Roma a todos los obispos de Irlanda. Impone la obligación de denunciar a la justicia ordinaria los casos de pederastia del clero. En 2009, la comisión oficial de investigación, después de 10 años de trabajo, destapó 25.000 víctimas de pederastia del clero. Los delincuentes, 400 religiosos y religiosas y unos 100 seglares colaboradores del clero. No se citan los nombres de estos desalmados. El gobierno de Dublin indemniza a 12.500 víctimas con un montante de 1.200 millones de euros. La Iglesia se vio obligada a colaborar con el 10%.
El último y recentísimo informe oficial de 13 de julio es escalofriante. No sólo surgen nuevos implicados, curas rasos y monjas. También, obispos y arzobispos. A destacar el obispo de Cloyne, John Magee. Pederasta confeso, ha admitido haber encubierto a pedófilos. John Magee había sido secretario personal de tres sucesivos papas en el Vaticano. Fue obligado a dimitir en 2010.
Ante la magnitud y fetidez del problema, el jefe del gobierno irlandés, Enda Kenny, acaba de calificar de “vergonzosa” la actuación del Vaticano y auguró una nueva distinta relación de su país con la autoridad católica. Sin nombrarlo, apunta a Ratzinger, obligado conocedor de delitos clericales durante décadas. Él era cabeza del Santo Oficio, el órgano romano competente en la materia.
“Es absolutamente vergonzoso que el Vaticano se posicione de la manera en que lo hizo sobre algo tan delicado y personal, algo que deja marcado de por vida a la persona afectada. La ley de este país no se va a detener ante una sotana o un alzacuellos”. Y tilda a la autoridad católica de totalitaria, regresiva y narcisista.
El moderno problema de la pederastia del clero no se restringe a Irlanda. Es extensivo a muchos otros países. Los mass media destacan EE.UU., Canadá, Bélgica, Alemania, Austria, Polonia. En los últimos años se dieron relevantes forzadas dimisiones y destituciones - también condenas civiles - por practicar o encubrir la pedofilia. Al menos, cuatro cardenales (Boston, Filadelfia, Viena y Utrech) y una veintena de arzobispos y obispos. Una popular ola de condena y de asco salta de los delincuentes a la institución. Pero Irlanda “is different”. Hace pocos meses visité Irlanda. Mi curiosidad me llevó a recoger opiniones sobre la pedofilia clerical. Sólo algunos se atrevían a admitirla y condenarla. Otros muchos optaban por la incredulidad. Llegaban a disculpar a sus curas y obispos. Una trola. Calumnias, Exageran. Conspiración. Somos y seremos católicos y romanos. “Mamá es santa”.
Así reacciona Crédulo, un hijo ejemplar. Ya adulto y excelente profesional, vivió bajo la protección de su madre. Alimentado, educado, defendido por ella. A ella debe todo. Gracias a ella, él solucionó problemas con colegas y salió airoso en disputas y pleitos. Para más, ella es reconocida como maestra de moralidad. Innumerables sus seguidores y admiradores.
La calificación de “madre” es reclamada y proclamada por la Iglesia, la Iglesia del Vaticano. Los católicos “practicantes”, más aún si son “a machamartillo”, reaccionan como Crédulo. Depositaria y única intérprete del Evangelio y de la ética.. Infalible. Santa, santificadora y proclamadora de santos. Tiene línea directa con el mismo Dios. Interpretando sus milagros, sabe quien goza de la visión beatífica. Su jefe es “Santo Padre”. Lo designa el Espíritu Santo. Pastorea a obedientes ovejas. Gobierna, enseña, santifica. Mi Iglesia es inmune al mal, al delito. Al acusarla y atacarla renuevan la pasión de Jesús, de quien la Iglesia Vaticana es vicaria y auténtica continuación. “Creo en la Santa Madre Iglesia, Católica, Apostólica, Romana”. La única.
Si hay algún país católico en el mundo ése es – ¿era? - Irlanda. Cuando decimos “católico” significamos “romano”, papista, dogmático, tridentino, antiprotestante. Hay países donde la Iglesia romana pesa más que en otros. Sucede en América Latina, en Polonia o en Italia. Sucedió en España.. En ellos la Iglesia romana llegó - o llega- a dominar, inclusive directamente, en los avatares políticos. Irlanda ha sido – ¿sigue siendo? – baluarte católico, y no sólo en las islas británicas. En su secular lucha por la independencia, el Vaticano fue su aliado contra los ingleses protestantes. El “Summus Pontifex” nunca olvidó la chulería de Enrique VIII. De él, de su pueblo, de sus sucesores, se venga siempre que tiene ocasión. Gracias a esta santa alianza, la Iglesia del Vaticano se convirtió en algo sustancial del Estado irlandés. Decisiva ha sido su influencia en escuelas, universidades, hospitales, ejército. Indiscutible su autoridad. Su moralidad, nunca puesta en cuestión. Los ciudadanos veneran – ¿veneraban?- a los curas y obispos como seres superiores, quasi divinos.
Año 1990. Unos excelentes periodistas destapan las monstruosidades de un cura pedófilo. Se tira del hilo. Aparecen otros curas pederastas. También monjas corruptoras de menores. Surgen y se multiplican las denuncias. Las víctimas pierden “su fe”, su veneración por las sotanas. Se atreven. Acusan a los otrora “santos educadores”. El gobierno toma cartas en el asunto. El informe oficial de 2005 es demoledor. Los “católicos”, en su mayoría, reaccionan como Crédulo. Pamplinas, dicen. Nuestra Iglesia, nuestros curas, nuestros obispos, son buenos, incapaces de tales barbaridades.. El Vaticano conoce los hechos delictivos, pero calla y manda callar. Ni siquiera castiga a los delincuentes. Los obispos se limitan a cambiarlos de parroquia o de lugar de residencia. Es lo que aconseja la recta diplomacia. En 1996 el Vaticano ordena tratar los casos de pederastia con “extrema reserva”. Nada de denuncias a la jurisdicción civil. Esos temas, decía, son “mero material de lectura”. Por lo demás, a muchos hombres y mujeres de Irlanda les rechina el concepto o palabra sexo. Y estamos ante abusos sexuales, aunque no exclusivamente.
Han tenido que sobrevenir nuevos informes, nuevas revelaciones, nuevas condenas. El papa Ratzinger redacta y envía un patético documento. Llama a Roma a todos los obispos de Irlanda. Impone la obligación de denunciar a la justicia ordinaria los casos de pederastia del clero. En 2009, la comisión oficial de investigación, después de 10 años de trabajo, destapó 25.000 víctimas de pederastia del clero. Los delincuentes, 400 religiosos y religiosas y unos 100 seglares colaboradores del clero. No se citan los nombres de estos desalmados. El gobierno de Dublin indemniza a 12.500 víctimas con un montante de 1.200 millones de euros. La Iglesia se vio obligada a colaborar con el 10%.
El último y recentísimo informe oficial de 13 de julio es escalofriante. No sólo surgen nuevos implicados, curas rasos y monjas. También, obispos y arzobispos. A destacar el obispo de Cloyne, John Magee. Pederasta confeso, ha admitido haber encubierto a pedófilos. John Magee había sido secretario personal de tres sucesivos papas en el Vaticano. Fue obligado a dimitir en 2010.
Ante la magnitud y fetidez del problema, el jefe del gobierno irlandés, Enda Kenny, acaba de calificar de “vergonzosa” la actuación del Vaticano y auguró una nueva distinta relación de su país con la autoridad católica. Sin nombrarlo, apunta a Ratzinger, obligado conocedor de delitos clericales durante décadas. Él era cabeza del Santo Oficio, el órgano romano competente en la materia.
“Es absolutamente vergonzoso que el Vaticano se posicione de la manera en que lo hizo sobre algo tan delicado y personal, algo que deja marcado de por vida a la persona afectada. La ley de este país no se va a detener ante una sotana o un alzacuellos”. Y tilda a la autoridad católica de totalitaria, regresiva y narcisista.
El moderno problema de la pederastia del clero no se restringe a Irlanda. Es extensivo a muchos otros países. Los mass media destacan EE.UU., Canadá, Bélgica, Alemania, Austria, Polonia. En los últimos años se dieron relevantes forzadas dimisiones y destituciones - también condenas civiles - por practicar o encubrir la pedofilia. Al menos, cuatro cardenales (Boston, Filadelfia, Viena y Utrech) y una veintena de arzobispos y obispos. Una popular ola de condena y de asco salta de los delincuentes a la institución. Pero Irlanda “is different”. Hace pocos meses visité Irlanda. Mi curiosidad me llevó a recoger opiniones sobre la pedofilia clerical. Sólo algunos se atrevían a admitirla y condenarla. Otros muchos optaban por la incredulidad. Llegaban a disculpar a sus curas y obispos. Una trola. Calumnias, Exageran. Conspiración. Somos y seremos católicos y romanos. “Mamá es santa”.